Al periodista, abogado y político Andrés Soliz Rada, mentor y gestor de la tercera nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia (1 de mayo de 2006), le pasó lo mismo que a Marcelo Quiroga Santa Cruz en 1970, obligado a renunciar tras haber sido desautorizado por el entonces presidente Alfredo Ovando Candia, quien había pactado una indemnización con la Gulf Oil Company a espaldas de su ministro. “Algo de eso ocurrió conmigo”, confió el exministro a este cronista al recordar su renuncia al Ministerio de Hidrocarburos siete meses y 23 días después de haber jurado al cargo en el primer gabinete de Evo Morales.
Más explícito fue en su libro Controversias de la Izquierda Nacional (2015): “Mi relación con el gobierno se agravó debido a que, en aplicación del decreto de nacionalización, dispuse que YPFB controlara la producción de las refinerías de Cochabamba y Santa Cruz, que estaban en poder de Petrobras. La decisión originó la protesta del gobierno brasileño (…), lo que motivó que el vicepresidente Álvaro García Linera anunciara a los medios de comunicación el congelamiento de la medida. El anuncio de García Linera fue formulado sin avisar a mi persona, lo que motivó mi renuncia el 15 de septiembre de 2006”, escribió.
Fallecido el 2 de septiembre pasado a los 77 años, Soliz Rada fue uno de los más decididos y consecuentes defensores de los recursos naturales de Bolivia, específicamente del petróleo, misión a la que se dedicó por entero como periodista, político e ideólogo de la llamada “izquierda nacional”.
Ya en la década de los 60, como dirigente del Sindicato de Trabajadores de la Prensa y como fundador y líder del Grupo Octubre, una pequeña agrupación política que postulaba la defensa de los recursos naturales, apoyó decididamente al gobierno de Ovando Candia y a su ministro de Minas y Petróleo, Marcelo Quiroga Santa Cruz, quien nacionalizó el petróleo el 17 de octubre de 1969.
Fue autor de la primera tesis política de los periodistas bolivianos, que postulaba el “apoyo crítico” a los gobiernos militares de izquierda, como los de Ovando Candia y Juan José Torres.
Como dirigente del Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz, apoyó decididamente al entonces ministro de Información, Alberto Bailey Gutiérrez, en la aprobación del decreto del 19 de febrero de 1970 que dio lugar a la creación de la Columna Sindical, que obligaba a las empresas periodísticas a otorgar a sus trabajadores un espacio similar al del editorial institucional, y del semanario sindical Prensa, que circuló durante 19 semanas con gran éxito de circulación.
Paradójicamente, el Gobierno clausuró el semanario y envió a Soliz Rada a la cárcel, en agosto de 1970, cuando Prensa denunció un inminente complot derechista para derrocar a Ovando.
Soliz Rada se consideraba discípulo de Sergio Almaraz, con quien colaboró en la revista Clarín Internacional, y del argentino Jorge Abelardo Ramos, el creador de la corriente ideológica de “izquierda nacional” y autor de Historia de la nación latinoamericana y Ejército y semicolonia.
Estuvo exiliado en Argentina y México. Tras la caída del dictador Hugo Banzer Suárez, retornó a Bolivia, donde se convirtió en mentor e ideólogo del comunicador Carlos Palenque, con quien fundó en 1989 el partido Conciencia de Patria (Condepa). Fue diputado y senador por esa organización. A la muerte de Palenque, en 1997, se apartó de la política activa.
Aunque entendía el periodismo como parte de su militancia política, tuvo una destacada carrera profesional. Fue miembro de la redacción del emblemático diario bonaerense La Opinión y de la revista mexicana Tiempo. Asimismo, fue corresponsal de la Agencia France Presse (AFP) y de Le Monde de París. Es autor de La Caracterización de Bolivia y la Contradicción fundamental (1978), El Gas en el Destino nacional (1984), La Conciencia enclaustrada (1994), La Fortuna del Presidente (1997) y Jorge Abelardo Ramos y la Unión Sudamericana (2008).
Como ideólogo y militante de la “izquierda nacional”, se jactaba de haber combatido a la “izquierda cipaya”, como denominaba a las diversas corrientes comunistas, al trotskismo, a la socialdemocracia, al foquismo guerrillero y al “ultra indigenismo”.
Pese a sus diferencias con el gobierno del MAS, nunca criticó a Evo Morales, pero sí a su entorno. “Cuando era ministro, pretendían imponerme un comisario político”, confió a este cronista. En Controversias de la izquierda nacional, un libro que resume su lucha y legado político, afirma que “el círculo palaciego que rodeaba a Evo” le impedía nombrar a sus colaboradores de confianza, y que ese mismo “núcleo palaciego”, al que no identifica, “lamentaba que uno de sus integrantes no ocupara el Ministerio de Hidrocarburos”, lo que le impidió mantener una “fluida relación” con el mandatario.
Página Siete – 24 de diciembre de 2016