“Plan B”

El escritor ruso Fiodor Dostoievski dijo alguna vez que “después de un fracaso, los planes mejor elaborados parecen absurdos”. Absurdos y descabellados. Así suenan los de Evo Morales, quien lamentó en una reciente declaración no haber tenido un “plan B” para mantenerse en el poder y afirmó que, si algún día recupera la silla presidencial, organizará unas “milicias armadas” para no volver a perderla.

Pero dada su situación de huésped cada vez más incómodo en Argentina, el expresidente haría bien en pensar en el hoy más que en el mañana, porque, como dijo Charles-Alphonse Allais, un humorista francés que vivió en la segunda mitad del siglo XIX, “nunca se deben hacer planes, sobre todo para el futuro”. Y eso es lo que está haciendo Evo Morales, pensar en un incierto retorno a Bolivia, cuando al parecer no tiene asegurada su residencia de refugiado en el país del Plata.

Morales declaró el lunes pasado que preferiría “estar encarcelado en Bolivia, que estar perjudicando a un país”. ¿Por qué lo dijo? ¿No será que el gobierno de los Fernández ya le hizo saber que su presencia está resultando demasiado incómoda? Las actividades y declaraciones del exmandatario están colmando la medida de muchos sectores políticos argentinos, porque, como ha denunciado la canciller Karen Longaric, el líder cocalero se ampara en la figura del refugio para incitar “a la violencia, el odio, la discriminación, la subversión y el terrorismo”. 

La Unión Cívica Radical (UCR), integrante del frente opositor Juntos Por el Cambio, anunció que está analizando la posibilidad de solicitar al gobierno que le retire el estatus de refugiado y que lo expulse del país. “¿Podemos seguir ‘refugiando’ a Evo Morales?”, se preguntó. En similares términos se expresó el conocido presentador de radio y televisión Eduardo Feinmann: “A este personaje nefasto le dimos refugio”, escribió. 

El malestar se reflejó también en un tuit de la exministra de Seguridad Patricia Bullrich. “Volvieron los bolsos”, comentó, al comparar la detención de la supuesta funcionaria de PDVSA en Bolivia, María Palacios, mientras intentaba abordar un avión con destino a Buenos Aires con 100 mil dólares en un bolso, con la captura de Antonini Wilson, en 2007, cuando pretendía introducir 800 mil dólares, también en un bolso y en un avión de PDVSA, supuestamente para financiar la campaña de los Kichner. “Detuvieron a Palacios en Bolivia con $us 100 mil que venían al país para financiar a Evo Morales. ¿Los iba a declarar y pagar el 30%?”, ironizió Bullrich.

Quizá al Gobierno argentino no le importe mucho la opinión de la oposición ni la de la prensa, pero seguramente ha tomado nota del pronunciamiento de Washington acerca de las actividades desestabilizadoras de Morales, habida cuenta del mal momento de la relación bilateral. Un portavoz del Departamento de Estado declaró al diario Clarín que las declaraciones de Evo “son el último ejemplo de su indiferencia por la democracia y el Estado de Derecho”. 

Alberto Fernández negó la existencia de críticas por parte de la administración de Donald Trump, pero admitió que ha recibido “algún comentario” al respecto, que es una manera elegante de confirmarlas. ¿Ocurrirá en Argentina lo mismo que sucedió en México? Según recientes revelaciones de la prensa mexicana, Manuel López Obrador fue obligado por Washington a deshacerse de Evo Morales.

Raymundo Riva Palacios, uno de los periodistas más influyentes y mejor informados de México, escribió que EEUU se quejó  “explícitamente” ante López Obrador por el “trato de jefe de Estado” que le estaba dando a Morales, incluida la asignación de “300 miembros de la Guardia Nacional para su seguridad”,  y le planteó su preocupación por el hecho de que el asilo al boliviano pudiera suponer un “precedente” para la apertura de “la puerta a venezolanos y a personas que consideraban terroristas”.

“El canciller Marcelo Ebrard –agregó– fue obligado a retirar la invitación a Morales, luego de enfrentar la molestia de López Obrador por los costos políticos que estaba originando su estadía”.

Para El Universal, que también se ocupó recientemente del tema, no fue “una venturosa coincidencia” que Evo “saliera pitando de México” dos días después de la visita del fiscal general de EEUU, William Barr. Otro influyente columnista mexicano, Pablo Hiriart, afirmó que “vino 

Barr y Evo se fue por piernas, en el primer vuelo rumbo a Cuba”. “Si no lo corrieron –añadió–, huyó luego de ver, con un escalofrío en la espalda, el avión del Procurador de EEUU”.

Si Evo tuviera que salir “pitando” de Argentina, como salió de México, ¿tendría dónde ir? ¿Cuba?  ¿Venezuela? Está visto que son opciones que no le interesan. Él dice que preferiría la cárcel de Bolivia a incomodar a sus anfitriones, pero para eso se necesita algo que demostró no tener cuando se asiló antes de que nadie lo persiguiera –no había gobierno– y antes de que sonara el primer tiro. No tenía un “plan B” para quedarse en el  poder. Parece que tampoco lo tiene para sobrevivir fuera de él.

Página Siete – 16 de enero de 2020 

Nacer de nuevo

Alguien dijo que se debe dejar que el Año Viejo entierre sus propios muertos y permitir que el Nuevo tome el reloj del tiempo, con sus deberes y oportunidades. No voy a repetir las frases comunes a las que apelamos estos días para repartir buenaventuras entre amigos y familiares, pero creo que todos estamos cruzando los dedos ante el futuro que se avecina, porque el país no se encuentra ante un nuevo año, sino ante una etapa inédita de su historia. Henry Ward Beecher, un famoso activista estadounidense que luchó contra la esclavitud y a favor del sufragio femenino en el siglo XIX, decía que “todo hombre debe nacer de nuevo y comenzar una nueva página el primer día de enero”. Bolivia está ante ese desafío.

No soy particularmente optimista, pero tampoco pesimista sobre el futuro inmediato, sobre todo porque el pueblo boliviano ha sabido sortear con gran madurez democrática las pruebas y trampas que le ha sembrado la historia. Tal vez por aquello que decía René Zavaleta Mercado, que en Bolivia “la eternidad no dura veinte años”, el pueblo boliviano ha logrado sacudirse de dictaduras y autoritarismos de manera relativamente pacífica, mientras otros pueblos no logran encontrar el camino de la libertad. Sobran los ejemplos.

Los 30 días que vivimos los bolivianos en octubre y noviembre pasados sí que los sentimos como una eternidad. Si el país no estuvo al borde la guerra civil, deseada por los sectores radicales masistas, como proclamaban abierta e irresponsablemente en sus manifestaciones, sí fue víctima de la violencia terrorista, como se vio en los atentados contra los buses PumaKatari, el incendio de viviendas, el ataque a dinamitazos a la planta Senkata y los saqueos de El Alto y otras zonas del país.

Fueron días muy duros, cargados de malos presagios, superados gracias a la madurez del pueblo boliviano, pero también a la cordura y sensatez de muchos sectores políticos que se dieron a la tarea de bajar tensiones y pacificar ánimos. La pacificación no hubiese sido posible sin la participación del sector “concertador” del MAS, encabezado por la senadora Eva Copa, cuya aparición en la escena pública ha sido un soplo de aire fresco. Poner los intereses del país por encima de los partidarios le ha valido a ese sector el ataque del masismo radical, encabezado por el propio Evo Morales.

Tampoco hubiese sido posible sin la actitud dialoguista de la presidenta Jeanine Añez, quien ha hecho de la pacificación uno de los principales objetivos -y hasta ahora un logro- de su difícil gestión. La señora Añez, quien cumplió 50 días de mandato el 31 de diciembre, tiene todavía un duro camino por delante, no sólo para el cumplimiento de otro de sus objetivos, la realización de elecciones limpias, transparentes y creíbles, sino para llevar a buen puerto la transición democrática. La elección de vocales de solvencia ética y profesional, como Salvador Romero, María Angélica Ruiz y Óscar Hassenteufel, entre otros, es una garantía para ese objetivo y para la recuperación de la credibilidad  institucional del Tribunal Electoral.

Tras la pacificación, la tarea más importante es la reconciliación, el sana-sana indispensable para la reconstrucción democrática. No es una labor fácil, como se ha visto en otros países que han transitado de la dictadura y el autoritarismo a la democracia. Una de las peores herencias de los tres lustros de masismo es, sin lugar a dudas, la prédica del amigo-enemigo, con el que ha sembrado cizaña no sólo en el plano político y social, sino también racial. 

Restañar las heridas será difícil, aunque no ayudan ciertas actitudes y  discursos revanchistas. Justicia, sí; utilización de la justicia para saldar cuentas políticas, no. El Gobierno no puede incurrir en lo que ha criticado desde la oposición, no sólo por una cuestión de principio, sino porque es uno de los argumentos de los sectores duros del masismo para anular a los concertadores y unificar al partido en torno a Evo. Daría la impresión de que el aparato judicial, hasta hace poco tiempo al servicio del masismo, quiere hacer “méritos” ante el nuevo Gobierno, lanzando demandas y órdenes de captura a diestra y siniestra, sin sopesar pruebas ni acusaciones.

La otra tarea inmediata está en el ámbito internacional. Tras la pérdida del “relato” sobre las características del cambio operado en Bolivia, el Gobierno de transición aparece cada vez más aislado. La expulsión de los diplomáticos españoles y mexicanos, más allá de las razones que las ha motivado, ha dañado las relaciones con la Unión Europea (UE), por ejemplo, que, obviamente, ha hecho causa común con España. No hay que olvidar el papel fundamental que han jugado la UE y España en la pacificación y la concertación de acuerdos con el MAS en la Asamblea Legislativa. Y seguramente será de vital importancia en la organización de los próximos comicios. El único beneficiado por la crisis de La Rinconada ha sido Evo Morales. Pero este es tema para otra columna.

Página Siete – 2 de enero de 2020 

Página Siete publica el libro La revolución de las pititas

Página Siete publicará esta semana el libro La revolución de las pititas, con 34 crónicas periodísticas inéditas sobre la movilización ciudadana, el fraude electoral, la caída de Evo Morales del poder, la sucesión constitucional en favor de Jeanine Añez, los enfrentamientos, los muertos del conflicto y la pacificación del país.

Usualmente, cada fin de año, este y otros medios de comunicación suelen presentar anuarios con un recuento de los hechos más importantes del año. Página Siete considera que la crisis política de 2019 no sólo es el hecho más importante del año, sino de los últimos 15 años, por lo que decidió reemplazar el anuario por un libro con esta única temática.

Las crónicas que se publican en este libro fueron elaboradas por los periodistas más destacados de Página Siete, entre ellos Isabel Mercado, Mery Vaca, Alcides Flores, Juan Carlos Véliz, Liliana Carrillo, Cecilia Lanza, Daniela Romero, Pablo Peralta, Fernando García, Anahí Cazas y Milen Saavedra, entre otros. El libro contiene, además, crónicas desde Santa Cruz y Cochabamba, con las firmas de nuestras corresponsales, Carolina Méndez y María Mena.

Y, por si fuera poco, contaremos con dos crónicas firmadas por nuestros exdirectores  Juan Carlos Salazar y Raúl Peñaranda, dos periodistas de talla internacional.

El libro titula  La revolución de las pititas, en referencia al levantamiento cívico-popular que derivó en la caída del presidente más longevo de la historia de Bolivia, quien ironizó con la protesta pacífica que paralizó al país por más de 20 días. Expresó que “con pititas” y “con llantitas” pretenden perjudicar al país. Incluso, se ofreció a dar unos talleres sobre cómo bloquear las ciudades de manera eficiente.

Entre las crónicas que contiene el libro están la protesta de 21 días en casi todo el país, los cabildos ciudadanos, la comprobación del fraude electoral, la renuncia del mandatario, el rol de las Fuerzas Armadas y de la Policía, los dos días de desgobierno, el ataque violento de los sectores del MAS tras la dimisión de Morales, los muertos en los enfrentamientos, la convocatoria a elecciones generales, el surgimiento de nuevos líderes, los ataques a los periodistas, la pacificación y otros tópicos del conflicto.

El libro, de más de 250 páginas, contiene, además, las fotografías más impactantes de la crisis de octubre y noviembre. El diseño estuvo a cargo de Edmundo Morales y la ilustración de la tapa es obra del artista Abel Bellido Córdova, más conocido como Abecor.

Página Siete – 22 de diciembre de 2019

A tiro de piedra

El evangelista Lucas relata que Jesús tenía a sus discípulos “a tiro de piedra” cuando se retiró a orar al huerto de los Olivos, en la víspera de su crucifixión. Un “tiro de piedra” era una medida bíblica, equivalente a 50 pasos, tomada del lanzamiento de una piedra de regular tamaño. Así lo tenemos a Evo Morales, a tiro de piedra, desde que se mudó de México a Argentina. O mejor dicho. Así tiene Evo Morales a Bolivia, a tiro de piedra.

No está a 50 pasos, pero casi, casi. Pronto lo tendremos lanzado piedras contra el proceso de transición. Y como nunca ha ocultado la mano después de tirar la piedra, lo veremos alardeando de su oposición al gobierno, bajo la mirada complaciente de las autoridades argentinas. 

Como comentó el periodista mexicano Ciro Gómez Leiva, Morales fue recibido en México con  “bombo y platillo” y “salió del país por la puerta de atrás”, sin decir gracias ni adiós. “Se hubiera despedido”, lamentó el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, probablemente arrepentido de haberle dado la recepción triunfal que le dio, pero está claro que el expresidente utilizó a México como “sala de espera” para trasladarse a Argentina, mientras se producía el recambio en la Casa Rosada de Buenos Aires.

La historia boliviana está repleta de ejemplos de líderes caídos en desgracia que eligieron Argentina para preparar su retorno al poder, aprovechando la permeabilidad de la frontera con Bolivia. El único que lo logró fue Víctor Paz Estenssoro, tras el triunfo de la Revolución del 9 de abril de 1952, después de un exilio de seis años. 

El general Juan José Torres, derrocado en 1971, quiso hacer lo mismo. Abandonó el Chile socialista de Salvador Allende y se instaló en Argentina para “estar más cerca de Bolivia” y poder mantener un contacto más fluido con la resistencia civil, y militar a la dictadura de Banzer, pero ya se sabe lo que ocurrió. Fue secuestrado y asesinado en junio de 1976, en el marco de la llamada Operación Cóndor.

El asilo y el refugio no dependen tanto de las normas del derecho internacional, que uno supone sagradas y de estricto cumplimiento, sino de la flexibilidad, y la tolerancia de los gobiernos que los conceden. ¿Alguien podía imaginar que un país como México, que ha hecho bandera del principio de No Intervención, diera luz verde a Evo Morales para hacer lo que hizo y decir lo que quiso?  

Está claro que las normas no rigen para el asilado-refugiado VIP que es Evo Morales. Tuvo manga ancha en México y la tendrá en la Argentina peronista. 

Poco después de la llegada del expresidente a Buenos Aires, el canciller Felipe Solá declaró: “Nosotros queremos de Evo Morales el compromiso de no hacer declaraciones políticas en Argentina”. Sin embargo, la advertencia duró menos de 24 horas. Nadie sabe en qué momento cambió el status del asilado, pero lo cierto es que el jefe de Gabinete de la Presidencia, Santiago Cafiero, salió con que Evo “tiene libertad de expresión, de declarar, de pensar y decir lo que quiera”, porque su residencia se enmarca en el refugio y no el asilo, que tiene limitaciones.

No tenía que decirlo, porque Evo tampoco esperó aclaración alguna para actuar. A su arribo a la capital porteña, el líder cocalero confirmó que utilizará Argentina como plataforma para recuperar el poder. Anunció que Buenos Aires será su “centro de operación” y que incursionará periódicamente en el norte argentino para acercarse a la frontera. 

Dijo sentirse “fuerte, envalentonado y animado” para la labor que pretende realizar como jefe de campaña de su partido.  Envalentonado, sobre todo, a juzgar por  la serie de tuits que disparó desde su llegada al aeropuerto de Ezeiza. “Si no me permiten entrar voy a ver la forma de buscar (entrar) acompañado por personalidades, por la prensa; me voy a entrar allá a hacer campaña, no tengo miedo a la detención, tantas veces he sido detenido y procesado”, advirtió.

Claro que no volverá. Si hubiera querido resistir al “golpe”, como denomina al movimiento ciudadano que provocó su huida, no se habría asilado. En las 48 horas que mediaron entre su renuncia y su salida del país, nadie lo buscó ni lo persiguió. Ahí se vio que el “¡Patria o muerte!” era para sus seguidores, no para él ni para su entorno, que acudió presuroso a la primera embajada antes de que sonara el primer tiro, que, dicho sea de paso, nunca se disparó, ni contra él ni para defenderlo.

No volverá, es cierto, pero será un incordio, ahora desde la frontera, acostumbrado como está a azuzar a la gente sin arriesgar el pellejo. Buenos Aires hará la vista gorda y los eventuales reclamos del gobierno boliviano, por fundamentados que sean, caerán en saco roto. Como dice un antiguo proverbio: “quien ve una pelea a un tiro de piedra no es testigo”. Y los Fernández no serán testigos, porque son parte, para neutralizar los planes desestabilizadores del líder cocalero.

Página Siete – 19 de diciembre de 2019