“A la guerra en taxi”, con Juan Carlos Salazar

Por Roberto Navia Gabriel

El periodismo de guerra tiene sus propias historias y sus propios héroes. Juan Carlos Salazar del Barrio es uno de ellos, un corresponsal intrépido que ha recorrido los escenarios más peligrosos y desafiantes en busca de la verdad y la información. En su libro A la guerra en taxi, finamente publicado por Editorial Plural, nos sumerge en su apasionante trayectoria, en la que los taxis se convierten en vehículos testigos de los conflictos armados que ha presenciado y cubierto a lo largo de los años.

Desde sus primeros pasos en la profesión, Juan Carlos Salazar nos lleva de la mano a través de sus experiencias en distintos países y momentos históricos. Con maestría narrativa, nos transporta a la guerra civil de El Salvador en los años 80, donde los taxistas se convierten en compañeros de viaje y guías en medio del caos y la violencia. Nos cuenta cómo, en un país tan pequeño, pero tan devastado por el conflicto, los taxistas eran capaces de acercarlo al frente de batalla más cercano en cuestión de horas.

Pero la historia de Salazar del Barrio no se detiene allí. Nos lleva también a otros escenarios de guerra, como Bolivia, Argentina, México y Cuba, donde se enfrentó a distintos desafíos y limitaciones tecnológicas propias de la época. Nos relata cómo, en una era sin teléfonos móviles ni grabadoras livianas, tuvo que valerse de una libreta de notas y un bolígrafo, e incluso del antiguo telégrafo Morse, para transmitir sus noticias desde lugares remotos y peligrosos.

A través de sus relatos, el autor nos sumerge en el mundo del periodismo en tiempos de conflicto, donde el miedo, la incertidumbre y el silencio son parte del día a día. Nos muestra la importancia de la valentía y la determinación para llevar la verdad al mundo, a pesar de las dificultades y los obstáculos en el camino.

Pero más allá de las historias de guerra y periodismo, A la guerra en taxi es también un homenaje a esos hombres y mujeres anónimos que, desde el volante de un taxi, se convierten en testigos y cómplices de los momentos más intensos de la historia. Los taxistas, con su mirada aguda y su oído atento, son capaces de captar los rumores y las verdades ocultas en una ciudad. Son los guías que conducen a los periodistas por los laberintos de la realidad, compartiendo sus historias y conocimientos.

En este libro, Juan Carlos Salazar nos invita a un viaje fascinante, en el que los taxis se convierten en un símbolo de conexión con la verdad en medio del caos de la guerra. Nos muestra cómo, a través de estas singulares travesías, se pueden descubrir las historias que no se encuentran en los titulares, las voces que no son escuchadas y los detalles que marcan la diferencia.

A la guerra en taxi es un testimonio vibrante y conmovedor, que nos muestra el valor del periodismo en situaciones extremas y la importancia de los pequeños detalles en la búsqueda de la verdad que las convierte en crónicas memorables. Es un llamado a no olvidar a los anónimos de la vida, a todos ellos que han sido muy importantes para que las historias de Juan Carlos Salazar y de cientos de periodistas de guerra y de postguerra, no se olviden nunca. 

Es que, leyendo a Juan Carlos Salazar, uno confirma que el periodismo nos lleva a los rincones más peligrosos y volátiles del mundo, donde los reporteros arriesgan sus vidas para contar historias en medio de estas situaciones extremas.

En A la guerra en taxi, el autor también nos sumerge en sus experiencias como corresponsal y cómo sus piernas de aventurero responsable lo llevaron por tantos países como tantas historias. Desde su incursión en Bolivia en 1967, donde cubrió sobre Ernesto Che Guevara, hasta sus desafiantes viajes a Argentina, El Salvador, México y Cuba. Este periodista enorme nos lleva a través de una serie de recuerdos inmortales que capturan la esencia del periodismo que la humanidad no solo que debe saber, sino, que no debe olvidar.

Olvidar lo que Juan Carlos Salazar escribe, es imposible. Porque sus textos son profundos y están poéticamente escritos. Escribe con la música en los dedos. Sus crónicas llevan una banda sonora que acompañan incluso después de que uno ha terminad de leerlo.

El libro me ha atraído desde el primer momento que lo he visto.

El título del relato se origina en la pregunta recurrente que los taxistas hacían a los periodistas que llegaban a San Salvador durante la guerra civil de los años 80:

—”¿Periodista? ¿Quiere ir a la guerra?”. 

El libro que he leído en los intervalos de mi última expedición por el norte amazónico, pone énfasis en ese maravilloso periodismo que se hacía cuando los medios de comunicación no tenían la tecnología actual. La pasión por contar la verdad seguía siendo el motor que impulsaba a los periodistas a arriesgarlo todo por informar al mundo.

Ahí radica la esencia de este oficio maravilloso. En tener una pluma y las ganas de recorrer el mundo. 

A la guerra en taxi es ese periodismo que tiene sus estructuras en la naturaleza vital del periodismo: se necesita la fuerza de la historia. Pero también el talento para conseguirla y narrarla.

Por lo general, los lectores no nos enteramos cómo el periodista llegó hasta las mecas de sus historias. Pero por suerte, nosotros, tenemos la fortuna de que existe en este mundo un hombre que se llama Juan Carlos Salazar del Barrio, que, con su tremenda generosidad, nos revela de una manera bellamente escrita, la importancia que tuvieron los taxis para eternizar crónicas que ya son inmortales. 

En un mundo donde la palabra escrita tiene un poder e influencia inmensa, con cada libro que Salazar nos regala a sus lectores, consolida su lugar entre los inmortales del gran periodismo. Su obra se encuentra al lado de figuras como John Reed y su monumental trabajo México Insurgente, y John Kenneth con su innovador México Bárbaro.

A lo largo de su destacada carrera, no solo ha informado sobre eventos, sino que ha profundizado en el tejido de las sociedades, desenterrando historias no contadas y revelando verdades ocultas. Su compromiso de evidenciar las voces polifónicas me recuerda al extraordinario trabajo de Svetlana Alexievich y su obra maestra Los muchachos de Zinc.

Siguiendo los pasos del gran Ryszard Kapuściński, Salazar se ha embarcado en viajes transformadores, capturando la esencia de las culturas y las civilizaciones. Así como lo hizo el periodista polaco con Viaje con Heródoto, Juan Carlos muestra su habilidad para unir el pasado y el presente, iluminando a los lectores con profundos conocimientos sobre la experiencia humana.

Así como Oriana Fallaci dejó una huella imborrable en el periodismo con su trabajo revolucionario, Entrevista con la historia, Juan Carlos Salazar ha seguido provocando reflexiones y encendiendo debates con sus poderosos textos que desafían el statu quo. Su trabajo resuena en los lectores, instándolos a examinar críticamente el mundo que les rodea.

El trabajo de Juan Carlos Salazar nos insta a leer, a escribir y, sobre todo, a viajar. Nos recuerda que, solo viajando, explorando nuevas culturas y paisajes, podemos comprender verdaderamente las complejidades y maravillas de nuestro mundo.

Opinión, Ramona – Cochabamba, 18 de junio de 2023

https://www.opinion.com.bo/articulo/ramona/guerra-taxi-juan-carlos-salazar/20230617173736910877.html

A la guerra en taxi, una lectura fascinante

Por María Silvia Trigo

Antes de comentar la obra, me gustaría hacer una breve referencia a la trayectoria del autor. Juan Carlos Salazar es posiblemente el periodista que muchos hubiéramos querido ser, no solo por los puestos que ocupó en América Latina y Europa como periodista y jefe del servicio en español de la Agencia Alemana de Noticias DPA –y en otros medios bolivianos–, sino fundamentalmente por las emblemáticas coberturas realizadas y la diversidad de los caminos transitados.

Le tocó trabajar en una época complicada, en la que prácticamente todos los periodistas –queriendo o sin querer– eran una especie de corresponsales de guerra. Cubrió la América Latina del último tercio del siglo XX, en los oscuros años de los golpes militares y las dictaduras, de las persecuciones y masacres, del terrorismo de Estado y los conflictos internos. Una cronología que él define como “la cronología del espanto”. Este libro es un testimonio de su larga y prolífica vida periodística.

A la guerra en taxi compila crónicas sobre los hechos que fueron narrados por Juan Carlos Salazar desde la década del 60 hasta los primeros años del siglo XXI. Nos lleva desde la búsqueda del Che en Bolivia, donde se estrenó como periodista, hasta el inicio de la guerra yihadista en Europa, pasando por el alzamiento indígena de Chiapas, los conflictos armados de Centroamérica y las operaciones del Plan Cóndor, entre otros momentos clave de la historia contemporánea.

El libro incluye también retratos de personajes –buenos y malos, tiranos y redentores– que marcaron la época, como el siniestro y poco conocido Claudio San Román, jefe del Control Político y responsable de montar una red de campos de concentración durante el primer gobierno del MNR o como monseñor Romero, el cura progresista y defensor de los derechos humanos que acabó asesinado a tiros en El Salvador.

Es precisamente el hecho de traer de nuevo a la luz estos sucesos y personajes lo que le da un singular valor a este trabajo. Dice un filósofo español que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla, y las crónicas de Salazar son un recordatorio de ese pasado reciente que no podemos sepultar en el olvido. “La guerra y la paz son el anverso y reverso del mismo drama humano”, advierte el autor en su libro.

Durante su carrera, Juan Carlos estuvo en el lugar donde sucedieron las cosas y se ocupó de mirar lo grande y lo pequeño. Entrevistó a los protagonistas de la historia y también a desconocidos, en un afán por entender la realidad con honestidad y desde todos sus ángulos. Este libro nos trae los puntos de vista de leyendas como Salvador Allende y de gente común, como aquella ama de casa con cuyo testimonio nos cuenta sobre el inicio del racionamiento de alimentos en Cuba y cómo se las ingeniaban para resolver el menú de cada día.

Algo que encuentro fascinante en estas páginas es que incluye anécdotas de hechos importantes que suelen ser ignorados cuando se escribe la historia oficial. Lo que podríamos llamar “las tras bambalinas de la historia”, esas que solo conocen los periodistas inquietos y sagaces como él. ¿Qué decía en la foto que el Che Guevara le regaló a Salvador Allende? ¿Cómo fue la salida de Paz Estenssoro al exilio y quiénes lo acompañaron en su última noche en el palacio? ¿Qué encontraron los periodistas en su despacho a la mañana siguiente? ¿Cómo reaccionó la esposa de Juan José Torres cuando le avisaron que habían encontrado el cadáver torturado de su marido?, son algunas de las curiosidades que se revelan y de las cuales no daré pistas para invitarlos a leer el libro.

No puedo dejar de mencionar la memoria prodigiosa, el vasto conocimiento y la destreza narrativa de Juan Carlos. A pesar de que cuenta capítulos dramáticos de la región, las crónicas están llenas de escenas y descripciones precisas y bellamente escritas. Hay momentos de tensión, de conmoción y suspenso, que solo puede lograr una pluma entrenada como la suya. Mientras leía, lo he visto recorriendo zonas de conflicto con una bandera blanca como símbolo de paz y lo he visto contar cadáveres en un pueblo de Chiapas que en la víspera se había convertido “en el reino de la muerte”.

A lo largo de estas 300 páginas se revive una época a través de las vivencias del autor, que recoge una infinidad de voces para contarnos cómo era el mundo que acabamos de dejar. El lector encontrará titulares de la época y citas de los grandes actores de la política regional intercalados con versos de poetas como Octavio Paz, Gabriela Selser y Ernesto Cardenal, entre otros.

Cuando inicié esta presentación, mencioné que posiblemente muchos periodistas hubiéramos querido ser como él. Otro de los motivos es que es uno de los pocos privilegiados que vivió en carne propia la evolución del periodismo y en este libro queda ese registro. Inició su vida profesional cubriendo la guerrilla de Ñancahuazú desde donde mandaba notas a la Agencia de Noticias Fides a través de un telégrafo Morse y llegó a cubrir el primer suceso histórico que fue transmitido en vivo y directo por televisión a todo el mundo: el ataque a las torres gemelas en Nueva York. Pocos periodistas conocen tan bien todas las arenas del oficio como él.

Para finalizar, quiero darle las gracias al autor. No solo por invitarme a la presentación del libro, sino por su obra. Es cierto que, como menciona al final del libro, los tiempos han cambiado y también los periodistas. Pero este libro es un tirón de orejas y a la vez una fuente de inspiración para nuevas generaciones. Es un recordatorio de que el periodismo no sólo se hace por teléfono y de que el pulso no sólo se mide en las redes sociales. Es un libro de crónicas, pero también es el resumen del deber ser del periodismo, la esencia, el lugar a dónde debemos volver. Muchas gracias y felicidades, maestro.

Página Siete, LetraSiete – La Paz – domingo, 18 de junio de 2023

https://www.paginasiete.bo/letra-siete/a-la-guerra-en-taxi-una-lectura-fascinante-EY8177431

Las “Figuraciones” de Juan Carlos Salazar

Darwin Pinto Cascán *

La literatura siempre me lleva a lugares mejores y extrae de mí una versión que sólo existe con ella. La buena literatura es una experiencia que se prolonga hasta después de haber terminado de leer el libro. Es algo que se queda en uno, como un perfume o “esa” mirada que no se va de la mente por muchos días.

Acabo de terminar de leer el libro de cuentos de Juan Carlos Salazar, Figuraciones, y escribo aprovechando que aún estoy tocado por el eco vivo de cada relato. Para mí el libro como un todo, es un bello animal creado por un corazón que ha vivido intensamente y ha encontrado en el uso preciso de las palabras, el modo de darle vida, esencia y nombre.

He disfrutado con todos los sentidos este libro, que aunque no muy extenso, alcanza una maravillosa profundidad en la belleza de cada una de sus historias. Bien escrito, hecho con tinta que sale de la experiencia y de un corazón apasionado por seres y lugares, es una amable criatura, sabia y hermosa.

Cada relato corto es un universo cargado de su propia emoción, de su propio mensaje, de su propio andamiaje. Cada relato tiene cuerpo y tiene alma. Tiene huesos, y amores, y rencores y dolores. Cada uno es un pez único habitando en un océano de 62 páginas.

De las siete historias, me sorprende la transposición del tiempo y el lugar de ¿Acaso crees en Dios?; El retorno a la magia de lo sobrenatural en los campos, en Casilda; lo cíclicas e inevitables que son las fatalidades en El Triste Pizarro; la alegoría de un veneno que hace alucinar a sus mercaderes y a sus consumidores en El santo prestado; o la profunda nostalgia en Aquí vive la muerte. No pude evitar conmoverme profundamente con este cuento, lo cual para mí es una buena señal en lo referente a la factura de la pieza.

En su melodía hay unas pocas notas de Cortázar y tal vez de Rulfo, que sin embargo, no dañan para nada su estilo tan rico en el manejo del lenguaje y tan claro en la clave de sentimiento con el que decide vestir cada historia.

En estos días tan duros para nosotros, leerlo me ha recordado el alto grado de belleza que puede alcanzar la buena literatura cuando se escribe con la honestidad más pura posible: la del corazón.

*Periodista y escritor

https://www.brujuladigital.net/cultura/comentario-las-figuraciones-de-juan-carlos-salazar

Brújula Digital – 07/11/22

Figuraciones

Angélica Guzmán Reque

En el libro Figuraciones de Juan Carlos Salazar, se lee: “Las apariencias son realidades que se visten de poesía para burlar los sentimientos” porque los siete cuentos que lo integran son eso, un renacimiento de sus recuerdos que, cual testigos bullen por permanecer incólumes, por emerger de lo profundo de la reminiscencia, porque son vivencias que sellaron el transcurrir de sus días, de aquellos que nos ayudan a mantener la felicidad o infelicidad de años que se suceden con premura, pero dejan el recuerdo indeleble del paso del tiempo vivido y soñado.

Todos y cada uno de sus cuentos, son, para Juan Carlos la evocación de lo sublime del paisaje, porque detiene su mirada en el color y el aroma que le hacen expresar insondables prosopografías que no solo son poéticas, sino que confieren a la obra el matiz y el sabor necesarios a las páginas que se manifiestan matizadas de verde, de amarillo, de rosa, a la par que corren los ríos de agua cristalina que riega la mirada nítida. “Fue cuando me confesó que asociaba la pólvora con la flor de la retama, con el amarillito amarillando de los campos de retama en flor, como en la canción que se encendía la rebeldía de las guitarreadas estudiantiles.” 

El primer cuento que adorna Figuraciones es Casilda la añoranza de la persona que la revive en una campiña de antaño, una casona que se mantiene en el recuerdo, con el “aroma fresco, sabor a durazno reventón, subía desde la acequia que corría al pie del montículo con sus aguas vidriosas, relampagueantes, pujando por alcanzar el río, entre guijarros bruñidos por el torrente y el tiempo”. Es el que revive el aroma que siempre acompaña y no se deja morir porque son vivencias de los mejores tiempos de las añoranzas de la fe y la superstición de los pueblos que poquito a poco se van sepultando a sí mismos, con ellas se van festividades junto a  minúsculos personajes, creados, no sabremos nunca si de la imaginación fantasmal o de convivencia de las mentes sencillas que emergían, unas veces juguetones, otras provocando miedos: ¿fantasmas?, ¿Seres sobrenaturales? ¿Prodigios?, nunca lo sabremos. Lo que sí se conoce es el retrato de la mujer que llenaba de color y aroma el lugar: “Permanecía absorta, arropada por la fragancia resinosa de los matorrales de queñua, con la mirada fija en el fogón y la olla de barro, donde Josefina, la mujer de Nabor, preparaba la merienda de papas criollas, habas tiernas, choclos de granos dorados y grandes tajadas de queso de cabra.

Otro de los cuentos: El triste Pizarro, retrato de una persona que, como su nombre lo revela, es un rostro enjaulado en la sombra de la melancolía eterna, un ser que trajo consigo, al nacer, la nostalgia del amor frustrado de la madre, alguien que no sabía dialogar, solo respondía con monosílabos: “Nosotros nos entendemos, se limitó a responder el Ñato, cuando el Ojitos Carranza, le preguntó, hecho el gracioso, si no se aburrían de caminar en silencio y de haber convertido los diálogos en soliloquios.“ Es el significado de la amistad, aquella que encontramos en el otro, aquel que no pregunta, no indaga, solo está ahí porque sabe que lo necesitan y es útil, como aquella hermosa frase de Antoine de SaintExupéry en el Principito: «No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo» y Amélie Nothomb dice; “Todo lo que amamos se convierte en una ficción.”

¿Acaso crees en Dios? Terrible cuento del soliloquio de las penas y el recuerdo de un sacrificio en favor de la humanidad y de un martirio en manos de las fuerzas brutales de la ley. Un sentir y un vivir. El sacrificio sangriento al que fuera sometido el Nazareno y, al paso de los años, prosigue la mente de bestias sin sentimiento. Escrito en primera persona, a través de la figura del símil, es la terrible realidad humana que se vivió hacen siglos atrás y, hoy se repite a través del martirio con que se exhorta a una declaración policial o política. Creer o no creer en Dios porque el ser humano, sigue preguntándose, ¿cuál es el límite de las fuerzas sobrehumanas del que castiga y del que sufre? “Si vos no crees en Dios” y, la esperanza persiste, a través del recuerdo, cuando en el cuento leemos: “En medio de un vocerío amontonado de fariseos y samaritanos en túnicas níveas, judíos barbados, plañideras de rebosos enlutados, centuriones plateados y soldados en casacas entorchadas. (…) alcancé a percibir una voz distante. Pater in manus tuas commendo spiritum meum”, decía con palabras dulces, dulcificadas, que rodaban adormecidas por las faldas del monte, arropadas por una brisa crepuscular” y esa esperanza persiste en gente que cree, asílo expresaba John Lennon, uno de los Beatles, que escribió “Imagina a todas las personas viviendo la vida en paz. Podrás decir que soy un soñador, pero no soy el único. Espero que algún día te unas a nosotros, y el mundo sea unidad”. O la que repitió Martin Luther King. “Si ayudo tan solo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano.”

El Santo prestadocuento donde se expone el tema de la religiosidad, es para el ser humano un imperativo necesario de creer en algo superior en el que depositar sus esperanzas e ideales, para poder darle sentido a su vida, es poder encontrar una fuerza que se presenta superior a su propia inteligencia, sentirse, inclusive, acompañado, saber que aquello que parece inalcanzable para él, es posible lograr a través de ese ser, ente o fuerza espiritual. En el cuento se lee “yo le tengo mucha fe al santito, mis amigos mexicanos me han contado que ha hecho favores a tipos picudos, como el Caro, el Señor de los Cielos y el Chapo” Este mismo cuento expone el gran problema de nuestros días La verde los grandes y afortunados seres que gozan de la placidez del dinero, el que lo puede todo, sin embargo, está siempre con la muerte en los talones. Tiene “amigos”, pero son los seguidores del vicio y de la oportunidad de vivir del ocio y de la vida regalada. Los inocentes que se dejan convencer “yo lo conocí de changuito, apenas llegado al pueblo en busca de trabajo. Buena gente sabía ser, calladito, humildito. Yo lo veía rebuscándose la vida”. Decía el gran filósofo y pensador Confucio: “Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos.”


Tampoco se le olvidó a Juan Carlos, un cuento sobre el valor que tienen los amuletos en la vida de cualquier persona Quitapesares Es el amuleto con que la esperanza de un día mejor o de una buena ventura, la sostenemos con ansiedad y seguridad. Esa fe sencilla con la que se vive y se siente la vida con un amague de felicidad, pero vivencias que no desesperan, sino, más bien se las hace suyas y él dibuja el rictus de alegría en el rostro. “Me cura mis aflicciones en silencio, mientras duermo, y al amanecer, cuando despierto, todos mis temores han desparecido…”, son también, los sitios por donde transitó su felicidad, se apropian de los recuerdos y los visibilizamos como si realmente los volviéramos a vivir. “Los escenarios se apropian de las personas, las recrean y las hacen suyas, hasta convertirlas en ánimas o fantasmas, según los humores y amores que recogen en su transitar por cada momento.”

Aquí vive la muerte, otro de los cuentos, donde leemos: “Cómo no recordarlo, digo yo, si aquí vive la muerte. Sí aquí mismito, en la tierra nuestra, de los trajines nuestros de cada día, porque aquí, en la soledad de la montaña, la vida se ha desposado con la muerte.” El recuerdo del ser amado que parecía vivir profundamente consustanciada con la muerte, que marchaba a la par, como un gemelo identificado consigo mismo. “Todo me queda grande, menos la vida”, presentía. Sobre la muerte ha dicho Henry Van Dyke: “El día de tu muerte sucederá que lo que tú posees en este mundo pasará a manos de otra persona. Pero lo que tú eres será tuyo para siempre.” Y esa realidad la vive la persona que ha sabido amar y sabe que la muerte no le ha arrebatado todo, que se ha quedado dentro de sí y los recuerdos bullen, le acompañan indefinidamente porque bien dice Rabindranath Tagore: “La muerte no está extinguiendo la luz; solo está apagando la lámpara porque ha llegado el amanecer.”

El último de los cuentos titula El espejo y es la rememoración de la figura emblemática del revolucionario Ernesto Che Guevara, por eso expresa: “¿Cuánto tiempo había transcurrido desde entonces? Quiso recordar su partida entre disfraces y precauciones, pero el tiempo se le escapaba como el agua del arroyo inexistente en los días de sol.” Una figura controversial, pero de un valor trascendente por su actitud, sus ideales de un mundo mejor, desde su propia realidad, desde su óptica, sin pensar, quizá, que la humanidad piensa y actúa de muchas maneras, desde su entorno socio cultural. Es la muerte y la forma en que fue ejecutado, sin tomar en cuenta que todo ser humano debe ser sometido a las leyes que rigen, en estos casos sobre los derechos que posee todo serAñade el cuento: “Sintió que miles de agujas de hielo le atravesaban el cuerpo y le estallaban en el corazón. Se escuchó lanzando un aullido, inaudible, y, advirtió que su grito, impotente, quedaba petrificado en una mueca. Se vio suspendido sobre sus despojos, mirándonos desde lo alto, y reconoció su rostro a lo lejos como en un espejo, con la claridad de los amaneceres y la transparencia de lo que hablaría el trovador.

Concluyo con el pensamiento de José Ingenieros, filósofo y escritor argentino, en su ibro El hombre mediocre que dice: “Seres desiguales no pueden pensar de igual manera. Siempre habrá evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresía y la virtud”.

Inmediaciones – Comunicación y Periodismo