Prólogo al libro “Regis Debray, Entrevista y textos”

Marcelo Quezada es un hombre de larga militancia. Su biografía personal se confunde con la historia de la izquierda boliviana y está ligada a muchos de los episodios que vivió su generación, ya sea en los tiempos del auge revolucionario o de la travesía del desierto –en el exilio o la resistencia- que impuso la larga noche de las dictaduras militares. Me lo presentó un amigo común, Liber Forti, y a lo largo de los años descubrimos que compartíamos, sin saberlo, no solo amistades, sino también experiencias de vida.

Durante mis investigaciones y lecturas sobre la guerrilla de Ñancahuazú, me encontré con su nombre en la declaración que formuló Regis Debray a sus captores del Ejército el 8 de mayo de 1967, tres semanas después de su captura en Muyupama, el 20 de abril de 1967. En el interrogatorio, el francés “reveló” los contactos que había sostenido en La Paz antes de entrar a Ñancahuazú para entrevistarse con el Che Guevara. “Además de Moisés Guevara, en La Paz contacté con Marcelo y Guido Quezada, N. Reinaga y N. Echazú; a estos conocía en Bolivia desde 1963”, dijo a los agentes del servicio de Inteligencia del Ejército y la CIA.

Lo cierto es que los hermanos Marcelo y Guido Quezada eran amigos de Debray desde sus épocas de estudiantes, a principios de la década de los 60. Marcelo recibió con sorpresa la declaración del francés, que lo puso en la diana de los servicios de seguridad, pero sabía que Debray no había intentado involucrarlo en una aventura en la que no tenía nada que ver, como era la guerrilla, sino que buscaba eludir la presión del interrogatorio mencionando, precisamente, a personas ajenas a la conspiración. De hecho, Quezada mantiene su relación de amistad con el francés.   

Marcelo Quezada conoció a Regis en la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos de La Habana en 1961, “Año de la educación”, dos meses después de la victoria de Playa Girón. Marcelo militaba en la Juventud del Partido Comunista de Bolivia (PCB), a cuya fundación contribuyó en junio de 1953, como miembro de la Juventud. Como militante comunista fue también el primer becario, a sus 18 años, en la Checoslovaquia comunista. Era comunista, sí, pero sobre todo castrista y guevarista, como era común en la juventud de la época. De hecho, estando en Praga –dominaba el checo-, contribuyó a la instalación de la corresponsalía de la agencia cubana de noticias Prensa Latina (PL), fundada tras el triunfo revolucionario, en 1959, por Jorge Ricardo Masetti y una pléyade de periodistas de fuste encabezados por Gabriel García Márquez, Rogelio Pajarito García Lupo, Carlos María Gutiérrez y otros.

También conoció en Europa a la venezolana Elizabeth Burgos, que años después se convertiría en la compañera de Regis, con quien se casaría en la prisión de Camiri. La conoció en Munich, en 1962, camino del Festival Mundial de la Juventud (comunista) de Helsinki, al que también asistió Quezada junto con otros jóvenes bolivianos, entre ellos Humberto Vázquez Viaña. El hermano de Humberto, Jorge, conocido como Loro, fue una de las primeras víctimas de la guerrilla del Che tras caer preso y, según varias fuentes militares, ser lanzado vivo desde un helicóptero.     

Durante su primera visita a Bolivia, en 1963, junto con su compañera Elizabeth Burgos, Debray tomó contacto con los hermanos Vázquez Viaña y con Marcelo Quezada. Eran tiempos de radicalización y Regis militaba en el maoísmo. De hecho, realizaba una gira por América Latina con una credencial de la revista francesa pro china Revolución, dirigida por el controvertido abogado Jacques Vergés y financiaba la República Popular China.  

El Partido Comunista Boliviano (PCB), en el que militan los hermanos Quezada y los hermanos Vázquez Viaña,  sufría el desgarramiento del movimiento comunista internacional a consecuencia de las divergencias ideológicas entre China y la Unión Soviética. Los Quezada quedaron alineados en la corriente maoísta, fundadora del Partido Comunista Marxista Leninista (1965), lo que explica también la amistad con Debray, en tanto que los Vázquez Viaña permanecieron leales al comunismo “moscovita”, liderado por Mario Monje Molina, hasta la ruptura con el Che Guevara.

Las divergencias políticas e ideológicas eran tan grandes que, durante su segunda visita a Bolivia, en 1966, esta vez para elegir el terreno de la acción revolucionaria, Debray, que se había alojado con Elizabeth en la casa de los Vázquez Viaña, se vio obligado a mudarse a la vivienda de Guido Quezada, con cuya familia, obviamente, tenía muchas más coincidencias, empezando por sus críticas a la Unión Soviética.

A pesar de su militancia juvenil, durante la cual llegó a ser el responsable de la Círculos Juveniles de Secundaria del PCB, mientras estudiaba en el Colegio Hugo Dávila, y su proximidad a la gente amiga de la Revolución Cubana, como el propio Debray, Marcelo Quezada nunca fue “tentado” para entrar al Ejército de Liberación Nacional (ELN), al que sí ingresó una facción disidente del maoísmo, encabezada por Moisés Guevara.

Sin embargo, junto con otros 18 militantes de su partido, recibió entrenamiento militar en China y Albania en 1967, año en que el Che luchaba en Bolivia, pero no para incorporarse a Ñancahuazú, sino en un proyecto insurgente propio del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML).  De hecho, como él mismo cuenta, en la Academia Militar de Nan Kin le enseñaron que la “base de apoyo” maoísta (campesina) era el “verdadero camino” de la liberación, en el marco de la “guerra popular prolongada”, en contraposición al “foco guerrillero pequeño burgués y aventurero” que protagonizaba  el Che Guevara, al que consideraban un “agente del revisionismo soviético”.

Guevarista y procastrista como era desde su juventud, Marcelo Quezada rompió con el Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) el día en que Fidel Castro afirmó –en la Introducción Necesaria al diario del Che- que Oscar Zamora Medinaceli, líder del maoísmo en Bolivia, era “otro Monje que hacía algún tiempo se había comprometido con el Che a trabajar en la organización de la lucha armada guerrillera en Bolivia, rehuyendo después los compromisos y cruzándose cobardemente de brazos a la hora de la acción, para convertirse con posterioridad a su muerte en uno de sus mas venenosos críticos, en nombre del ‘marxismo-leninismo’”.  En ese mismo documento, Fidel Castro había llamado a Mario Monje “inexperto seso hueco de estrechas miras chovinistas”.

Marcelo no fue un exiliado clásico. Es decir, nunca pisó una embajada para pedir asilo político, sino que, como muchos militantes de su generación, deambuló por el mundo con pasaportes falsos, elaborados en la clandestinidad de la resistencia. Y, claro, en ese deambular, a su paso por París, nunca dejó de frecuentar a su amigo de juventud.

Esa vieja amistad explica la entrevista que le concedió Debray a Marcelo Quezada, tema central de este libro. Su importancia no sólo radica en el hecho de que el francés haya roto el silencio que guardaba desde hace varios años sobre su experiencia en Bolivia (“Ya he pasado página de ese hecho”, ha dicho varias veces), sino el contenido mismo, puesto que, como se verá, incluye información y opiniones novedosas sobre un hecho crucial de la historia de Bolivia y Cuba de la segunda mitad del siglo.

Regis y Elizabeth llegaron a Bolivia de la mano de Liber Forti, a quien conocieron  en Lima, en 1964, recomendados por otro hombre de teatro. Liber, quien se encontraba exiliado en Perú, les habló de Bolivia y de la Federación de Mineros. “Es absolutamente necesario que conozcan Bolivia”, les dijo. Regis describe a Liber como “un hombre fraternal, extraordinariamente fraternal y generoso”.  Luego de una breve detención en Lima durante un acto de homenaje a Mariátegui, cuya libertad contribuyó Liber con sus gestiones, la pareja decide viajar a a Bolivia, donde, según relata Debray en la entrevista, descubre “la solidaridad y amistad a la que hizo referencia Liber” durante sus charlas en Lima.

Gracias a la recomendación de Forti, conocen en Oruro a Juan Lechín Oquendo y Hernán Siles Zuazo, cuando realizaban una huelga de hambre en protesta por los planes reeleccionistas de Víctor Paz Estenssoro. “Comparto una semana con los mineros, bajo la mina, donde fueron mis primeros contactos con la realidad boliviana, que en esos momentos era muy dura. Existía una especie de insurrección larvada. Había mineros muy mal equipados (armados) que chocaban con el Ejército de Bolivia. Participo en esas escaramuzas, y poco a poco voy descubriendo la realidad minera”, relata el francés. “En el fondo –dice-, me doy cuenta que siempre he visto Bolivia a través de la Federación de  Mineros”.

Pero no solamente eso. Gracias a los contactos que le proporciona Liber y Lechin, Debray conoce América Latina: “Cada vez me daban la dirección de un amigo del otro lado de la frontera, era una cadena milagrosa de encuentros personales fundados sobre la confianza y la fraternidad”. De esta manera, según reconoce el francés, llegó a América Latina como maoísta y volvió a Francia como castrista, puesto que se dio cuenta de que “en América Latina el maoísmo no tenía mucho sentido”.

Una de las novedades que aporta la entrevista es la defensa que hace Debray de Fidel Castro ante las acusaciones, veladas o directas, en el sentido de que el líder cubano habría mandado al Che a la muerte o lo habría abandonando a su suerte en Bolivia. “Es totalmente aberrante, es una ignominia, es totalmente aberrante”, le dijo al autor.

“Acá siempre se especuló mucho sobre el caso boliviano. Hay 40.000 libros, 50.000 artículos, 18.000 emisiones de televisión, y aquí, en Europa y en Francia particularmente, hay una versión dominante que señala que Fidel y el Che se hubieran peleado y que Fidel mando al Che lejos, a la muerte. Es decir, primero lo mandó y luego lo abandonó”, recuerda en la entrevista, pero, según dice de manera enfática,  “esto es absolutamente falso”.

“Y puedo decir con toda certeza: antes de mi salida, pasé casi toda la noche, la noche anterior a mi partida, en la casa de Fidel, con él, en su apartamento. Me habló del Che con una ternura, con una simpatía, más que una simpatía, una empatía, verdaderamente de una manera fraternal, intuitiva y lúcida. Fidel me explicó los peligros psicológicos que podrían llevar al Che al sacrificio de sí mismo, pues el Che era temerario, y me dijo: hay que hacer todo lo posible para que no ceda a esta tentación, que es la tentación de la radicalidad, es decir que no tome en cuenta las realidades locales, como si fuera Cuba, púes ya hubo la experiencia del Congo”, rememora el francés.

“Por lo tanto –agrega-, puedo decir que Fidel hizo todo para superar las deficiencias del proyecto y especialmente las diferencias nacionales”. Es más, dice que Fidel hizo mucho para retener al Che, “diciéndole que las condiciones aún no estaban dadas, que tenía que espera”, pese al compromiso que tenía con el argentino-cubano de dejarlo continuar con su camino cuando creyera conveniente. “Verdaderamente, fue realista y lúcido, ya que Fidel es táctico, tiene el sentido de la coyuntura, del equilibrio de fuerzas”.

Asimismo, rechaza la acusación muy difundida de no haber acudido en ayuda de Guevara cuando estaba rodeado por las tropas bolivianas. “Hay personas que dicen: ¿por qué los cubanos no enviaron una columna de auxilio? Es fácil decir, pero, ¿cómo hacerlo? No era posible. Hay que ver las distancia, el terreno, no era posible. ¿Desde el Brasil en helicóptero?”. 

La información y los comentarios tienen importancia debido a que, como se sabe, Debray, después de la severa autocrítica realizada en varios de sus libros, sobre todo en sus memorias (“Alabados sean nuestros señores”, ha roto con su pasado y con, el pasado, con Cuba y el régimen castrista.

Aunque se ha referido varias veces al tema, no deja de ser interesante la información complementaria que aporta sobre la elección de Ñancahuazú como zona de acción de la guerrilla y sobre el fracaso de su implementación social.

Como se sabe, en su segunda visita a Bolivia, a principios de 1966, ya no como periodista ni turista, sino como “agente cubano”, Debray  hizo un viaje de inspección al Alto Beni y el Chapare con la misión de elegir la zona de acción de la futura guerrilla del Che. Él recomendó el Alto Beni, como primera opción o escenario de un primer frente insurgente, y el Chapare, como segunda opción o sede del segundo frente, pero, incomprensiblemente, Guevara no atendió a las recomendaciones y optó por Ñancahuazú, una jungla que, según el francés, era “una zona infernal”, al lado de la cual “la Sierra Maestra es un jardín botánico”.

Al explicar su misión, Debray dice en el entrevista: “Yo exploré dos regiones (tenía una cobertura de sociólogo), una en el Alto Beni. Yo tenía una visión clara, sabía de las características necesarias de una zona guerrillera, esto, yo lo había aprendido en Cuba. No tengo ninguna autocrítica que hacerme, porque lo hice bien. Yo tenía mapas, incluso la exploración de una mina de oro americana en Tipuani. Hice muchas fotos. Incluso la localización de los campamentos militares y descubro que existe aquí una población parcialmente favorable: antiguos mineros que se han instalado allá. Existe, por lo tanto, una conciencia política. Más en el Alto Beni que en el Chapare. Pero, además, la proximidad con La Paz. Las vías de comunicación son buenas, a la vez hacia el Perú. La Paz no estaba muy lejos. En definitiva, era realmente una zona ideal”.

“Luego pasó algo –añadió- que no entiendo, o mejo dicho que… Cuando el Che llega ya había cubanos que se encontraban en Bolivia, y deciden irse hacia el sudeste, lo que evidentemente es por el Che, por la proximidad de la Argentina. Esto fue un redireccionamiento, yo estaba lejos de pensar que fue un rediccionamiento fatal”.

Debray dice que Fidel Castro le dijo que había recibido su informe “muy tarde”, razón por la cual no pudo considerarlo ni discutirlo con el Che antes de su partida a Bolivia.

“A mi entender, primero debería ser el Alto Beni y después el Chapare, y resultó que el Alto Beni sería el segundo frente y el Chapare el tercero”, subraya Debray en la entrevista. Lo que no dice ni comenta es que el lugar que eligió como primera opción fue el mismo escenario, Teoponte, donde fracasaría dos años después el Chato con el segundo contingente del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Es interesante también el análisis sobre el fracaso de la implantación social de la guerrilla, algo a lo que Debray ya se ha referido en sus textos de autocrítica, pero lo que sí resulta novedoso es que el Che también había detectado el problema, aunque demasiado tarde. 

“Había un problema nacionalista, localista, que detecta  el Che”, dice Debray, y relata que el comandante Che sobre el tema con su gente en Ñancahuazú. “Nosotros, los cubanos, somos como el detonador, el ‘cebador’ del cable y de la mecha”, les había dicho, y los bolivianos tenían que tomar en sus manos posteriormente ese combate. “Hubo dos problemas”, reflexiona Debray. “Primeramente, donde había detonador no había carga explosiva, o mejor dicho no había explosión, y segundo, ahí donde había carga explosiva no había mecha para unir a la carga, es decir a los de la federación de mineros de Huanuni y Siglo XX.”

“El Che estaba con el esquema de la una guerrilla campesina, estaba con el esquema cubano, de ir de la sierra hacia la ciudad, y tal vez el Che no ha prestado atención al hecho de que la revolución boliviana fue urbana y el 9 de abril fue urbano y proletario, y no nacido del campesinado”, subrayó. “La conclusión que he sacado es que la cuestión cultural es esencial. La cuestión cultural, es decir etnológica, lingüística, mental. No puedes hacer planes político-militares, independientemente de un arraigo local, regional o nacional””, concluyó.

Marcelo Quezada completa el libro con varios textos escritos por el propio Debray en varios de sus libros autobiográficos, que dan contexto a la entrevista.

Cincuenta años después de la ejecución del Che en la escuelita de La Higuera, existen todavía muchas incógnitas en torno a la guerrilla de Ñancahuazú, debido en gran parte a que aún permanecen cerrados los archivos de Cuba y la antigua Unión Soviética, para no mencionar los del propio Ejército boliviano. La entrevista de Marcelo Quezada contribuye a aclarar algunos los puntos que aún permanecen en la sombra.

La Paz, 19 de Junio de 2017

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