Los caminos de la libertad

Fue un chispazo, “producto de la necesidad”, como afirma su autor, o de la genialidad, que suele  inspirar in extremis a los necesitados y desesperados. “La necesidad te abre la imaginación”, dice Reynaldo Peters al evocar el instante en que se le ocurrió utilizar un trozo de papel higiénico para presentar la demanda de hábeas corpus en procura de su libertad, hace 40 años, desde  un calabozo de la dictadura banzerista.

Rolando Costa Arduz lo imagina redactando el alegato “con su sonrisa habitual, lleno de jovialidad, con disposición de hacer una travesura”, en una situación “eminentemente humorística”, porque, a su juicio, el entonces joven abogado “usó como factor de combate el humor que era un arma más productiva  que la ira”.

Pero Peters no pretendía burlarse de la justicia, ni mucho menos. No reparó en formalismos, es cierto, porque creía en el estado de derecho y porque se jugaba la vida. En ese momento recordó lo que le había dicho un maestro: así fuera presentado en un trozo de madera, los tribunales están obligados a admitir el recurso de un detenido.
 
Detenido en mayo de 1972 y alojado en El Tropezón, una celda para “elementos de alta peligrosidad” de la policía política del régimen, la Dirección de Investigaciones Criminales (DIC), Peters cree que los presos políticos tienen “un Dios aparte” y que fue él quien lo iluminó cuando el  carcelero le entregó su “ración diaria” de papel higiénico y el que lo guió hasta un rincón oscuro del calabozo, donde encontró un viejo repuesto de bolígrafo que tuvo que calentar para licuar la tinta que se había secado con el tiempo.

Y así, en medio de advertencias de sus compañeros de infortunio sobre la inutilidad de su iniciativa y el temor a las represalias, redactó su ahora famosa pieza jurídica. En el primer otrosí pidió “disculpas anteladas a vuecencias por el papel en que planteo mi demanda…”.

“El hábeas corpus llegó a mis manos en medio de unos calcetines bastante usados”, recuerda su esposa Rosario Sánchez Becerra. Siguiendo sus instrucciones, lo presentó el 18 de mayo. Tras el sofocón, el presidente de la Corte, Luis Olmos, lo aceptó cuatro días más tarde. “Lo histórico del recurso radica en su admisión”, dijo su autor. No sólo porque fue redactado en papel higiénico, sino porque fue aceptado en plena dictadura.

La periodista María Elba Gutiérrez publicó la noticia como nota curiosa en el diario Última Hora. De esta manera, “lo que pudo ser una anécdota se convirtió en una leyenda”. Tras la presentación, Peters fue conducido al Ministerio de Gobierno, donde fue golpeado. “De un culatazo me hicieron saltar las retinas de ambos ojos”, golpe que lo dejó casi ciego. En mayo de 1973 fue puesto en libertad, pero no en aplicación del hábeas corpus, sino de una amnistía parcial, pero “aquel papelito” permitió la intervención de varias organizaciones internacionales a favor de los presos políticos.

El hábeas corpus pasó a la historia como un “monumento jurídico”, pero en realidad es un canto a la libertad. La libertad tiene extraños caminos. Son como los del Señor, inescrutables, como bien saben los dictadores.

Página Siete – 13 de diciembre de 2013

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