Renán Estenssoro Valdez
El periodismo en tiempos de dictadura no solo recuerda, como sus autores califican, “aventuras periodísticas” que se impulsaron en momentos difíciles y convulsionados en el país. Este libro es el retrato de esa generación de valerosos y extraordinarios periodistas que ejercieron, de manera apasionada, este oficio en las turbulentas décadas de los 60, 70 y 80 del Siglo XX.
Al recorrer sus páginas, se evoca la sala de redacción con sus ruidosas máquinas de escribir y, especialmente, el espíritu comprometido con la noticia de quienes decidieron tomar la pluma como arma para defender sus ideas. Fernando Salazar, Harold Olmos y Juan Carlos Salazar nos trasladan a una época ardiente y agitada, y aunque no muy lejana, muy diferente a la actual.
Los semanaios Apertura y Prensa, pese a su fugaz existencia, no constituyen las anécdotas de la historia del periodismo, más bien representan, junto a la Agencia de Noticias Fides (ANF), el carácter y el espíritu combativo de esa generación de periodistas.
¿Qué motivó a esos hombres y mujeres a impulsar un periodismo contestario al poder?, ¿lucharon por una ideología político partidaria o por la democracia?, y esa lucha, finalmente ¿triunfó? Sí, por supuesto que triunfó. En 1982, Bolivia recuperó la democracia y los militares se retiraron a sus cuarteles tras casi trece años de haber gobernado el país.
ANF inició su trabajo en 1963, mientras que los semanarios Prensa y Apertura lo hicieron en 1970 y en 1980. En ese entonces, un mundo polarizado se batía en la denominada Guerra Fría. Mientras Estados Unidos y la Unión Soviética combatían en Vietnam y en otros países de África, Mao Tse Tung arrasaba en China con la denominada Revolución Cultural.
En Bolivia las cosas no eran distintas. El país, al igual que el mundo, estaba dividido. De un lado estaban los radicales que apoyaban movimientos guerrilleros procubanos –encarnados en los tristes y sangrientos episodios comandados por el Che Guevara en Ñancahuazu y los hermanos Peredo en Teoponte– y del otro militares de derecha y de izquierda.
Transcurrieron alrededor de 17 años entre el nacimiento de ANF y la publicación del primer número de Apertura. En este lapso, se sucedieron alrededor de 11 diferentes gobiernos. Con excepción de las breves gestiones de Luis Adolfo Siles, Walter Guevara y Lidia Gueiler, todos fueron militares. Los protagonistas de las tres historias de medios que relata este libro, los vivieron y sufrieron.
Eran otros tiempos. El periódico tenía un poder extraordinario sobre la opinión de la gente. Por ello, tanto políticos como militares procuraban controlar la prensa. Un editorial podía poner a temblar a un ministro y una apertura podía ser el inicio del fin de un régimen. Unos luchaban por informar y los otros por acallar.
Este periodo representa, sin duda, uno de los mejores momentos del periodismo boliviano. No por sus compromisos ideológicos, sino más bien, por la calidad de sus periodistas, sus convicciones y su férrea oposición al poder. La prensa gozaba de una gran credibilidad y de una fuerte ascendencia sobre la gente. Sin duda, este prestigio también se debía al hecho de que en sus filas se encontraban auténticas personalidades de la cultura, el derecho y la política.
La lucha del periodismo contra el poder es la lucha de todos los tiempos. Desde la aparición del primer periódico, hace más de 500 años, hasta la fecha, el enfrentamiento ha sido permanente. Y aunque las batallas se han librado en varios frentes y en diferentes zonas geográficas, el afán de constituirse en un contrapeso al poder ha sido la brújula que ha guiado el curso de sus acciones.
Prensa fue un medio que el Sindicato de la Prensa de La Paz encomendó crear a Juan León, Fernando Salazar y Andrés Chichi Soliz, entre otros. Sus objetivos eran ideológicos tal como señala Fernando Salazar en su relato. La historia y el enfoque de Apertura es diferente, aunque existen ciertas similitudes. Ambos semanarios tuvieron una fugaz existencia –alrededor de tres meses– y dejaron de publicarse tras un golpe y el encumbramiento de un nuevo gobierno militar.
Prensa desapareció con la caída de Ovando Candía y Apertura con la de Lidia Gueiler. También existen ciertos nombres que se repiten, como el de Juan León Cornejo y Juan Carlos Salazar. Los dos semanarios respondieron a iniciativas gremiales. Al Sindicato de Trabajadores de la Prensa de La Paz, en el caso de Prensa, y a los corresponsales extranjeros en el caso de Apertura.
Sin embargo, a diferencia de Prensa, la principal preocupación de Apertura fue la democracia, que en aquellos años –al inicio de la década de los 80– luchaba desesperadamente por nacer. En sus publicaciones, el semanario denota una visión periodística de la realidad que vivía el país y, especialmente, su gente. La existencia de un semanario de esa naturaleza, en un contexto como el que impuso García Mesa, era imposible.
En ese entonces, la edad promedio de la mayoría de los protagonistas de esta historia bordeaba los 30. Es decir, había en ellos una mezcla de juventud y ansias de luchar y de hacer periodismo. El exilio fue, para muchos, la respuesta que les dio el poder a sus inquietudes. Varios, la mayoría, desarrollaron una exitosa carrera periodística en el extranjero. Algunos retornaron al país y otros no. Sin embargo, la fortaleza y el ímpetu de su juventud junto a sus deseos de participar con voz en la configuración del país, constituyen una parte fundamental de nuestra democracia y de la identidad nacional, que hoy, 40 años después, se encuentran nuevamente en entredicho.
ANF es, sin duda, uno de los proyectos periodísticos más ambiciosos y serios que ha tenido el país, no sólo por la sólida visión e interpretación periodística de la realidad que le imprimió su fundador y director por varias décadas, José Gramunt de Moragas, sino también por una trayectoria valiente y transparente, apoyada en sólidos cimientos éticos.
Juan Carlos Salazar coordinó este volumen que recuerda tres casos excepcionales de periodismo, cada uno con sus matices y enfoques. Si bien son diferentes, tienen algo en común y es que la discusión y confrontación de ideas que generaron al igual que otros medios de aquella época, sin importar su inclinación ideológica, constituyen los pilares sobre los que se construye nuestra democracia plural, representativa y aún imperfecta.
Pasó mucho tiempo y pasaron muchos gobernantes. Y si bien ahora en la redacción reina el suave sonido del tecleo, perviven en el corazón de sus periodistas los mismos principios y convicciones que motivaron a esa generación de periodistas. Y es que, definitivamente, el poder de la palabra puede más que el poder de las armas.
Página Siete – 18 de julio de 2021