El debut literario de Juan Carlos Salazar

Sandro D. Velarde Vargas

Figuraciones, el libro de cuentos de Juan Carlos Salazar abre el tránsito del periodista al prosista, que mediante sus escritos nos transporta a la exquisita poética de los grandes narradores universales que, con gran maestría, empaparon de arte la literatura mundial: James Joyce, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Juan Rulfo.

Estos autores, que de alguna manera, influenciaron desapercibidamente en la narrativa de esta extraordinaria colección de cuentos, congregados en un hermoso libro que incluye figuras de Luis Zilveti, cumplen la misión de reforzar algunas escenas de los siete exquisitos escritos, pulcramente narrados.

El Gato Salazar, como también se lo conoce en el ámbito periodístico, nos descubre el fascinante mundo rural de las comarcas, aún impolutas de modernidad, cargadas de misterios escalofriantes y supersticiones adosadas de un mágico realismo, que, solo el ambiente mítico del mundo rural, a estas alturas casi inexistente, permite, a través del relato y la curiosidad de Casilda, viajar a los confines telúricos. Este cuento, que inicia la serie de relatos, penetra por ese mundo circular de ensalmos.

Sugerente, misterioso, lúdico; Casilda juega con la candidez del lector a la par del de la niña en flor a ser desflorada, ese incipiente despabilo de la inquieta puberta y la figura de Nabor, un sirviente manco de malos antecedentes y estampa a desconfiar, nos deja entrever esa doble visión de realidad y ficción: la del mundo de los duendes que se les aparecen a las mujeres y a los niños que “se comportan como wawas para ganarse la confianza de las imillas” y el mundo cruel y real del erguido Manco, tal cual lo describe Oscar Wilde distinguiendo el relato inventado del relato posible, cuando explica que “hay dos mundos: el que existe sin que se hable de él … y se le llama el mundo real, porque no hay necesidad de hablar de él para verlo, y el otro el mundo del arte, del que es preciso hablar, pues sin ello no existiría”.

Esos dos mundos es por donde ha transitado Salazar en sus relatos: el mundo real “objetivo” de la crónica periodística y el mundo de la semblanza, género poco trabajado en nuestro medio, que en su libro Semejanzas (2018) ya dejaba entrever los dotes de narrador, sobre todo los retratos periodísticos que marcaron la carrera del cronista.

Salazar, como buen editor, hace gala de su narrativa breve, empleando una ficción clara y precisa, sin trampas, fluida y exacta; donde ninguna palabra está demás. Esa economía de artilugios devuelve al género del cuento su riqueza primigenia, es como un paisaje interior donde se movilizan los personajes como entidades metafóricas, sin finalidades inmediatas y lógicas racionales, es, ese intimismo del autor el que busca alejarse de una secuencia lógica, ahí el gran acierto de la incursión de Juan Carlos en la ficción.

Los delicados zarpazos de gato, que el Gato Salazar a lo largo de sus siete cuentos distribuye a diestra y siniestra, contienen diversas estructuras narrativas, algunas diluidas en segunda persona, otras musicales y poéticas que juegan con el tiempo y las circunstancias, algunos testimonios nos hablan y al oído, otros se presentan reflexivos en torno de las utopías asesinas y retorcidas de algunos “guerrilleros” tal el caso en el cuento Aquí vive la muerte.

La narrativa y el relato paralelo, invisible en el cuento titulado ¿Acaso crees en Dios?, el mejor relato para mi gusto, camuflan pasajes bíblicos casi al estilo de Benito Pérez Galdós, rompiendo toda convencionalidad de las sacras escrituras, llevándonos por un mundo católico y caótico, de múltiples voces que laceran al protagonista, salpicándonos el terror de Jesusito, aspirante a salvador y torpe boxeador, que quiere parecerse al “Gran púas” un pugilista de cuarta, borrachín y mujeriego. Es ahí donde el humor desemboca, atenuando la vía crucis del protagonista, cercano a la pasión de las escrituras bíblicas.

Pero más que los latigazos recibidos y los baldazos de agua helada propinados por los tiras, buscando hacerle “cantar” en una asquerosa y mugrienta “chirola”, ubicada ¿quién sabe dónde?, quizá mexicana, quizá boliviana –al fin esos lugares, con sus tenebrosos y grises personajes, son iguales en el primer y el último mundo–.

Pero la que más heridas propinó durante el relato, fue la martillante voz de su madre, quien repite como una descosida, una y otra vez: ¿Acaso crees en Dios?; mientras el autor, otro gran acierto del relato, recrea su niñez y juventud con remembranzas de sus ídolos en la voz del que remeda al Nazareno, cuando se refiere a Cassius Clay pero con gracia desbordante, lleno de humor popular, que parte de una sonrisa hasta la carcajada estruendosa: “Ni qué decir de Clay (dice el protagonista). Un día lo presentaron a la prensa como el más grande y el mejor de todos los tiempos, pero ya andaba muy jodido, con el tambladerani en las manos”; o cuando cuenta la vida del mítico luchador mexicano “El Santo”, el enmascarado de plata: “Lo enterraron con la máscara puesta. Dicen que no se la quitaba nunca, ni para dormir, ni siquiera ante su mujer, que ni él se acordaba de su cara porque hasta se afeitaba con la luz apagada”.

Estas ocurrencias, muy parecidas a la realidad, además de un dominio perfecto del léxico mexicano, y de otras latitudes, donde Salazar paseó su periodismo y afinó su oído a la sensibilidad del hablar popular, confieren al relato una verosimilitud íntima casi Rulfiana.

No podía dejar al margen los acontecimientos que vivió de cerca el Gato Salazar cuando estuvo cubriendo la campaña del Che en Bolivia, imagino que a lo largo de su vida el escritor se preguntaba, además de las balas, ¿qué atravesó el cuerpo del guerrillero argentino?, ¿qué imágenes pasaban, por la mente del Che, en aquella lejana escuelita de La Higuera? El espejo, título que cierra Figuraciones nos acerca a las figuraciones confusas de identidad, de lugar y de tiempo del agónico Guevara. El reflejo del espejo representa esa mirada interior que el Che, en su agonía, ve trepidantemente pasar: “No soy yo” es la respuesta delirante que se responde mientras otros espejos reflejan, pasajes de sus múltiples identidades. Gran debut de Salazar en las letras.

https://www.paginasiete.bo/letra-siete/el-debut-literario-de-juan-carlos-salazar-NL2904953

Página Siete – 19 de junio de 2022 

“Figuraciones”, la dimensión de los asombros

Marcia Batista Ramos

En este junio no quisiera dejar pasar el libro de cuentos “Figuraciones,” que está en la 23 Feria Internacional del Libro de Santa Cruz de la Sierra.

El escritor Juan Carlos Salazar, en su libro de cuentos “Figuraciones”, traza con precisión de relojero, el trayecto de la vida que muestra a todo momento la dimensión de los asombros, invitándonos a leerlo.

En su retina de periodista experto, se impregnaron muchas historias a lo largo de los años del ejercicio profesional, que escurrieron por su pluma de escritor en una prosa muy agradable, que atrapa. Porque el autor sabe usar las palabras necesarias y útiles, haciendo que sus letras sean sentidas y claras.

“Figuraciones” es un libro que recomiendo, porque está muy bien trabajado y abre puertas a ciertas realidades del siglo pasado, que hacen parte de nuestra historia y es necesario tenerlas presente, no desde un frío libro de historia con fechas y nombres, empero, desde la luz del alma de los personajes que la vivieron y que el escritor Juan Carlos Salazar rescató desde el pozo de los tiempos, para recordarnos que somos seres hechos de memorias.

Estoy segura que el autor de “Figuraciones” logró abrir la puerta de algún pasadizo hacia un paisaje sin murallas dónde la realidad y la ficción se funden, dejando como resultado una buena literatura.

7 de junio de 2022

Blog Inmediaciones – Comunicación y Periodismo

“Reminiscencias bellamente formuladas y con un estilo personalísimo”

Rosángela Conitzer de Echazú

Quiero empezar refiriéndome al título que se me ha esclarecido al ir leyendo el  contenido. Estas tus “figuraciones” encajan perfectamente en la psicología de la Gestalt. Esta palabra ha sido traducida con múltiples acepciones, desde forma hasta configuración, pero, después de leer tu “bitácora de vida” me parece que Figuraciones es la palabra más correcta porque abarca la figura, pero también la figuración que es una elaboración absolutamente personal de vivencias, experiencia, recuerdos, fantasías que a veces nacen del fondo de un subconsciente personal y colectivo.

Tenemos que estar agradecidos por las múltiples oportunidades y por los mundos que nos ha abierto la vida. Te ha tocado vivir en diferentes países, mentalidades distintas, compartir con tantas personas a lo largo de los años y tengo la impresión que tú no lo has tomado como algo obvio o transitorio, sino tratando de asumirlo como algo que te toca interiormente (otra vez estas palabritas ambivalentes, me toca porque es mi destino y me toca porque me llega). En este sentido es imposible tener todo presente pero hay una “digestión” de todo lo que la vida nos obliga a deglutir que es la que lleva a la sabiduría.

Con seguridad conoces el hermoso libro de Max  Scheler El saber y la cultura que sostiene que el saber son los conocimientos que adquirimos que van transformándose en cultura, cuando ya no los registramos como tales, sino luego de una elaboración personal, esta “digestión” que te menciono y que está presente en todo el libro y que es la causa esa fascinación que atrapa.

Has tenido la suerte de vivir muchos acontecimientos, en varios países, compartir con personas tan variopintas, afines o absolutamente distintas y todo esto  lo ha ido asumiendo conscientemente o sin darte cuenta. Gracias a todo ello han visto a la luz estos cuentos, que en realidad son reminiscencias bellamente formuladas y con un estilo personalísimo que es siempre un gran mérito en el buen escritor.

Esto por un lado, por el otro, nos transmite una serie de circunstancias para nosotros extrañas e ignoradas, incluso palabras y modismos que nos son ajenos o que reconocemos pero no usamos. Esto es también enriquecedor.

Quiero mencionare una observación más. Prácticamente todos los relatos contienen expresiones que son contradictorias o parecerían serlo; sin embargo no distinta a esta contradicción es la vida de cada día, en que nuestras certezas se vuelven endebles, las dudas nos dan una amplitud  para no juzgar a la ligera y vivimos de alguna manera pendular esta dualidad en que estamos inmersos por el mismo hecho de tener tantos ingredientes en nosotros mismos; un cuerpo a veces frágil, otras que nos hacen sentir imbatibles, un alma que goza y sufre y un espíritu que busca más allá de lo que solo intuimos como existente.