Carlos Decker Molina
He decidido dirigir una carta pública al periodista Juan Carlos Salazar del Barrio a propósito de su libro de cuentos Figuraciones.
Querido Gato, me has conmovido con tu libro de cuentos. Están muy buenos. Como siempre (nos pasa con los que escribimos cuentos), hay súper buenos, buenos, menos buenos, pero siempre buenos.
Entre los súper buenos está Aquí vive la muerte. ¡Qué historia! Tan bien narrada. La mezcla de aquella vieja mística revolucionaria con la caradurez de los jefes y, además, el amor en medio de las balas. La poesía y la vida del soldado que se está jugando el pellejo por algunos versos bien aprendidos. Tiene un parentesco político con mi novela El Eco de los gritos.
Los primeros cuentos tienen ese guiño campesino de tierra adentro que también está en los textos del mexicano Juan Rulfo o el peruano Arguedas. Frescos, amorosos, llenos de sentimiento, sin llegar al ismo.
Hay frases inolvidables: “El duelo eterno con la sonrisa vestida de luto” o “el cambio de aire es el mejor bálsamo para el dolor de las horas amargas”. O esa otra: “… en busca de una llave para que le permitiera abrir la puerta de las confidencias”.
Te diré algo, querido Gato, que me dijeron a mí cuando presenté mi novela Tomasa. Me dijeron: “Ustedes los periodistas ejercitan la escritura de siempre, por eso las novelas o cuentos que escriben no tienen los perifollos de los escritores de capilla”.
Tu cuento del boxeador es otra joya o el de El santo prestado. En fin, tu libro no tiene desperdicio. Esos párrafos del enamorado que lee el horóscopo en un diario y luego en varios, buscando siempre el horóscopo, es la gran metáfora de esas pasiones que no son amor, son metejones que no se olvidan.
Unos cuentos que nos llevan desde los campos floridos de tu Tupiza hasta ese espejo en el que se mira el Che, pasando por las guerrillas salvadoreñas y el México de los amores y el exilio.
¡Ah las ferias del libro! Gran manera de convertir a los escritores en vendedores ambulantes, pero también es el lugar donde uno se encuentra con los lectores, que suelen afirmar: “¡Qué lindo escribe señor!” O como ese otro, ese lector profundo, que quiere saber si sigue con vida la abuela Herminia, la abuela de Casilda.
Finalmente, te quiero agradecer, querido Gato, quiero agradecerte por tu libro leyendo unas líneas de mi cuento favorito:
“Lenca lo sabía. Lo sabía desde el momento en que se echó en brazos de la causa como quien abraza a un amante clandestino. Sin mirar para atrás, sin importarle el hoy ni el mañana. No le tenía miedo a la muerte, lo sabe Dios, porque, como la vida misma, convivía con ella. Sí le temía a la soledad del sepulcro. ‘Toda tumba –decía, parafraseando no sé a quién– debe albergar dos corazones, aunque ellos no lo sepan’. Yo también lo sabía, pero, claro, una cosa es saberlo y otra vivirlo”.
Felicitaciones, querido Gato.
Estocolmo, 20 de septiembre de 2021