El autor conversa con Juan Carlos Salazar sobre su nuevo libro, “A la guerra en taxi”. “Al poder no le gusta el ejercicio periodístico porque lo cuestiona”, dice el periodista y escritor.
Por Erick Ortega
Hay tres verdades, cuando menos, que estallan en el libro de Juan Carlos Salazar. En primer lugar, el periodismo no puede estar nunca el lado del poder; sí hay buenos y malos (estos mucho más) en el ejercicio del poder; y por último el periodista debe ir a la guerra, no importa cómo, ya sea en taxi o a pie cargando una pesada mochila por terrenos indómitos. Empecemos por el final, contando la importancia de llegar allá donde hay que llegar, a la noticia.
Un conductor detiene al Gato (quien no es fanático de los mininos, aunque tiene esculturas de ellos en su casa) y le hace una pregunta doble: “¿Periodista? ¿Quiere ir a la guerra?”. Esta experiencia le da título al último libro de Salazar, A la guerra en taxi, que se presentó esta semana.
No, la pregunta doble no era una excepción. Los taxistas solían permanecer a la caza de periodistas durante la guerra en El Salvador, allá por los años 80. El Salvador, llamado también “El pulgarcito de América”, es un país tan chico que le permitía a un periodista llegar allá tomando los servicios de un taxi.
Para esa época el Gato ya era un experto en esas correrías; estuvo reportando en la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, en 1967 y sus reportes hoy en día son históricos.
Conversar con él o leerlo es conocer más del oficio. Cuenta, por ejemplo, que el fotógrafo Robert Capa, quien retrató la Guerra Civil española decía que si una foto no es lo suficientemente buena, es porque el fotógrafo no estuvo lo bastante cerca de su objetivo… y lo mismo pasa con los periodistas. Hay que estar ahí, en medio de la guerra. Después de todo el periodista recrea la historia.
Eso sí, para recrear la historia Salazar tuvo que colocarse una mochila pesada, donde cargaba su máquina de escribir (aquella que hoy en día está en su casa de la zona Sur) y también debía tragarse artículos porque el telegrafista de Vallegrande no tenía la experiencia para transcribir las historias largas, aquellas que incluso se quedaron cortas, ante la importancia de lo vivido.
Y sí, hay malos y buenos en la vida. Existen también los peores, aquellos que durante años se pusieron la sotana de santos y agarraron las armas del pueblo y con los años se volvieron en sus verdugos. Siempre los peores son los profetas que se convirtieron en sátrapas en el ejercicio del poder. Salazar les dedica un buen espacio en su libro y tiene muchas historias que contar.
En las calles y discotecas, muchos hemos cantado a Molotov y repetimos: “Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a coger”… y el Gato lo sabe. “El poder corrompe y el poder total corrompe totalmente y eso es lo que hemos visto. A uno le cuesta imaginar, hablo por ejemplo lo que significó Nicaragua en los años 80, a principio el sandinismo despertó la ilusión en todo el continente. Ves ahora a Ortega y Murillo y son irreconocibles, son peores que Somoza”. Sí, Daniel Ortega y Rosario Murillo fueron la cara revolucionaria que se le plantó de frente al dictador Anastasio Somoza y hoy son su reflejo.
Hay más. El general Efraín Ríos Mont en Guatemala era un pastor de una iglesia evangélica y él decía que los hombres deberían ir con una Biblia y una ametralladora para combatir al comunismo. Él puso a los indígenas ante la disyuntiva: ¿frijoles o fusiles? Nunca les dio la alternativa porque los mató a todos. A fin de cuentas, su política de tierra arrasada se resumía en bombardear comunidades indígenas hasta liquidarlos a todos. Y sí, todo aquello fue registrado y contado por Salazar.
En Bolivia el general Hugo Banzer Suárez también tenía una imagen clara al respecto y en la Masacre del Valle, en enero de 1974, el dictador autorizó a los campesinos matar a los “extremistas”. Esta parte de la historia de Bolivia es parte de la obra del Gato.
Sí, hay personajes buenos y malos. Incluso, a veces, los periodistas también aparecen en el lado de los malos. Es cuando éstos forman parte del engranaje de un gobierno determinado, sea de izquierda o derecha.
“Siempre el poder me ha cuestionado y yo llevo casi 60 años”, dice orgulloso Salazar. Acota: “El periodista y el periodismo trabaja en cuatro ámbitos: el ámbito democrático, el autoritario, el dictatorial y el ámbito de conflicto (armado) yo he trabajado en los cuatro ámbitos y en los cuatro ámbitos me he sentido acosado por el poder. Al poder no le gusta el ejercicio periodístico porque cuestiona, porque lo cuestionan”.
Sí, el ejercicio del oficio es cuestionar. Hay que indagar y hurgar debajo de la alfombra. Y este trabajo es un privilegio de pocos. “Yo volvería a ser periodista. Yo tuve el privilegio de vivir de lo que me gusta hacer y me pagaban por eso”, refiere con orgullo quien fue director de Página Siete.
Él sostiene que el periodismo es un oficio y como todo oficio pues se aprende en un taller y el taller del periodista es la redacción y la calle. “Ahí donde aprende el periodista”, sentencia. Pero también hoy en día, acota es necesaria la academia, la lectura constante y una especialización mayor.
Salazar supo ir de aquí allá, y muchas veces lo hizo en taxi. Tomó un taxi en el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez (ciudad mexicana) y se fue a la guerra de Chiapas, a mediados de la década del 90; viajó por este medio desde el Palacio de Gobierno hasta la Universidad Mayor de San Andrés, cuando se avecinaba el golpe de René Barrientos, en noviembre del 64; y supo recorrer la capital haitiana para ser testigo de la práctica de vudú.
“Mira, yo nunca me he considerado un periodista de guerra, pero me pregunto y lo digo también en el libro: En la época que me ha tocado vivir, una época tan conflictiva, ¿qué periodista no lo era?, porque todos estábamos cubriendo siempre una guerra.
Así, de taxi en taxi los ojos claros del Gato Salazar fueron conociendo lugares y descubriendo noticias. Quizás este servicio privado callejero era más caro que el vehículo público, pero a éstos les faltaba velocidad y llegar lo más cerca de la noticia, algo clave para un periodista. Además, y lo más importante, la experiencia de ir a una guerra en taxi no tiene precio.
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Página Siete – Domingo, 30 de abril de 2023