El silencio de Allende

Nunca se despejará la duda sobre el destino que habría tenido la demanda marítima boliviana si Salvador Allende no se hubiese suicidado con un disparo de su AK-47 durante el ataque de los golpistas a La Moneda el 11 de septiembre de 1973. La creencia popular le atribuye una postura favorable a una solución del diferendo, aunque no dejó ninguna evidencia, ni siquiera una declaración,  en sus  33 tormentosos y dramáticos meses de gestión presidencial.

Días después de su triunfo electoral del 4 de septiembre de 1970, Allende concedió una extensa entrevista en Santiago al autor de esta columna. La entrevista fue gestionada por su amigo y asesor político, el periodista Augusto Olivares, el famoso Perro Olivares, quien también se suicidó el 11 de septiembre en La Moneda. Dos o tres días antes del encuentro en la “Moneda chica”, como se conocía por esos días a la residencia del presidente electo en Guardia Vieja, Olivares pidió un cuestionario escrito. “Eres boliviano, compañero. El Presidente no quiere correr riesgos”, dijo a manera de explicación. Sin embargo, dejó abierta la posibilidad para una charla informal durante la cita para la foto y la entrega de las respuestas.

Chile celebraba las “dieciocheras”, las fiestas patrias del 18 de septiembre, en medio del fervor patriótico y el entusiasmo revolucionario allendista, y el “Compañero Presidente” se multiplicaba para cumplir sus compromisos postelectorales, así que el encuentro prometido no se materializó. “El Chicho está de gira y te pide disculpas por no entregarte el cuestionario personalmente”, lo justificó Olivares.

La entrevista se publicó en el diario Presencia de La Paz el 4 de octubre, junto con una extensa crónica sobre los temores y presagios que rodeaban los preparativos de la asunción del primer marxista que llegaba al poder por la vía electoral. “Nadie puede utilizar en Chile las Fuerzas Armadas para lanzarlas en una aventura contra la Constitución, las leyes y la democracia”, dijo, al descartar la posibilidad de un golpe de Estado. Por entonces, Allende confiaba en el “espíritu democrático” y la “institucionalidad” de los militares.

La pregunta sobre el diferendo marítimo y la eventual reanudación de relaciones con Bolivia quedó sin respuesta. “No es el momento para contestar esas interrogantes”, explicó  el Perro Olivares. El programa con el que Allende había obtenido el triunfo electoral era vago al respecto. “Existirán relaciones con todos los países del mundo, sobre la base del respeto a la autodeterminación y a los intereses del pueblo de Chile”, era la única cita. Ni una alusión al diferendo con Bolivia.

Javier Murillo de la Rocha, quien se desempeñó como cónsul en Santiago durante el gobierno de la Unidad Popular, recuerda que Allende, “imbuido de la euforia socialista, proclive a las utopías”, solía decir que “los proletarios chilenos le devolverían su mar a los proletarios bolivianos”, pero que tales palabras jamás pasaron del “discurso bienintencionado”. Al final, Allende, como todos sus antecesores y sucesores, siguió escrupulosamente la política de su país sobre la materia, una política en la que el interés del Estado prima sobre la ideología.

Página Siete – 20 de marzo de 2014

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