El periodista e historiador Robert Brockmann, autor del exitoso libro El general y sus presidentes y del recién editado Tan lejos del mar, dice que “en cada periodista hay un historiador en potencia”. El periodista escribe la historia del día y el historiador, en opinión de Brockmann, “sólo va un poco más atrás” para contarnos el pasado. Y así ocurre en el caso del autor de “Contexto histórico del periodismo boliviano”. Ángel Tórres aborda la historia desde su oficio de periodista, al estilo que recomienda Brockmann de tratar los hechos históricos como si fueran reportajes de actualidad (1).
Con un estilo ágil y fluido y un lenguaje conciso y directo, propios del periodismo, pero al mismo tiempo con el rigor que debe caracterizar a toda investigación histórica, Ángel Tórres nos transporta desde los albores de la Independencia hasta nuestros días a través de los medios impresos, para demostrar, una vez más, que la prensa es espejo de la sociedad, a la que interpreta y proyecta en el proceso histórico. Y así su trabajo nos permite registrar los agitados pasos de la vida nacional, desde la aparición de El Cóndor de Bolivia, el primer periódico de la época republicana, hasta La Patria de Oruro y El Diario de La Paz, los centenarios decanos de la prensa boliviana todavía vigentes.
En pequeñas crónicas, viñetas casi autónomas, que muy bien podrían leerse de manera independiente, aunque enlazadas en el tiempo histórico, Tórres nos relata la vida y muerte de periódico emblemáticos, como El Iris de La Paz, que sustentó al gobierno de Santa Cruz; La situación, un ejemplo de la “máxima abyección y el más bajo nivel” del periodismo al servicio de un dictador, en este caso Mariano Melgarejo; o La calle, el diario en que el Augusto Céspedes, Carlos Montenegro y otros intelectuales fraguaron la doctrina y la militancia del “nacionalismo revolucionario”.
En ese mismo estilo, el autor nos cuenta las enconadas lides políticas que dieron marco –casi sin excepción– a las diversas épocas del periodismo boliviano y que, en muchos casos, tenían como campo de batalla a las propias redacciones de los periódicos, sean oficialistas u opositores, con su secuela de secuestro y “empastelamiento” de ediciones, clausura de imprentas, prisión y destierro de periodistas, cuando no de fusilamientos. Y de pronto, como relata con mucho sentido del humor, uno que otro “lance de honor” entre gobernantes y editores ultra honorables o súper ofendidos, por aquello de que “nadie puede escribir como periodista lo que puede sostener como caballero”.
A diferencia de otros historiadores, Tórres ubica el desarrollo del periodismo boliviano en el marco histórico, contextualizando su evolución en el devenir político, económico y social del país. “Nuestro periodismo nace con la República” y con la “introducción tardía de la imprenta” en el Alto Perú, nos dice, en abierta discrepancia con quienes ven el origen de nuestra prensa en lo que el propio Tórres describe como simples “papeles anónimos escritos a pulso” que recogieron las protestas contra los excesos de la Corona en las postrimerías de la Colonia.
Tórres divide la historia del periodismo boliviano en cinco períodos: 1) El cívico independentista patrio, que ubica entre la fundación de la República y los primeros motines cuartelarios; 2) la etapa de la afirmación de la nacionalidad y la prensa estatista, que se desarrolla bajo la administración del Mariscal Santa Cruz; 3) el período de los caudillos militares, en el tercer cuarto del siglo XIX, que el autor caracteriza como “paternalista estatal y de prensa caudillesca”; 4) la época de la consolidación de los partidos políticos, y finalmente, 5) el período empresarial-industrial, durante el cual la prensa adquiere su actual fisonomía.
A diferencia de la monumental historia de Eduardo Ocampo Moscoso (2), a la que tiene como una de sus fuentes, el libro de Ángel Tórres es un manual didáctico, un texto de lectura fácil, útil y recomendable para estudiantes de Periodismo y Comunicación y para todos aquellos interesados en acercarse a la historia del periodismo boliviano, pues se trata, como bien dice el autor, de una “relectura” de la historia boliviana en función de la evolución de su prensa. Otra ventaja de escribir historia desde el oficio periodístico.
Conocí a Ángel Tórres hace 50 años, en las postrimerías del “doble sexenio” del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y en vísperas del golpe que daría inicio a un largo ciclo militar, cuando el autor del libro se desempeñaba como redactor político de El Diario y yo hacía mis primeras armas como reportero de Radio Fides, en una época –la década de los 60– en que el mundillo del periodismo político se concentraba en la Sala de Prensa del Palacio de Gobierno. Más tarde, en marzo de 1967, tuve la suerte de toparme con él camino a Camiri, en la que sería la más extraordinaria aventura periodística de nuestra época, la guerrilla del Che Guevara.
Ángel publicó en La Patria de Oruro un testimonio de aquella aventura (3). Se trata de una foto en la que aparecemos ambos con el uniforme de las tropas Ranger, un uniforme que tuvimos que vestir como condición para entrar al campamento de Ñancahuazú poco después de su ocupación por las tropas del Ejército. La foto es de alguna manera histórica dentro del periodismo –por eso la menciono en esta ocasión–, porque demuestra que hace cinco décadas ya hubo en Bolivia “periodistas empotrados” –como se los denomina actualmente– en las filas de un ejército en guerra. La presencia de reporteros uniformados dentro de las tropas estadounidenses que invadieron Irak en marzo de 2003 desató una gran polémica a nivel mundial y abrió un debate todavía no resuelto sobre la condición de vestir uniforme que imponen los ejércitos a los informadores para aceptarlos en las misiones de guerra. Las organizaciones de periodistas rechazan esta imposición por razones éticas y reclaman su derecho a acoplarse a las tropas vestidos de civil.
Este y otros temas vinculados a la cobertura periodística de los conflictos armados ya eran tema de discusión de los periodistas bolivianos en aquella época. Pero no eran los únicos. Recuerdo que ya entonces, en las largas y tediosas noche del pequeño Hotel Berlín de Camiri, donde teníamos nuestro centro de operaciones, Ángel Tórres gustaba de explayarse sobre la historia de Bolivia y veía la guerrilla del Che como un nuevo eslabón de la trágica historia nacional.
La afición de Tórres a la historia no es nueva. Nace, precisamente, de su vocación de periodista, del afán de investigación que mueve a todo reportero y que se cristaliza ahora en este nuevo libro.
Notas
(1) Robert Brockmann: Somos y seremos gente de tierra adentro. Nueva Crónica (1era. Quincena de mayo 2012).
(2) Eduardo Ocampo Moscoso. Historia del periodismo boliviano. Librería Editorial Juventud (1978).
(3) “Gato Salazar”, de la guerrilla del “Che” a la insurgencia zapatista. La Patria de Oruro (2 de octubre de 2011).
Journal de Comunicación Social – No. 4 – Mayo de 2017