“Somos como nos ven”: Salazar retrata 41 personajes inolvidables

Liliana Carrillo V. / La Paz

“La semblanza no es una historia de vida, ni siquiera un perfil, sino una visión fugaz: una apariencia, una semejanza”, define Juan Carlos Salazar. El experimentado periodista  reúne 41 retratos de sus “personajes inolvidables” en el libro Semejanzas, que se presenta el jueves en la UCB.

La casa de Juan Carlos  Salazar del Barrio está llena de gatos. Los hay pequeñitos de cerámica,  gordos de peluche, exóticos de vidrio y originales de fierro. Unos,  alebrijes felinos,  miran con ojos de espanto y otros se insinúan apenas  en acuarelas. Si no fueran los ojos claros que le valieron el apodo de Gato,  sería  hoy suficiente su colección gatuna.

Cofundador de la agencia ANF, corresponsal por 20 años de la  Agencia Alemana de Prensa (DPA) en Bolivia, Argentina, México, América Central y Cuba. Más tarde, director  del Servicio Internacional en Español de esa agencia, Salazar fue también director de Página Siete y recibió el Premio Nacional de Periodismo.

“Creo que el periodismo me eligió a mí y no al revés”, cuenta y recuerda que toda su adolescencia había pensado estudiar geología, para continuar el negocio minero paterno; no obstante, reprobó el examen y se topó con el padre Gramunt y con el periodismo. No hubo retorno.

En un viaje a Palos Blancos, para cubrir el plan de colonización en la década de  los años 60, descansando a la orilla de un río, determinó su destino: “Decidí ser corresponsal de prensa. Luego Banzer, obligándome al exilio, concretó ese objetivo”. Y así se fue medio siglo.

Ahora, que ha dejado de cubrir guerras, de entrevistar presidentes, de cambiar de residencia y ha logrado finalmente reunir su colección gatuna diseminada por el mundo, el corresponsal de prensa se dedica a la docencia, investiga, escribe y siente que está en casa. “Dicen que tu hogar está donde están tus libros; en mi caso  es también donde están mis gatos”, dice con una sonrisa.

El año pasado publicó La guerrilla que contamos, sobre la cobertura periodística de la guerrilla del Che  y del Ejército boliviano en 1967. También fue parte del libro Cabalgata sin fin de Página Siete y ahora presenta Semejanzas. Es una época prolífica.

Lo que pasa es que cuando me vine de Madrid en 2010, después de jubilarme en DPA, tenía el plan de hacer las cosas  pendientes, varios libros que requerían un  trabajo metódico… Vine con esa idea pero inmediatamente me puse a trabajar. El padre Gramunt me pidió que lo ayudara con la agencia Fides y estuve un año en ANF. Después me llamó Página Siete para la dirección en la que estuve más de tres años. Por eso puse  un límite al tiempo de la dirección del diario para encarar las cosas que tenía pendientes. Una de ellas, este libro.

¿Cómo eligió a los 41 personajes que retrata en Semejanzas?

Es un libro  bastante autobiográfico en el sentido de  que las semblanzas son de gente que he conocido. Con muchos he  estado unido por la amistad –Liber Forti, Enrique Arnal, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Luis Espinal, Pepe Ballón…– y con otros por razones circunstanciales profesionales –Fidel Castro, Juan Pablo II, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo…–. Escribir de ellos implicaba buscar en mi memoria recuerdos, revisar mis apuntes y también visitar hemeroteca para precisar fechas.

Otra característica es que la mayoría de las semblanzas ya las publiqué   pero en versiones resumidas, para el periódico. Ahora las he ampliado y  actualizado,  algunas son nuevas. Son 41 semblanzas, la mayoría de bolivianos  y en general son personajes positivos. No podría escribir, por ejemplo, de García Mesa porque no encuentro el tono.

La semblanza es uno de los géneros híbridos  más complejos,  ¿cómo la encara?

Pienso que es el género más difícil pero el más lindo de todos. Cuando era niño en mi casa de Tupiza siempre había tres revistas que compraba mi padre: Selecciones del Reader’s Digest,  Life en español y   Visión. Y desde muy niño yo leía algunas secciones que eran mis favoritas en Selecciones: Citas citables y Mi personaje inolvidable,  que eran semblanzas de gente común hechas por gente común. Los reseñados eran personas positivas, que de alguna manera eran un ejemplo en su comunidad, en su ciudad. Y ese fue mi primer acercamiento al género.

Después, cuando vine a La Paz y era estudiante de secundaria, me topé con las semblanzas de Paulovich (Alfonso Prudencio Claure). Él tenía una sección en Presencia Literaria de personajes de la época que se llamaba Apariencias y que  recomiendo leer a todo periodista. Ese fue mi segundo acercamiento.

Ya siendo periodista quedé asombrado por las semblanzas de John Dos Passos en su trilogía USA, el gran dinero, donde, oscilando entre la novela y el testimonio, va intercalando semblanzas  y arma un retrato de  la época. Eso me impresionó mucho y desde entonces me apasiona la semblanza.

El reto de  la semblanza es alto, y el primero, quizás, traicionar al reseñado.

No es fácil retratar a una persona por una razón muy sencilla: la gente no es como cree que es o como pretende ser; la gente es como la otra gente la ve.  Entonces alguien me ve de una manera, otro de forma distinta y alguna de esas miradas puede no gustarme. Por eso creo que  el título de las reseñas de Paulovich es preciso: Apariencias.

En la presentación del libro cito una frase de  Felipito, el amigo de Mafalda, que decía: “Qué culpa tengo yo de parecerme a mí mismo”. No lo decía por cómo se veía a sí mismo, sino porque estaba preocupado por cómo lo veían sus compañeros de pandilla. Cito otra frase de Liber Forti, que está también retratado, que decía: “Soy como me ven, no como yo me anoto”. Y es así. Lo que  veo, lo cuento.

¿Y en cuánto a la estructura?, ¿cómo ha logrado escribir 41 semblanzas sin repetirse?

La semblanza depende de un tono y de un hilo conductor y esa combinación no es fácil. La biografía de una persona es  una cadena de anécdotas, que están una tras otra. Si las ves aisladamente no significan nada pero en su conjunto sí. Entonces el gran derrotero de la vida de una persona es la cadena de anécdotas;  y  el tono que debes encontrar   va a dar sentido a todo. En todo caso, la semblanza no es una historia de vida, ni siquiera un perfil, sino una visión fugaz: una apariencia, una semejanza. Casi todas mis semblanzas empiezan  con anécdotas, con algún hecho que encuentro significativo para dibujar a la persona como  la veo.

Julio Villanueva Chang dice que de cerca  nadie es normal. Al unir la cadena de anécdotas de otras vidas,  ¿no  ha encontrado  cosas que no le hubiese gustado haber descubierto?

Depende; por ejemplo, en la semblanza de Augusto Montesinos Hurtado, un periodista que le decían  El canalla,  cuento   anécdotas de él que, de acuerdo con  quien las interprete, pueden ser de alguien muy audaz o de un sinvergüenza. Montesinos era muy conocido en América Latina;  Vargas Llosa incluso lo había tomado como personaje para una novela por como era,  más interesante que Raúl Salmón de La Tía Julia y el escribidor.

Siempre, sin querer quizá, a partir de estas lecturas de Mi personaje inolvidable, he tratado de escribir sobre personajes positivos, por ejemplo Juan Rulfo o García Márquez, quienes, como todos, tienen luces y sombras. Cuento por ejemplo un episodio de debilidad de Rulfo vinculado al tema de Bolivia. Él fue el orador principal en el homenaje a Marcelo Quiroga Santa Cruz en México y después el Gobierno se tiró contra él por una alusión que hizo al Ejército mexicano. Él estaba  muy asustado, pensaba que lo iban a matar y yo me sentía  responsable porque yo  fui quien difundió el discurso en México porque había organizado el acto. Si ves esa anécdota en el conjunto del personaje le da una dimensión más humana.

¿Cómo logra esa dimensión con personajes históricos como el papa Juan Pablo II o Fidel Castro, por ejemplo?

La semblanza del Papa se titula Los viajes incómodos de Juan Pablo II  y se construye a partir del primer viaje de su pontificado que fue al México anticlerical que no tenía relaciones con el Vaticano. Los curas estaban prohibidos de vestir sotana en la calle y de celebrar cultos externos. Entonces el Papa  no llega  como jefe de Estado, porque no lo reconocía el Gobierno mexicano. López Portillo se ve obligado a darle la bienvenida y lo deja con su grey y Juan Pablo II moviliza a todo México en  el que era un  viaje ilegal. Cuento  también  sus viajes a Centroamérica tan controvertidos, a  Haití de la dinastía Papá Doc y termino con el viaje a Cuba que todo el mundo pensaba que era el principio de la caída del socialismo; pero el Papa se concatenó tan bien con Fidel, se sintieron los dos tan a gusto, que no pasó absolutamente nada. Fueron esos viajes incómodos de Juan Pablo II  que  cubrí como corresponsal de DPA.

En cuanto a Fidel Castro, mi primer encuentro   fue cuando él llegó a México, 30 años después de su partida en el Granma. Nos citaron a los corresponsales  y llegando nos dijeron que el entrevistado era Castro.  Esa noche hubo una cena de Fidel con López Portillo y con los periodistas que no seríamos más de 15. Y Castro comenzó a recordar su época en México, donde  él llegó para armar la guerrilla después de ser  liberado de su condena  por el asalto del 16  de julio. Se acordó del Che, del Granma, de la revolución. Estuvimos escuchándolo hasta las cinco de la mañana.

Después  me tocó volverlo a ver en Cuba. Es una  semblanza complicada, larga,  porque él es un personaje que polariza. Si muestras un lado positivo o negativo, te van a cuestionar.

Este y otros libros demuestran que un periodista nunca se jubila, ¿en qué trabaja ahora?

Ahora estoy trabajando otro libro para el  próximo año, también autobiográfico, sobre la cobertura de conflictos armados: la guerra sucia en Argentina, la guerra centroamericana, Chiapas, el periodo especial en Cuba, que es otra forma de guerra, y los primeros atentados  yihadistas en Europa que también me tocó cubrir.

Son otras facetas del periodismo. Con la jubilación dejas la coyuntura para hacer otra cosa. Yo creo que hay momentos para todo, y  hay siempre cosas que contar. Ya lo he dicho ya con el libro La Guerrilla que contamos: un periodista cuando cubre algún acontecimiento importante siempre vive dos historias: la  que cuenta y escribe para sus lectores; y la historia que vive para contar esa historia. Entonces lo que estoy haciendo es el reportaje del reportaje.

¿Cómo evalúa al actual periodismo boliviano?

En todas partes hay buen periodismo y mal periodismo,  buenos periodistas y malos periodistas, buenos medios y malos medios. Pero hay un hecho: la prensa boliviana no tiene recursos y es difícil  hacer algo sin dinero. Hay gente  talentosa que no tiene posibilidades ni de roce: por ejemplo en los alegatos en La Haya estaba acá toda la prensa chilena;  lo lógico era que nosotros enviemos  periodistas bolivianos a Chile, pero no hubo recursos.

Lo que sí  me preocupa es que  los propios periodistas no lean, a veces ni periódicos.  No puedes hacer buen periodismo si no lees buen periodismo. También sostengo que este es un oficio que se aprende. Al periodismo escrito lo va a salvar el buen periodismo y allí no hay nada que inventar.

41 esbozos biográficos de gente poco común

Semejanzas: Esbozos biográficos de gente poco común recoge las historias de vida  de 41 personajes, en su mayoría bolivianos, “que lo único que tienen en común es, precisamente, que son poco comunes”, resume el autor del libro, Juan Carlos Salazar.

La obra, publicada por Plural, se presentará este jueves  7 de junio en el auditorio VIP de la Biblioteca de la Universidad Católica Boliviana (calle 2, Obrajes,).  Y el sábado 9, en la Feria del Libro de Santa Cruz.

Las semblanzas se dividen de acuerdo con la actividad de los personajes. En el área  de Cultura figuran: Enrique Arnal Velasco: Quico a la arrabbiata; Pepe Ballón Sanjinés: El héroe anónimo; José Bayro Corrochano: El carnaval de la vida: Luis Ramiro Beltrán Salmón: El adelantado;  Héctor Borda Leaño: Con el idioma de la rabia; Robert Brockmann: El recreador de la historia; Amalia Decker: Protagonista de tragedias reales, creadora de ficciones.

Gabriel García Márquez: Un boliviano de corazón;  Manuel Leguineche: El descubridor de la “República del Quiquibey”; Hugo Rodas Morales: Marcelo Quiroga, biografía de una fascinación;  Juan Rulfo: Un tal Rulfo…; Gregorio Selser: El cronista de Sandino; Mario Vargas Llosa: Entre “dictaduras perfectas” y democracias imperfectas;  y Luis Zilveti Calderón: El músico del silencio.

“La semblanza de Arnal resulto breve pero no quise tocarla porque cuando uno siente que un texto está redondo es mejor no tocarlo”, comenta Salazar.

En el área de Sociedad incluye  semblanzas de: José María Bakovic: El hombre de las cábalas; Domitila Barrios de Chungara: La mujer símbolo; María Barzola: Fundadora de la saga de luchadoras mineras; Luis Espinal: La noche de los desalmados; Liber Forti: El “luchador amoroso por la justicia”; José Gramunt de Moragas:  “Navigare necesse est, vivere non est necesse”. Liber Forti fue un gran amigo e influencia en mi niñez en Tupiza.

Con Espinal tuve una relación singular: “él era mi subalterno en Fides y también mi catedrático en la universidad”, comenta Gato y añade: “Lucho era un hombre sencillo, tímido, nunca quería estar por encina de nadie. A los tres días de su asesinato, mataron  al obispo de San Salvador, a monseñor Romero, y Espinal  pasó  al segundo plano. En su humildad hasta en el martirio cedió protagonismo”.

También están los retratos de Juan Pablo II: El viajero incómodo; César Luis Menotti: El “filósofo” del fútbol y… la política; Augusto Montesinos Hurtado: El Canalla ; Reynaldo Peters : Un canto a la libertad en papel higiénico; Gustavo Sánchez Salazar: El hombre que sabía demasiado. “El Chino Sánchez  es el periodista que  arrestó a Klaus Barbie cuando fue subsecretario de Gobierno. Se lo veía mucho en Cuba y  los amigos lo llamábamos ‘nuestro hombre en La Habana’”, dice el autor.

En Política están: Salvador Allende: El “héroe romano”; Gloria Ardaya: Una mujer agradecida con la vida; José Chingo Baldivia: “¡Qué felices somos!”; Fidel Castro Ruz: El  superviviente; Roger Cortez Hurtado: Los “12 apóstoles” de los años de fuego; Filemón Escóbar: Filippo, el vendaval; Loyola Guzmán: Un  encuentro en la selva “entre damas y caballeros”; Cayetano Llobet: Así nomás había sido… Tano; Carlos Mesa Gisbert: Testigo, cronista y protagonista de la historia; Víctor Paz Estenssoro: Paradigma de una época; José Antonio Quiroga Trigo: La saga de los Quiroga Santa Cruz; Marcelo Quiroga Santa Cruz: La última campaña; Simón Reyes: Un hombre “curtido ante la muerte”; Eduardo Rodríguez Veltzé: Un negociador pragmático en busca del tiempo perdido, y Hernán Siles Zuazo: De puño y letra, al borde del abismo.

Página Siete –  3 de junio de 2018

Semblanzas al estilo del ”Gato” Salazar

Mauricio Quiroz

Ajetreado por su nuevo libro, Juan Carlos el Gato Salazar ya sabe que su nueva obra superará las 350 páginas con más de una veintena de semblanzas o “aproximaciones” a personajes que conoció a lo largo de su carrera periodística que comenzó a finales de los sesenta a bordo de la Agencia de Noticias Fides (ANF).

De esos años mozos del periodismo, Salazar recupera, por ejemplo, a Luis Espinal, el sacerdote jesuita que fue asesinado en marzo de 1980, cuatro meses antes del golpe de Estado que dirigió Luis García Meza. “Lucho era tímido y modesto. ‘¿En qué puedo ayudar?’, dijo, a manera de presentación, el día que llegó a la redacción de Radio Fides (donde también funcionó la ANF). ‘Es un tío listo’, nos había advertido en la víspera el director, José Gramunt, jesuita como él. Era una manera de decir que no venía a aprender, sino a enseñar. Pero él no pedía nada ni daba instrucciones a nadie. Se ponía a disposición de todos, pese a la bisoñez de sus colegas, porque, como ya se sabe, su filosofía consistía en gastar la vida —y los conocimientos— en los demás”.

De hecho, los textos del Gato Salazar reflejan, de cierto modo, varias de las facetas de su recorrido por las rutas del oficio que lo llevó hasta la jefatura del servicio en castellano de la agencia alemana DPA. Por eso es que entre estos artículos aparecen personajes como del líder cubano Fidel Castro, “el superviviente”: “Nada le gustaba más que evocar sus glorias y hazañas en la conquista del poder. ‘Fue una empresa de locos antes que de estrategas militares’, nos dijo al recordar el día que se embarcó en el Granma en el puerto veracruzano de Tuxpan, el 25 de noviembre de 1956, para iniciar la lucha revolucionaria en la Sierra Maestra. Fidel Castro, el superviviente, hablaba con un reducido grupo de periodistas en la isla de Cozumel durante la sobremesa de una cena, aderezada de añoranzas y nostalgias, con el presidente mexicano José López Portillo como anfitrión, que se prolongó hasta la madrugada. Era mayo de 1979”, cuenta.

“La semblanza, uno de los géneros más atractivos del periodismo, requiere de un tono y un hilo conductor. Son las anécdotas, entendidas como sucesos circunstanciales, las que conforman el derrotero de esa gran crónica que es la vida, y es el entorno el que da sentido a esos pequeños acontecimientos. En todo caso, la semblanza no es una historia de vida, como se supone, ni siquiera un perfil, sino una visión fugaz, la percepción del destello de una trayectoria, un trazo que apenas insinúa contornos y contextos, sin precisar facciones ni semblantes. No es, pues, una fotografía, sino apenas una apariencia”, señala Salazar en la introducción del libro que será presentado el miércoles 6 de junio.

Esta entidad, la decana del gremio periodístico del país, galardonó a Salazar en 2016 con el Premio Nacional. Ese mismo año había dejado el ejercicio activo del oficio tras dirigir la ANF, donde comenzó, y Página Siete. En 2017, cuando se cumplieron 50 años de la muerte del Che Guevara, presentó La guerrilla que contamos, junto a sus colegas y amigos José Luis Alcázar y Humberto Vacaflor. El tomo fue un éxito editorial. El Gato espera, en este caso, dar un buen testimonio de su credo: contar esas historias reales, crudas y relevantes, pero esta vez desde la sabiduría de su experiencia que ayuda a comprender de mejor manera la historia y sus contextos.

Un poco más modesto, el autor anota que su nuevo aporte es en realidad una serie de “aproximaciones” a la vida de un puñado de personajes a los que se vinculó por amistad, “en la mayoría de los casos”, o por simples relaciones profesionales “en todo caso, circunstanciales”. Además, el cronista de estas semblanzas también pinta a través de sus escritos sus propias vivencias. La obra también incluye retazos de algunas conversaciones que se presentan a manera de entrevistas. La idea, según dice, es reflejar a los elegidos desde sus propias opiniones.

“Los personajes no han sido elegidos al azar. La selección tiene que ver, como todo lo que ocurre en el periodismo, con la pertinencia noticiosa. Ha sido su fugaz asomo a la actualidad mediática, en algunos casos, o esa última anécdota vital que es la muerte, en otros, lo que ha llevado al memorioso a recuperar estos pedazos de vida, que tienen más sentido de testimonio que de homenaje. Antes que semblanzas, prefiero llamarlas apariencias —a sabiendas de que las apariencias (casi) siempre engañan—, porque simplemente son eso, percepciones, apuntes elaborados a imagen y semejanza de alguien”, explica el periodista.

Leer los escritos del Gato Salazar es una experiencia gratificante y altamente ilustrativa. Y es que estas semblanzas plantean también “unas aproximaciones” a escenarios variopintos que, en suma, ayudan a comprender el presente, a mirar a los personajes de estos años como el resultado de una historia siempre inconclusa.

La Razón – 27 de mayo de 2018

El Che fue protagonista en la literatura boliviana en 2017

Manuel Filomeno /  La Paz

Ernesto Che Guevara fue protagonista en la literatura boliviana el año pasado. Se publicaron al menos ocho libros sobre la vida  del guerrillero, en conmemoración del medio siglo de su paso por Bolivia y su muerte a manos del Ejército en La Higuera.

De esa inusualmente vasta producción bibliográfica, destaca la obra del renombrado periodista y exdirector de Página Siete, Juan Carlos Salazar, quien junto a José Luis Alcázar y Humberto Vacaflor publicaron La guerrilla que contamos. Historia íntima  de una cobertura emblemática (Plural, 2017). El texto  resume las coberturas periodísticas que los tres hombres de prensa realizaron en 1967, durante el periplo boliviano del guerrillero.

En el libro, que fue el más vendido en la Feria del Libro, los periodistas  incluyen  crónicas y  una colección de fotos y documentos  inéditos de   la cobertura que se hizo a    la guerrilla del Che Guevara.

En una entrevista con motivo de la presentación del libro, Alcázar señaló que el  libro fue una  oportunidad de recordar, como dice el subtítulo, “una cobertura emblemática”, además de añadir que cada uno de los autores comparten en la obra varias anécdotas personales que  sucedieron en la cobertura de este  acontecimiento que se convirtió también en noticia internacional. “Además de actualizar alguna información sobre lo que motivó a Guevara a preparar un movimiento armado en Bolivia para hacer la revolución en su patria, Argentina”.

Por su parte, Página Siete se sumó al aniversario con dos libros: El Che, una cabalgata sin fin y Che: Miradas Personales.

El primero de ellos, dedicado a las historias no contadas del personaje latinoamericano por excelencia, fue  elaborado por un equipo multidisciplinario  de  periodistas de este medio   e investigadores, como:  Gonzalo Mendieta, Luis González, Mery Vaca, Liliana Carrillo, Carla Hannover, la directora del periódico, Isabel Mercado, y el exdirector Juan Carlos Salazar.

“Este libro es un  reportaje profundo sobre la guerrilla.  Es  fundamentalmente un trabajo  periodístico. Hemos intentado hacer una relectura completa de los hechos. No se trata de un homenaje a la memoria del Che ni tampoco una  crítica a si fue acertada o no su aventura en Bolivia”, dijo Mercado en la presentación del texto durante la XXII Feria Internacional del Libro de La Paz.

Por su parte, Vaca, la subdirectora de Página Siete, señaló que  en la obra se plantea preguntas como: ¿Qué pasa ahora con  el pensamiento del Che?  y ¿qué ocurre con las dudas y las interrogantes  que han existido a lo largo de la historia y  que, pese al tiempo, no se han podido resolver? “Por ejemplo, yo escribí una historia sobre los rangers; he entrevistado a los rangers que han combatido en  contra del Che. Ellos se sienten abandonados  y discriminados en una coyuntura como la actual. Por lo tanto, se puede ver el otro lado de la medalla, no de  la de los guerrilleros, sino la de los soldados bolivianos”,  contó.

El segundo libro publicado por Página Siete (junto a  Plural Editores) Che: Miradas personales reúne textos que expresan la particular mirada de 20  autores sobre el guerrillero muerto hace 50 años. Además de ensayos, testimonios y crónicas la obra incluye obras de ficción escritas por    autores de la talla de  Áex Aillón Valverde, Gloria Ardaya, Daniel Averanga, Javier Badani, Rosario Barahona, Robert Brockmann, y Willy Camacho, entre otros.

Muchos de los autores convocados decidieron esbozar la  imagen que guardan del Che en   ensayos,  testimonios o  crónicas. No obstante, otros escribieron textos de ficción inspirados en la figura revolucionaria.

En ellos el Che funge como protagonista, como referente o como evocación de tiempos lejanos en los que se construían utopías por las que algunos estaban dispuestos a dar la vida.

La Guerrilla del Che, ayer y hoy de Eduardo Machicado  fue otro de los libros publicados en 2017 sobre la figura del argentino y está basado en los escritos de Humberto Vázquez Machicado  y la prensa de la época, además de libros escritos sobre la guerrilla y otros autores.

Otro de los libros que se presentó el año pasado fue  El asesinato del Che en Bolivia. Revelaciones de los autores cubanos Froilán González y Adys Cupull, quienes en su investigación denuncian el papel de  Estados Unidos y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la eliminación del Che.

Otros libros exploran la figura de Guevara a través de las personas que compartieron con él, como es el caso de Desencuentros en la orilla, una novela sobre la vida del guerrillero beniano Freddy Maymura Hurtado, un estudiante de medicina en Cuba que fue ejecutado en 1967, cuando integraba la retaguardia de la guerrilla del Che Guevara. El libro fue escrito por su sobrina, la periodista Vania Solares.  

Otro de estos volúmenes es el escrito por el abogado e investigador Tomás Molina Céspedes quien  publicó Chato Peredo, el último soldado del Che, en el que reúne siete entrevistas realizadas a Osvaldo Chato Peredo entre agosto de 2012 y mayo del año pasado.

También en esta línea está el libro Regis Debray, entrevista y textos de Marcelo Quezada quien explora la figura  del filósofo marxista francés, autor de varios textos sobre Guevara, quien llegó a Bolivia para entrevistarse con el guerrillero y al que, una vez capturado por el Ejército, se le llegó a acusar de haber dado información que llevaría a la captura y muerte del Che por parte de los militares.

Las obras más vendidas en la FIL

La guerrilla que contamos. Historia íntima de una cobertura emblemática se convirtió en el libro más vendido de la XXII Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL). La obra, editada por Plural  y escrita por los periodistas José Luis Alcázar, Juan Carlos Salazar y Humberto Vacaflor se agotó un día antes de la clausura de la FIL, en agosto de 2017.

La primera edición de este texto contó con 500 ejemplares, que se vendieron sin pausa durante los 12 días de la feria.

Por otra parte, Che: Una cabalgata sin fin, publicado por Página Siete, fue otra de las obras de mayor demanda en la FIL, vendiéndose más de 250 ejemplares durante los días de la feria.

Página Siete –  7 de enero de 2018

Cincuenta años después: “La guerrilla que contamos”

Gloria Helena Rey, Especial para EL TIEMPO

No siempre se tiene la suerte como reportero de vivir momentos únicos en la historia de un país y, mucho menos de una región, pero los periodistas bolivianos Juan Carlos Salazar, José Luis Alcázar y Humberto Vacaflor recibieron ese regalo del destino y acaban de publicar ‘La guerrilla que contamos’, narración de sus vivencias en el cubrimiento de la guerrilla que comandó en Bolivia el guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara, hace 50 años.

El hecho marcó la historia de Bolivia y la de América Latina, donde la figura del Che sigue siendo un ícono, como en el resto del mundo. El famoso retrato que le hizo al Che el fotógrafo cubano Alberto Korda, en 1960, y cuyas reproducciones se ven hoy en universidades públicas y privadas del continente y en toda clase de suvenires.

El libro cuenta, sin apasionamientos, lo escrito en la piel de nuestro continente por el Che y su proyecto de vida, que siguen vivos en nuestra historia.

Después de medio siglo de su muerte, el mito pervive porque lo sucedido en Bolivia se mantiene como un secreto de Estado, que solo se revelará cuando se den a conocer archivos confidenciales de Cuba, la ex-URSS, algunos de la CIA y del ejército boliviano.

El relato de 280 páginas, editado por Plural Editores, agotó dos ediciones en dos meses. Incluye documentos y fotos inéditas de personalidades de la talla del filósofo y escritor francés Régis Debray (exconsejero del presidente François Mitterrand), detenido por el ejército boliviano en la población de Muyupampa tras reunirse con el Che, en 1967, después condenado a 30 años de cárcel, bajo el régimen presidencial del general René Barrientos (1964-1969), y finalmente amnistiado y liberado en el gobierno del presidente Juan José Torres, en 1970.

Figuran también la famosa periodista italiana Oriana Fallaci y la modelo Michèle Ray, esposa del famoso director de cine franco-griego Costa Gavras, entre muchos otros.

Juan Carlos Salazar, uno de los autores de ‘La guerrilla que contamos’, a quien EL TIEMPO entrevistó, comenzó a escribir sobre el Che y su guerrilla boliviana cuando tenía apenas 21 años y hacía el cubrimiento para las Agencias de noticias Fides y DPA. Debray, como Fallaci, le escriben a Salazar con cariño, recordándole su aprecio y resaltando sus cualidades como la de “… todos los que luchan con honradez desde adentro…”, como le dice Debray, o la divertida nota en la que Fallaci se suscribe como “tu devotísima y nunca consumada amante”.

Alcázar y Vacaflor, los otros dos autores del libro, trabajaban en la época para el periódico Presencia.

Salazar fue el primero en llegar a la zona de conflicto en marzo de 1967. Él cubrió la detención y juicio de Debray y del argentino Ciro Bustos, miembros de la red subversiva guevarista.

Alcázar dio la primicia mundial de la captura del Che “vivo y herido” el 8 de octubre de 1967. Y Vacaflor, expulsado dos veces de la zona militar e incluso amenazado con un juicio tras ser acusado de formar parte de la campaña para la liberación de Debray, fue quien reveló el robo de los diarios del Che, años después.

Los tres fueron enviados por sus respectivos medios hace 50 años a la zona del río Nancahuazú, en el departamento de Santa Cruz, días después de que las autoridades bolivianas informaron del primer combate entre los militares y la guerrilla.

Alcázar también fue el único reportero que estuvo presente en las operaciones militares contrainsurgentes de la época y el primero en descubrir la farsa montada por Barrientos sobre la supuesta muerte en combate del Che, pues, además, tocó su cadáver en la lavandería del hospital de Villegrande, donde fue llevado después de la ejecución y notó que aún todavía estaba tibio. “Sentí un escalofrío, un estremecimiento. Aún estaba caliente”cuenta en el libro. También fue el primero en comprender, después de hablar con los soldados que custodiaban al Che, que no solo fue ejecutado por Mario Terán, sino que fueron tres los militares que participaron en su asesinato.

Reportaje del reportaje

Reportaje del reportaje

“Todo acontecimiento periodístico tiene dos historias –precisa Salazar–: la que uno cuenta a sus lectores y la que vive para contar ese hecho. Este libro cuenta los entretelones de esa cobertura. El libro está dividido en tres partes, cada una de ellas escrita por uno de los coautores. El título de mi parte, ‘Entre guerrilleros escurridizos, censores militares y atractivas espías’, da una idea de su contenido”.

Señala que su colega José Luis Alcázar, el único periodista que participó en combates, y quien tocó la mano del Che, minutos después de su ejecución.

“A las cinco de la tarde llegó el helicóptero con el cadáver del Che. Ahí estaba el cuerpo del guerrillero, envuelto con una frazada o cobija militar. Un círculo de soldados resguardaba el helicóptero, evitando que la muchedumbre, que se había dado cita en la precaria pista, se acercara a la nave. Ahí estuve. A mi lado, un agente de la CIA, el cubano Gustavo Villoldo, alias capitán Eduardo González. Villoldo rompió el cerco militar y yo aproveché y juntos corrimos hacia el helicóptero. Mientras Villoldo-González levantaba la cobija para ver el rostro y jalarle la barba y decirle: “¡Por fin has caído!”, yo vi una de las manos del Che que aparecía a un costado de la improvisada camilla en el patín del helicóptero. La tomé y sufrí un escalofrío, un estremecimiento. Estaba caliente. Había muerto recién…”, explica Alcázar en el libro

Sobre el filósofo Debray, dado por muerto por el gobierno de Barrientos, se cuenta que Hugo Delgadillo, reportero y colega de los autores del libro, le salvó la vida. Delgadillo envió a La Paz una imagen de Debray y otros detenidos, la cual fue publicada por el diario ‘Presencia’, provocando un escándalo y una campaña mundial por su liberación, en la que intervinieron el presidente Charles de Gaulle, el papa Pablo VI, el filósofo Jean-Paul Sartre y el novelista André Malraux, entre otros.

Para Salazar, esa foto sentenció a muerte al Che, pues, tras ese incidente Barrientos decretó una guerra de ejecuciones, sin prisioneros, contra la guerrilla.

Por eso, al ser capturado el 8 de octubre de 1967, el Che fue ejecutado por los militares al día siguiente en la pequeña localidad de La Higuera, departamento de Santa Cruz, y sus restos enterrados en secreto en Villegrande, a 60 kilómetros de allí y solo encontrados 20 años después, tras innumerables investigaciones.

Vacaflor, el otro autor del libro, cuenta cómo lo persiguió el fantasma del Che hasta Londres, donde fue convocado por la empresa rematadora Sotheby’s para que certificara la autenticidad del diario de Guevara, que pretendía rematar por encargo del militar que robó el documento.

Reflexión

Reflexión

‘La guerrilla que contamos’ es, también, una reflexión sobre lo sucedido y las consecuencias políticas de la guerrilla en Bolivia, que polarizó y radicalizó a la juventud de la época. Porque sin la acción del Che no se explican los gobiernos progresistas de los generales Alfredo Ovando Candia (1969/70) y Juan José Torres (1970/71), quienes combatieron al Che y, según los testimonios, decidieron su ejecución.

Ovando era Comandante en Jefe de las FF. AA. y Torres Jefe del Estado Mayor. La guerrilla polarizó a la sociedad boliviana y radicalizó a muchos sectores sociales, pero también permeó al Ejército, que se sintió interpelado por las injusticias económicas y sociales que agitó el Che como banderas.

“Ovando tomó el poder en septiembre de 1969, nacionalizó el petróleo (Gulf Oil Company) y prometió una nueva revolución. Cuando la derecha militar intentó derrocarlo”, explica Salazar.

En el caso de Torres, afirma que hizo un gobierno más de izquierda. “Bajo su mandato se reunió la Asamblea Popular, conocida como el Sóviet boliviano, una suerte de parlamento integrado por obreros, campesinos y estudiantes que intentó disputarle el poder. Ante la radicalización, el coronel Hugo Bánzer Suárez lo derrocó en un golpe el 21 de agosto de 1971”.

La polarización no fue solo en Bolivia. En Perú gobernaba otro militar de izquierda, Juan Velasco Alvarado (1968/75) y en Chile Salvador Allende (1970-73). “Fue el signo de esos tiempos”, recuerda.

Anota que ni la guerrilla del Che ni otras que nacieron en los 60 y 70 cambiaron en algo la opresión de los pueblos de América Latina, pues “tuvieron como correlato las dictaduras militares, con su dramáticos saldos de torturas, asesinatos, desapariciones y descabezamiento de las izquierdas y movimientos populares, sino porque muchas de sus reivindicaciones sociales siguen vigentes, a pesar de que algunos líderes políticos, como el presidente Evo Morales, se reclaman como seguidores del Che”.

Desmitificaciones El libro desmitifica parte de la historia oficial respecto de la figura del Che y de la guerrilla que comandó en Bolivia. Por ejemplo, su categorización como estratega político y militar. Alcázar desmenuza los fracasos militares del argentino, quien llegó a Bolivia después de su primer gran descalabro político militar en el Congo en 1965, a donde fue enviado por Fidel Castro para establecer, en el corazón de África, una plataforma contra “el imperialismo yanqui” y “el neocolonialismo continental”.

No pudo. ¿Por falta de preparación, por conocimiento superficial de la situación o desconocimiento de la mentalidad de población o todo a la vez? Igual pasó después en Bolivia. “El Che no entendió el contexto político y social boliviano al elegir el país como escenario de su lucha y tampoco pudo hacer frente a la estrategia militar”, dice Salazar.

Él y Alcázar coinciden en asimilar los dos experimentos como fracasos. En Bolivia encontró a campesinos con los que nunca logró establecer la relación esperada.

“Desde el punto de vista militar, el Che vivió en la selva 337 jornadas de penurias, acosado por el asma, el hambre, las diarreas y las calenturas; aislado, cercado y perseguido por las tropas del Ejército”, escriben en su libro.

Quedó consignada en el diario del Che: “Sigue sintiéndose la falta de incorporación campesina”.

“Desde las primeras semanas de la campaña, también había perdido todo contacto con la incipiente red urbana, que nunca llegó a funcionar, e incluso con La Habana”, se afirma en el libro.

La idea del Che era utilizar Bolivia para crear una escuela, una célula madre de guerrilleros, que se expandirían hacia otros países. Pero los autores recuerdan que menospreció a grupos internos que pudieron apoyarlo dentro de Bolivia, como el Partido Comunista, y subestimó al ejército y al gobierno bolivianos. Se amparó en la supuesta debilidad del gobierno de Barrientos.

En la época de la guerrilla del Che comenzó a escribirse en América Latina, con el apoyo de Estados Unidos, uno de los capítulos más sangrientos de la historia continental con golpes militares, asesinatos, desapariciones y torturas en Paraguay y Brasil en los años 60 y después, en los 70, en Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay.

Todo planeado desde la Escuela de las Américas y después, con la creación regional de uno de los procesos represivos más criminales de nuestra historia, la llamada Operación Cóndor, que se articuló en el marco de la Guerra fría global. En esa atmósfera de represión y miedo surgieron las guerrillas como una respuesta política a las dictaduras militares en el Cono Sur, o, como en el caso de Colombia, a la expropiación de las tierras campesinas por terratenientes, en los 60 y 70.

Así se dibujó el mapa de la subversión continental en el que creció la mítica guerrilla de Guevara en Bolivia. “La historia de un gran fracaso”, según el propio Che.

El Tiempo (Bogotá, Colombia) – 9 de noviembre de 2017