El Gato Salazar es un periodista que acudió a la guerra en taxi

Hizo la cobertura de la guerrilla del Che Guevara en Ñancahuazú y después estuvo en distintas partes del mundo, especialmente en Centroamérica. Ya tiene lista la edición de su más reciente libro periodístico.

Por Erick Ortega

Cierto colega argentino a quien conoció en México tenía una curiosidad y un día le preguntó sin pelos en la lengua: “Oye, Gato, ¿por qué te dicen Juan Carlos?”. El aludido, quien en su niñez ya había perdido su identidad bautismal, sonrió y confirmó otra vez que el sobrenombre lo acompañaría por siempre.

Es imposible nombrar al Gato Salazar sin citar su oficio: o sea, él es conocido como: Gato Salazar, el periodista. Está a punto de lanzar un nuevo libro sobre sus andanzas con la libreta en mano y yendo tras la historia; en esta ocasión A la guerra en taxi.

Chau geólogo, hola periodista

Su casa de Obrajes tiene algo de pirámide egipcia porque donde uno posa la vista ahí mismo está un gato. En la pared se luce una pintura que Luis Zilvetti le regaló, más allá hay mininos en cerámica, otros felinos están tallados en madera y algunos con sus miradas escudriñadoras observan la sala desde diferentes rincones.

La mirada clara de Salazar es sosegada y tiene algo de mar quieto. La tranquilidad que emana contrasta con las aventuras que vivió. Fue testigo y cronista de la incursión guerrillera del Che, en Bolivia, en aquel lejano 1967; fue perseguido por las dictaduras en el país, llegó a México para retratar la guerrilla de Chiapas de enero del 94, anduvo por los países centroamericanos tan heridos por los militares en los 80. Y sí, es un auténtico gato de siete vidas que anduvo por la región.

Eso sí, antes de convertirse en periodista tuvo una decepción académica que le marcó la vida. Él iba a ser geólogo.

“Yo soy de Tupiza, mi padre era un industrial minero y tenía minas. Él tenía una empresa y cuando yo estaba estudiando en Sucre, en el colegio Sagrado Corazón, antes de salir bachiller se suponía que tenía que seguir los pasos de mi padre, por una cuestión familiar. Salí bachiller en Sucre y vine a La Paz. En esa época había exámenes vestibulares, había que dar un examen de ingreso y me aplacé”, explica el hombre que admite no ser fanático de los gatos reales, aquellos que se enredan en los pies y piden mimos con ronroneos.

Por entonces, casi a comienzos de la década de los años 60, se topó en el colegio San Calixto de La Paz con su amigo jesuita Lorenzo Catalá, quien fue el primer corresponsal de Fides en Sucre. A él, Salazar le contó que había reprobado en la universidad y que esperaba volver a presentarse al año siguiente. El religioso le preguntó qué iba a hacer mientras tanto y el Gato respondió que buscaría trabajo.

El jesuita le contó que el padre José Gramunt de Moragas estaba en busca de un gacetillero, aquel que trabaja comunicados de prensa y redacta noticias.

Gramunt –quien fundó la Agencia de Noticias Fides, lideró las Escuelas Radiofónicas de Bolivia Erbol, dirigió Radio Fides y fue corresponsal de una serie de agencias en el país– es un personaje digno de admiración en el campo de la comunicación. Cuando conoció al Gato le lanzó, en dos palabras, una pregunta clave para los periodistas: “¿Sabes escribir?” Salazar esbozó una respuesta condicionante en una sola palabra: “Depende”.

El sacerdote le pidió que redactara una noticia. “Nunca lo había hecho hasta entonces. Me dijo ‘a ver, toma nota’ y me dictó unos datos de un hecho cualquiera, creo que de un accidente, y me dijo que escribiera una noticia en base a eso. Entonces tardé como una hora en escribir, le entregué lo que hice y él leyó y leyó. Tachó cosas con un lápiz rojo y me dijo ‘bueno, contratado’; yo pensé que no le había gustado lo que hice”, cuenta a Página Siete.

Corría el año 64 cuando probó las mieles del periodismo, pero no se olvidó del destino familiar y al año siguiente volvió a Geología; pero ya sabía que su destino estaba escrito en entrevistas, crónicas y reportajes… tan lejos de las piedras y los minerales que eran la herencia familiar.

Por entonces no había Comunicación Social en la malla curricular académica y él decidió estudiar Derecho y Ciencias Políticas, que tenía cierto guiño con el periodismo. Aprendió de derecho romano, las leyes y decretos durante tres años hasta que brilló una luz en su horizonte profesional.

“Se abrió la carrera en la Universidad Católica Boliviana, la cual en principio fue sólo para periodistas en ejercicio, para darnos la oportunidad de conseguir un título académico en periodismo. Dejé Derecho y empecé Comunicación Social, terminé la carrera con la idea después de volver a terminar Derecho, pero ya salí exiliado el 71 porque era dirigente de las Federaciones de Trabajadores de la Prensa de Bolivia”, cuenta, mientras desde los muebles y paredes de su sala los gatos parecen tener la mirada clavada en el tupiceño.

Dictaduras y dictablandas

Mientras Salazar decidía su futuro académico, el país entraba a la olla hirviendo de las dictaduras. “Yo empecé el 64 si no me equivoco, probablemente en abril o mayo, y poco tiempo después vino el derrocamiento de Paz Estenssoro, el 4 de noviembre. Eso fue el fin del doble sexenio del MNR y el inicio del triple sexenio militar, con la serie de golpes militares y al medio la guerrilla del Che Guevara”, explica.

Eran tres los periodistas liderados por el padre Gramunt. “José Luis Alcázar, con quien después escribí un libro sobre la guerrilla; Óscar Rivera Rodas, un poeta escritor que trabajó después en Presencia y yo”, enumera Salazar.

Las noticias que ellos hacían viajaban en flota a Oruro, para ser impresas en La Patria; y volaban por avión al diario Prensa Libre, de Cochabamba. Eran periodistas todo terreno. “A las dos de la tarde terminábamos de escribir nuestro boletín diario y llevábamos el material. Era, como yo digo, periodistas tres en uno porque en la mañana éramos reporteros, a mediodía nos convertíamos en redactores y después mensajeros”, refiere el Gato, quien a la hora de elegir animales él prefiere los perros.

La guerrilla de Ñancahuazú marcó a Salazar y a su generación. Ahora, quien es director de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Católica Boliviana, cuenta que el periodismo es un oficio que se alimenta sobre todo en la calle y en la sala de redacción. “Se aprende leyendo buen periodismo y escribiendo. Éste es un oficio que vas desarrollando con el tiempo y claro, obviamente la academia es importante”, indica el hombre que cubrió campeonatos mundiales de fútbol, pero quien no tiene una casaca futbolera.

Cuenta que en el periodismo cada vez se requiere una mayor especialización y que las generalidades ya casi están obsoletas.

Pero antes no era así. En los tiempos de la guerrilla del Che Guevara, por ejemplo, Salazar escribía de forma telegrafiada (sin artículos y yendo al corazón noticioso) porque no había cómo enviar noticias de un lugar a otro.

Recuerda su primer encontronazo con el telegrafista que recibió su mensaje. “Era un telegrafista acostumbrado a mandar mensajes muy cortos, como ‘feliz cumpleaños’, ‘feliz Navidad’,‘mañana viajo’, etcétera. Cuando estaba entrando a Ñancahuazú entregué al telegrafista mi primer despacho redactado en mi máquina de escribir. Era una página nada más y el telegrafista se enojó conmigo porque no estaba acostumbrado a enviar textos así”.

En 1994, cuando viajó a cubrir el levantamiento zapatista de Chiapas, las condiciones habían cambiado. Vio cómo algunos periodistas se mandaban la parte con las computadoras portátiles y los teléfonos celulares que pesaban tanto como las mochilas de los guerrilleros. Ésta y más aventuras similares están en su reciente libro A la guerra en taxi.

Se deslumbró con la guerrilla sandinista y se desilusionó con el actual presidente Daniel Ortega, líder sandinista. Reflexiona: “El poder corrompe y el poder total corrompe totalmente”. Y los periodistas están para eso, para desnudar al poder y enfrentarlo.

“Los tiempos han cambiado, los periodistas no son los mismos y las guerras no son lo que eran”, cuenta el Gato. Él es hoy en día un vecino tranquilo de Obrajes; pero sus ojos claros fueron testigos de las inequidades cometidas en dictaduras y en dictablandas. Sus manos escribieron, contaron y recontaron la historia.

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Página Siete – Jueves, 30 de marzo de 2023