La historia de la guerrilla, de un vistazo

Fernando Molina

Este año, el 8 de octubre, se conmemora el quincuagésimo aniversario de la muerte de Ernesto Guevara, el Che, en Bolivia. 

El hecho provocará un conjunto de actividades de recordación, reflexión y debate sobre lo ocurrido en la guerrilla que dirigió el argentino-cubano y sobre su pensamiento político.

Página Siete contribuye a este movimiento intelectual con la publicación de un libro, intitulado Che. Una cabalgata sin fin. A 50 años de su trajinar por Bolivia, que se debe principalmente al exdirector del periódico y corresponsal  en Ñancahuazú, donde se realizó la campaña guerrillera, Juan Carlos Salazar, y que ha sido complementado con artículos de Isabel Mercado, actual directora, Mery Vaca, subdirectora, Liliana Carrillo y Carla Hannover, periodistas, y Gonzalo Mendieta y Luis González Quintanilla, colaboradores de este periódico.

La necesidad del libro

La bibliografía sobre Guevara, incluyendo a la que trata sobre su periodo boliviano, es enorme y se multiplica constantemente. Esta actividad ha permitido poner bajo las luces un conjunto de aspectos previamente ignorados, comprender mejor lo que pasó y en qué orden ocurrió, y evaluar con datos a los personajes de la tragedia, desde el propio Che hasta René Barrientos, el presidente militar que lo persiguió y ordenó su ejecución, pasando por los demás guerrilleros, los militantes de izquierda del momento, los teóricos políticos bolivianos y extranjeros, los militares que dirigieron o participaron en los distintos combates y también en acciones no muy distinguidas como emboscadas y aniquilamientos.

Al mismo tiempo, sin embargo, este desarrollo ha complicado el acercamiento del público “general” a la creciente masa de información existente, que solo puede ser dominada con exhaustividad y buen criterio por un grupo de especialistas.

De modo que el público culto se tiene que conformar con enterarse fragmentariamente de los distintos puntos de vista (ya que, para volverlo todo más complicado, la política nunca ha dejado de entrometerse en la investigación), por ejemplo, leyendo pedazos de la monumental obra de Carlos Soria Galvarro,  El Che en Bolivia, la cual recopila la mayor parte de los documentos relacionados con la presencia del guerrillero en el país; o en cambio tiene que adherirse a alguna de las biografías del Che o de las memorias sobre Ñancahuazú, que aunque las hay muy buenas, no siempre son del todo objetivas y, además, no pueden incorporar todo el material, pues éste, como dijimos, sigue apareciendo.

No es un fenómeno muy raro. Esto mismo ocurre con todos los hechos históricos contemporáneos de cierto calado, que comienzan siendo tratados únicamente por los periodistas y terminan convertidos en materia de especialidad y ocasión de negocio de académicos, escritores, editores, productores de audiovisuales, etc.

De ahí la necesidad, entonces, de un tipo de trabajo para el que los periodistas están muy bien dotados, que es la integración de los conocimientos que existen sobre un asunto y su divulgación. Esto es, la síntesis y la comunicación de la síntesis por medio de métodos atractivos de expresión.

El carácter de la obra

Pese a su título, que con su alusión al Quijote participa de la mitificación del Che (fenómeno del que el propio libro habla), éste es en realidad una muy completa, objetiva y bien escrita obra de divulgación histórica.

Lo que Salazar y los otros han hecho es una suerte de reportaje a la historia de la guerrilla. Esto queda subrayado por el capítulo que Mercado dedica a la semblanza del principal historiador boliviano de la misma, Carlos Soria.

Así, los autores se han planteado los capítulos como los periodistas se plantean sus artículos, con esa misma estrategia expositiva que busca que el interés y la amenidad de cada sección sean parejos, y asegura, al mismo tiempo, parte y contraparte, y la completitud del tratamiento.

El libro comienza con la primera visita del Che a Bolivia, en 1953, a un año de la Revolución Nacional, cuando se supone que se sembró en su mente la asociación entre el país y la revolución que muchos años después rebrotaría y lo llevaría a organizar la guerrilla aquí, pese a no existir ninguna condición para hacerlo. (Por cierto, una de las pocas cosas que le faltan al libro es una referencia a la economía nacional en esta época, que no podía ser más boyante). 

Luego aparece un excelente resumen de las acciones guerrilleras, desde la llegada del Che y los otros a la hacienda (“Techo de Calamina”)  que compraron para convertirla en su campamento base, las reuniones previas y las inexplicables sesiones fotográficas, hasta el combate final cerca a la Higuera.

Y luego los capítulos que tratan los asuntos digamos “concomitantes” con la trama trágica. ¿Quién fue finalmente el que decidió asesinar al Che? ¿Fue el capitán Gary Prado, su captor, también su asesino, como ha dicho el presidente Evo Morales? ¿Qué pasó con los personajes que se vieron involucrados en la tragedia luego del fracaso del foco guerrillero? ¿Por ejemplo, de Mario Terán, autor de la ráfaga que ultimó al Che? ¿O de Antonio Arguedas, el curiosísimo Ministro de Gobierno de la época, que de ser allegado a la CIA pasó a hacer tratos con Cuba? ¿Hubo una “maldición” que persiguió a los captores del guerrillero? ¿Cuáles fueron las implicaciones de los hechos en las posiciones de Rusia y Estados Unidos en América Latina, cuando se vivía en plena Guerra Fría?

Al llegar al final de este libro el lector tendrá una comprensión de conjunto, y a la vez suficientemente detallada, de lo sucedido en nuestro país hace 50 años, sus repercusiones posteriores (algunas de las cuales han llegado hasta nuestros días) y los principales debates entre historiadores y protagonistas. Podrá escuchar de viva voz a algunos actores (Prado, Monje y otros). Y, por si ésta no fuera suficiente motivación, se habrá entretenido un montón en el proceso.

Página Siete –  30 de julio de 2017

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *