Los agitados tiempos del “periodismo heroico”

Fue el coronel Andrés Sélich, el primer ministro del Interior de la dictadura del general Hugo Banzer Suárez, quien advirtió a los periodistas de poner “las barbas en remojo”, y fue otro coronel, Luis Arce Gómez, el siniestro jefe de la represión durante la narcodictadura del general Luis García Meza, el que les aconsejó caminar “con el testamento bajo el brazo”. Ambos veían en cada reportero a un peligroso terrorista o, en el mejor de los casos, un comunista en potencia. Era la época en que la gente de prensa trabajaba con “sobaquera y revólver”, como recordarían Luis González Quintanilla y Mario Rueda Peña, periodistas y militantes de izquierda en tiempo compartido. O los años del “periodismo heroico”, como escribió Juan León Cornejo en el primer número del semanario Prensa.

En palabras de Miguel Pinto Parabá, autor de  1970: Cuando los periodistas se enfrentaron al poder, el periodismo en aquellos agitados tiempos no era un oficio “tan apacible como lo es ahora”, ya que “no era suficiente escribir bien, atarse a la redacción por más de 12 horas y ser un activista de la bohemia”, sino que un “buen periodista” debía tener “sensibilidad social” y ser, sobre todo, “un militante revolucionario”. Según el investigador Erick Torrico Villanueva, prologuista del mismo libro, “quizá no hubo, desde el punto de vista político, tiempo más intenso para el periodismo boliviano” que “aquellas diecinueve semanas de 1970” en que circuló Prensa.

El “semanario libre”, editado por el Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz, nació el 2 de marzo de 1970, respaldado por un decreto supremo aprobado el 19 de febrero, el  que dio origen a la “columna sindical” de los periodistas. Cinco meses antes había tomando el poder el general Alfredo Ovando Candia, acompañado de un grupo de intelectuales de izquierda, entre los que destacaban Marcelo Quiroga Santa Cruz y Alberto Bailey Gutiérrez. Bolivia vivía  la “euforia revolucionaria” de la nacionalización del petróleo.

Óscar Peña Franco, líder de la Federación de Trabajadores de la Prensa de entonces, dijo que el movimiento de los periodistas, que culminó con la adopción de la tesis socialista de la Central Obrera, se explica en la cerrazón de los medios de la época a toda opinión contraria a la línea editorial, no sólo en materia de opinión, sino incluso de información. La  “columna sindical” y Prensa surgieron ante la “necesidad histórica de defender la nacionalización del petróleo”, diría a su vez Andrés Soliz Rada, protagonista central de esas jornadas como máximo dirigente del Sindicato de la Prensa de La Paz y director de Prensa.

“Yo no sé si la idea fue de Bailey o de Quiroga o de los dos”, agregó Soliz Rada en un testimonio recogido por Pinto Parabá, pero lo cierto es que el dirigente se acopló posteriormente al equipo que dio forma y viabilidad al proyecto. Bailey Gutiérrez barajaba varias ideas. Había pensado en una agencia de noticias y en un diario, pero finalmente optó por respaldar el semanario y la columna sindical.

Pero la experiencia duró poco. Quiroga Santa Cruz renunció cuando el gobierno militar pactó con la Gulf Oil Company la indemnización que le había negado el decreto de nacionalización. Para entonces Ovando Candia ya había virado a la derecha. Agentes de la Policía irrumpieron en la redacción de Prensa el 10 de agosto de 1970, clausuraron el semanario y encarcelaron a Soliz Rada.

El golpe del 21 de agosto de 1971 marcó el final del “verano revolucionario” e inauguró siete años de represión, especialmente dura con la prensa. “En el periodismo boliviano comprometido de 1970, sintetizado en el semanario sindical Prensa, no había francotiradores ni oportunistas, sino un proyecto compartido”, escribiría años después Erick Torrico.

Página Siete – 18 de abril de 2014

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