“Somos como nos ven”: Salazar retrata 41 personajes inolvidables

Liliana Carrillo V. / La Paz

“La semblanza no es una historia de vida, ni siquiera un perfil, sino una visión fugaz: una apariencia, una semejanza”, define Juan Carlos Salazar. El experimentado periodista  reúne 41 retratos de sus “personajes inolvidables” en el libro Semejanzas, que se presenta el jueves en la UCB.

La casa de Juan Carlos  Salazar del Barrio está llena de gatos. Los hay pequeñitos de cerámica,  gordos de peluche, exóticos de vidrio y originales de fierro. Unos,  alebrijes felinos,  miran con ojos de espanto y otros se insinúan apenas  en acuarelas. Si no fueran los ojos claros que le valieron el apodo de Gato,  sería  hoy suficiente su colección gatuna.

Cofundador de la agencia ANF, corresponsal por 20 años de la  Agencia Alemana de Prensa (DPA) en Bolivia, Argentina, México, América Central y Cuba. Más tarde, director  del Servicio Internacional en Español de esa agencia, Salazar fue también director de Página Siete y recibió el Premio Nacional de Periodismo.

“Creo que el periodismo me eligió a mí y no al revés”, cuenta y recuerda que toda su adolescencia había pensado estudiar geología, para continuar el negocio minero paterno; no obstante, reprobó el examen y se topó con el padre Gramunt y con el periodismo. No hubo retorno.

En un viaje a Palos Blancos, para cubrir el plan de colonización en la década de  los años 60, descansando a la orilla de un río, determinó su destino: “Decidí ser corresponsal de prensa. Luego Banzer, obligándome al exilio, concretó ese objetivo”. Y así se fue medio siglo.

Ahora, que ha dejado de cubrir guerras, de entrevistar presidentes, de cambiar de residencia y ha logrado finalmente reunir su colección gatuna diseminada por el mundo, el corresponsal de prensa se dedica a la docencia, investiga, escribe y siente que está en casa. “Dicen que tu hogar está donde están tus libros; en mi caso  es también donde están mis gatos”, dice con una sonrisa.

El año pasado publicó La guerrilla que contamos, sobre la cobertura periodística de la guerrilla del Che  y del Ejército boliviano en 1967. También fue parte del libro Cabalgata sin fin de Página Siete y ahora presenta Semejanzas. Es una época prolífica.

Lo que pasa es que cuando me vine de Madrid en 2010, después de jubilarme en DPA, tenía el plan de hacer las cosas  pendientes, varios libros que requerían un  trabajo metódico… Vine con esa idea pero inmediatamente me puse a trabajar. El padre Gramunt me pidió que lo ayudara con la agencia Fides y estuve un año en ANF. Después me llamó Página Siete para la dirección en la que estuve más de tres años. Por eso puse  un límite al tiempo de la dirección del diario para encarar las cosas que tenía pendientes. Una de ellas, este libro.

¿Cómo eligió a los 41 personajes que retrata en Semejanzas?

Es un libro  bastante autobiográfico en el sentido de  que las semblanzas son de gente que he conocido. Con muchos he  estado unido por la amistad –Liber Forti, Enrique Arnal, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Luis Espinal, Pepe Ballón…– y con otros por razones circunstanciales profesionales –Fidel Castro, Juan Pablo II, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo…–. Escribir de ellos implicaba buscar en mi memoria recuerdos, revisar mis apuntes y también visitar hemeroteca para precisar fechas.

Otra característica es que la mayoría de las semblanzas ya las publiqué   pero en versiones resumidas, para el periódico. Ahora las he ampliado y  actualizado,  algunas son nuevas. Son 41 semblanzas, la mayoría de bolivianos  y en general son personajes positivos. No podría escribir, por ejemplo, de García Mesa porque no encuentro el tono.

La semblanza es uno de los géneros híbridos  más complejos,  ¿cómo la encara?

Pienso que es el género más difícil pero el más lindo de todos. Cuando era niño en mi casa de Tupiza siempre había tres revistas que compraba mi padre: Selecciones del Reader’s Digest,  Life en español y   Visión. Y desde muy niño yo leía algunas secciones que eran mis favoritas en Selecciones: Citas citables y Mi personaje inolvidable,  que eran semblanzas de gente común hechas por gente común. Los reseñados eran personas positivas, que de alguna manera eran un ejemplo en su comunidad, en su ciudad. Y ese fue mi primer acercamiento al género.

Después, cuando vine a La Paz y era estudiante de secundaria, me topé con las semblanzas de Paulovich (Alfonso Prudencio Claure). Él tenía una sección en Presencia Literaria de personajes de la época que se llamaba Apariencias y que  recomiendo leer a todo periodista. Ese fue mi segundo acercamiento.

Ya siendo periodista quedé asombrado por las semblanzas de John Dos Passos en su trilogía USA, el gran dinero, donde, oscilando entre la novela y el testimonio, va intercalando semblanzas  y arma un retrato de  la época. Eso me impresionó mucho y desde entonces me apasiona la semblanza.

El reto de  la semblanza es alto, y el primero, quizás, traicionar al reseñado.

No es fácil retratar a una persona por una razón muy sencilla: la gente no es como cree que es o como pretende ser; la gente es como la otra gente la ve.  Entonces alguien me ve de una manera, otro de forma distinta y alguna de esas miradas puede no gustarme. Por eso creo que  el título de las reseñas de Paulovich es preciso: Apariencias.

En la presentación del libro cito una frase de  Felipito, el amigo de Mafalda, que decía: “Qué culpa tengo yo de parecerme a mí mismo”. No lo decía por cómo se veía a sí mismo, sino porque estaba preocupado por cómo lo veían sus compañeros de pandilla. Cito otra frase de Liber Forti, que está también retratado, que decía: “Soy como me ven, no como yo me anoto”. Y es así. Lo que  veo, lo cuento.

¿Y en cuánto a la estructura?, ¿cómo ha logrado escribir 41 semblanzas sin repetirse?

La semblanza depende de un tono y de un hilo conductor y esa combinación no es fácil. La biografía de una persona es  una cadena de anécdotas, que están una tras otra. Si las ves aisladamente no significan nada pero en su conjunto sí. Entonces el gran derrotero de la vida de una persona es la cadena de anécdotas;  y  el tono que debes encontrar   va a dar sentido a todo. En todo caso, la semblanza no es una historia de vida, ni siquiera un perfil, sino una visión fugaz: una apariencia, una semejanza. Casi todas mis semblanzas empiezan  con anécdotas, con algún hecho que encuentro significativo para dibujar a la persona como  la veo.

Julio Villanueva Chang dice que de cerca  nadie es normal. Al unir la cadena de anécdotas de otras vidas,  ¿no  ha encontrado  cosas que no le hubiese gustado haber descubierto?

Depende; por ejemplo, en la semblanza de Augusto Montesinos Hurtado, un periodista que le decían  El canalla,  cuento   anécdotas de él que, de acuerdo con  quien las interprete, pueden ser de alguien muy audaz o de un sinvergüenza. Montesinos era muy conocido en América Latina;  Vargas Llosa incluso lo había tomado como personaje para una novela por como era,  más interesante que Raúl Salmón de La Tía Julia y el escribidor.

Siempre, sin querer quizá, a partir de estas lecturas de Mi personaje inolvidable, he tratado de escribir sobre personajes positivos, por ejemplo Juan Rulfo o García Márquez, quienes, como todos, tienen luces y sombras. Cuento por ejemplo un episodio de debilidad de Rulfo vinculado al tema de Bolivia. Él fue el orador principal en el homenaje a Marcelo Quiroga Santa Cruz en México y después el Gobierno se tiró contra él por una alusión que hizo al Ejército mexicano. Él estaba  muy asustado, pensaba que lo iban a matar y yo me sentía  responsable porque yo  fui quien difundió el discurso en México porque había organizado el acto. Si ves esa anécdota en el conjunto del personaje le da una dimensión más humana.

¿Cómo logra esa dimensión con personajes históricos como el papa Juan Pablo II o Fidel Castro, por ejemplo?

La semblanza del Papa se titula Los viajes incómodos de Juan Pablo II  y se construye a partir del primer viaje de su pontificado que fue al México anticlerical que no tenía relaciones con el Vaticano. Los curas estaban prohibidos de vestir sotana en la calle y de celebrar cultos externos. Entonces el Papa  no llega  como jefe de Estado, porque no lo reconocía el Gobierno mexicano. López Portillo se ve obligado a darle la bienvenida y lo deja con su grey y Juan Pablo II moviliza a todo México en  el que era un  viaje ilegal. Cuento  también  sus viajes a Centroamérica tan controvertidos, a  Haití de la dinastía Papá Doc y termino con el viaje a Cuba que todo el mundo pensaba que era el principio de la caída del socialismo; pero el Papa se concatenó tan bien con Fidel, se sintieron los dos tan a gusto, que no pasó absolutamente nada. Fueron esos viajes incómodos de Juan Pablo II  que  cubrí como corresponsal de DPA.

En cuanto a Fidel Castro, mi primer encuentro   fue cuando él llegó a México, 30 años después de su partida en el Granma. Nos citaron a los corresponsales  y llegando nos dijeron que el entrevistado era Castro.  Esa noche hubo una cena de Fidel con López Portillo y con los periodistas que no seríamos más de 15. Y Castro comenzó a recordar su época en México, donde  él llegó para armar la guerrilla después de ser  liberado de su condena  por el asalto del 16  de julio. Se acordó del Che, del Granma, de la revolución. Estuvimos escuchándolo hasta las cinco de la mañana.

Después  me tocó volverlo a ver en Cuba. Es una  semblanza complicada, larga,  porque él es un personaje que polariza. Si muestras un lado positivo o negativo, te van a cuestionar.

Este y otros libros demuestran que un periodista nunca se jubila, ¿en qué trabaja ahora?

Ahora estoy trabajando otro libro para el  próximo año, también autobiográfico, sobre la cobertura de conflictos armados: la guerra sucia en Argentina, la guerra centroamericana, Chiapas, el periodo especial en Cuba, que es otra forma de guerra, y los primeros atentados  yihadistas en Europa que también me tocó cubrir.

Son otras facetas del periodismo. Con la jubilación dejas la coyuntura para hacer otra cosa. Yo creo que hay momentos para todo, y  hay siempre cosas que contar. Ya lo he dicho ya con el libro La Guerrilla que contamos: un periodista cuando cubre algún acontecimiento importante siempre vive dos historias: la  que cuenta y escribe para sus lectores; y la historia que vive para contar esa historia. Entonces lo que estoy haciendo es el reportaje del reportaje.

¿Cómo evalúa al actual periodismo boliviano?

En todas partes hay buen periodismo y mal periodismo,  buenos periodistas y malos periodistas, buenos medios y malos medios. Pero hay un hecho: la prensa boliviana no tiene recursos y es difícil  hacer algo sin dinero. Hay gente  talentosa que no tiene posibilidades ni de roce: por ejemplo en los alegatos en La Haya estaba acá toda la prensa chilena;  lo lógico era que nosotros enviemos  periodistas bolivianos a Chile, pero no hubo recursos.

Lo que sí  me preocupa es que  los propios periodistas no lean, a veces ni periódicos.  No puedes hacer buen periodismo si no lees buen periodismo. También sostengo que este es un oficio que se aprende. Al periodismo escrito lo va a salvar el buen periodismo y allí no hay nada que inventar.

41 esbozos biográficos de gente poco común

Semejanzas: Esbozos biográficos de gente poco común recoge las historias de vida  de 41 personajes, en su mayoría bolivianos, “que lo único que tienen en común es, precisamente, que son poco comunes”, resume el autor del libro, Juan Carlos Salazar.

La obra, publicada por Plural, se presentará este jueves  7 de junio en el auditorio VIP de la Biblioteca de la Universidad Católica Boliviana (calle 2, Obrajes,).  Y el sábado 9, en la Feria del Libro de Santa Cruz.

Las semblanzas se dividen de acuerdo con la actividad de los personajes. En el área  de Cultura figuran: Enrique Arnal Velasco: Quico a la arrabbiata; Pepe Ballón Sanjinés: El héroe anónimo; José Bayro Corrochano: El carnaval de la vida: Luis Ramiro Beltrán Salmón: El adelantado;  Héctor Borda Leaño: Con el idioma de la rabia; Robert Brockmann: El recreador de la historia; Amalia Decker: Protagonista de tragedias reales, creadora de ficciones.

Gabriel García Márquez: Un boliviano de corazón;  Manuel Leguineche: El descubridor de la “República del Quiquibey”; Hugo Rodas Morales: Marcelo Quiroga, biografía de una fascinación;  Juan Rulfo: Un tal Rulfo…; Gregorio Selser: El cronista de Sandino; Mario Vargas Llosa: Entre “dictaduras perfectas” y democracias imperfectas;  y Luis Zilveti Calderón: El músico del silencio.

“La semblanza de Arnal resulto breve pero no quise tocarla porque cuando uno siente que un texto está redondo es mejor no tocarlo”, comenta Salazar.

En el área de Sociedad incluye  semblanzas de: José María Bakovic: El hombre de las cábalas; Domitila Barrios de Chungara: La mujer símbolo; María Barzola: Fundadora de la saga de luchadoras mineras; Luis Espinal: La noche de los desalmados; Liber Forti: El “luchador amoroso por la justicia”; José Gramunt de Moragas:  “Navigare necesse est, vivere non est necesse”. Liber Forti fue un gran amigo e influencia en mi niñez en Tupiza.

Con Espinal tuve una relación singular: “él era mi subalterno en Fides y también mi catedrático en la universidad”, comenta Gato y añade: “Lucho era un hombre sencillo, tímido, nunca quería estar por encina de nadie. A los tres días de su asesinato, mataron  al obispo de San Salvador, a monseñor Romero, y Espinal  pasó  al segundo plano. En su humildad hasta en el martirio cedió protagonismo”.

También están los retratos de Juan Pablo II: El viajero incómodo; César Luis Menotti: El “filósofo” del fútbol y… la política; Augusto Montesinos Hurtado: El Canalla ; Reynaldo Peters : Un canto a la libertad en papel higiénico; Gustavo Sánchez Salazar: El hombre que sabía demasiado. “El Chino Sánchez  es el periodista que  arrestó a Klaus Barbie cuando fue subsecretario de Gobierno. Se lo veía mucho en Cuba y  los amigos lo llamábamos ‘nuestro hombre en La Habana’”, dice el autor.

En Política están: Salvador Allende: El “héroe romano”; Gloria Ardaya: Una mujer agradecida con la vida; José Chingo Baldivia: “¡Qué felices somos!”; Fidel Castro Ruz: El  superviviente; Roger Cortez Hurtado: Los “12 apóstoles” de los años de fuego; Filemón Escóbar: Filippo, el vendaval; Loyola Guzmán: Un  encuentro en la selva “entre damas y caballeros”; Cayetano Llobet: Así nomás había sido… Tano; Carlos Mesa Gisbert: Testigo, cronista y protagonista de la historia; Víctor Paz Estenssoro: Paradigma de una época; José Antonio Quiroga Trigo: La saga de los Quiroga Santa Cruz; Marcelo Quiroga Santa Cruz: La última campaña; Simón Reyes: Un hombre “curtido ante la muerte”; Eduardo Rodríguez Veltzé: Un negociador pragmático en busca del tiempo perdido, y Hernán Siles Zuazo: De puño y letra, al borde del abismo.

Página Siete –  3 de junio de 2018

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