Carlos Decker-Molina
Para Thomas Carlyle, citado por Juan Carlos Salazar (el Gato) en su libro Semejanzas, la biografía es una suma de anécdotas, y la historia del mundo, el conjunto de biografías de los grandes hombres. El libro Semejanzas del entrañable Gato pretexta la semblanza de gente poco común para escribir la historia de Bolivia y, de paso, pergeñar la del continente.
¿Cómo entender la historia de Bolivia de los últimos 50 o 60 años? ¿El ascenso y la caída de los regímenes militares, la aventura guerrillera del Che, las dictaduras de siete años o de 24 horas, las rupturas del ovandismo y el torrismo, la llegada de la democracia, el sempiterno deseo de tener un mar? Sin la palabra de los actores principales, secundarios, o el vaticinio: “El periodismo está acabado” de Leguineche que, el Gato con este libro, demuestra lo contrario: comienza una nueva etapa, el (periodismo) de la calidad, el de la profundidad, el de la investigación.
Las historias recogidas por el periodista en charlas, entrevistas o mesas de café se suelen guardar en libretas o papeles doblados en cuatro que puedan caber en el bolsillo del pantalón. Las que se publicaron, en aquel entonces, eran noticias paridas por la premura, el resto maduraron en los cuadernos de notas del Gato, como el vino de calidad.
Todo lector lee un libro diferente, no importa que sea ficción o realidad. El libro de Salazar del Barrio tiene, para mi-lector, un entresijo historiográfico, por eso mi afán de encontrar el relato histórico de Bolivia de las últimas cinco o seis décadas, en cada una de sus líneas.
Si Juan Carlos hubiera cambiado su orden, por el cronológico, tendríamos una variante de crónica histórica, además casi en todos los casos contada por la voz del otro.
“La lectura termina por identificar, de un modo puro, lo que podíamos llamar la voz del otro” escribe Ricardo Piglia. La voz del presidente, la del exiliado, la del poeta o la del “otro social”.
Gracias al Humanismo (con mayúscula) los cronistas empezaron a abandonar la religión y el providencialismo. Entonces aparece el hombre como responsable del devenir histórico. Y el libro Semejanzas es una muestra extraordinaria de esa sensatez.
Las palabras escritas en las páginas de Semejanzas se abren a diversos universos, se arma y desarma según quién es el objeto de la semblanza, pero hay un hilo conductor que es la historia, no importa que boliviana o continental, susurrada por Rulfo, olfateada por García Márquez o contada por el autor que relata sobre el golpe de los coca-dólares a través del Goyo Selser, o el grito de dolor de Domitila Chungara, o los menos-secretos del chino Sánchez porque, los más, se los llevó a la tumba.
Discípulo de José Gramunt y gran escucha del verbo de Liber Forti, no era escuchar la religión y la apostasía, fue su afán de buscar el justo medio.
Juan Carlos Salazar del Barrio es uno de los grandes del periodismo boliviano, pertenece a esa generación que le tocó vivir en constante estado de emergencia, a salto de embajada y con la valija tras la puerta. Su escuela fue Fides y su título de campeón de peso pesado de la noticia logró en la agencia alemana de noticias DPA, pero lo más sobresaliente del Gato es su fidelidad al hecho. Premio Nacional de Periodismo, pero ante todo el boliviano más universal, cosmopolita y entrañable tertuliano con amigos en todo el mundo.
Semejanzas es la muestra de un periodismo que sobrevivirá en estos tiempos de la cólera viral, son ejemplos de lo que debe ser el periodismo narrativo y confirman el parentesco consanguíneo entre literatura y periodismo.
Hago votos por más libros nacidos de su pluma porque escapa a las coordenadas de lo rebuscado para ofrecer una lectura amena e instructiva, el Gato es un verdadero folkbildare, escribo la palabra en sueco, porque en ese idioma quiere decir “el que ofrece conocimiento y educación con fines democráticos y de igualdad ciudadana” y por lo tanto defensor de la libertad de prensa y opinión.
Página Siete – 19 de mayo de 2019