El ejemplo más trillado de la Teoría del Caos, muy de moda en los últimos tiempos, es el “efecto mariposa”, según el cual un huracán del Caribe es consecuencia de una cadena de pequeños y sucesivos cambios que se inician con el aleteo de una mariposa en China. Un poema popular inglés lo explica mejor: “Por un clavo se perdió la herradura/ Por una herradura se perdió el caballo/ Por un caballo se perdió el jinete/ Por un jinete se perdió la batalla/ Por una batalla se perdió el reino”. En otras palabras, hechos imperceptibles pueden tener a la larga consecuencias impredecibles.
Alguna vez utilicé esta anécdota para comentar el “caos político” que vivía la Bolivia de Evo Morales como resultado de una cadena de hechos que se fueron complicando en su evolución. Decía entonces que ni el matemático francés Henri Poincaré, uno de los primeros en formular la Teoría del Caos, a principios del siglo pasado, ni su colega y meteorólogo estadounidense Edgard Lorenz, que acuñó el término “efecto mariposa”, conocieron Bolivia ni se ocuparon de sus problemas, pero que sus ideas bien podían aplicarse de manera gráfica a lo que aconteció en el país, desde la idílica alborada del “proceso de cambio” hasta el ocaso de la “revolución cultural”, en un auténtico “efecto mariposa”.
No fue el “aleteo” de una mariposa, sino el de un murciélago, el que me trajo a la memoria el término acuñado por Lorenz y la anécdota del clavo y la herradura. ¿Alguien podía imaginar que el comercio de murciélagos de un pequeño puesto del mercado de la ciudad china de Wuhan provocaría en pocos meses la catástrofe mundial que estamos viviendo?
Menciono el murciélago como origen del coronavirus con las precauciones del caso, apoyado simplemente en lo que se conoce, que es poco, y en las palabras del portavoz de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Fadela Chaib, quien anticipó que “muy probablemente tiene su reservorio ecológico en los murciélagos”, aunque no se sabe “cómo llegó de los murciélagos a los humanos”.
No conocemos a ciencia cierta su origen, pero sí sus efectos devastadores. Sabemos que nació en Wuham y que las autoridades chinas minimizaron en un principio la gravedad de la amenaza y no advirtieron oportunamente a la comunidad internacional sobre la pandemia que se estaba gestado dentro de sus fronteras. El virus infectó en tres meses a más de 80.000 personas y causó la muerte de más de 4.500, antes de expandirse por el mundo. El “aleteo” ha ido cobrando vidas sucesivamente en Asia, Europa y América, con récords cotidianos macabros, hasta llegar a los dos millones y medio de infectados y 180.000 muertos.
El combate a la pandemia está absorbiendo ingentes cantidades de recursos en todo el mundo, el desarrollado y el subdesarrollado, que dejará las arcas públicas vacías y a los países endeudados, en el marco de una recesión global sin precedentes. Una consecuencia imprevista. ¿Alguien imaginó que un día el petróleo llegaría a tener una cotización negativa? Nadie. Y así vamos, de sorpresa en sorpresa, en alas de la mariposa.
Como opinan analistas autorizados de todo el mundo, a la crisis sanitaria seguirá la económica, con caídas del producto interno cercanos a los dos dígitos, según los países y regiones, en una crisis mayor a la registrada en 2008. Y no estamos hablando de mañana, sino de hoy. Todo indica que el coronavirus dejará más pobres que muertos. Es cierto que nadie estaba preparado para esta pandemia, pero también es evidente que algunos países están mejor preparados que otros, no sólo en materia sanitaria, sino también económica, y les será más fácil superar la emergencia.
En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, el presidente del Council of Foreign Relations, Richard Haas, afirmó que “lo que el mundo está viviendo debido al covid-19 es terrible y extraordinario”. No cambiará el curso de la Historia, pero acelerará muchas tendencias que existían antes del virus, “tomarán más velocidad y se volverán más pronunciadas y dominantes”, no sólo en la economía, sino en la salud pública, la tecnología, la defensa del medio ambiente, etc.
El “aleteo de la mariposa” está acelerando esos procesos, en una sucesión que nos provoca vértigo, porque así como el origen del virus es desconocido, sus consecuencias son inciertas. El mundo anterior, tal como lo conocíamos, ha desparecido, y no alcanzamos a intuir el que dejaremos a nuestros hijos. Si es cierto que no cambiará el curso de la Historia, como dice Haas, probablemente cambiará la humanidad. Y, como dijo Marcel Proust, “aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”.
Página Siete – 23 de abril de 2020