Marcelo Quiroga decía que “la realidad es la fe de erratas de la política”, porque te muestra las cosas como son, no como te gustaría que fueran, y termina imponiéndose a los errores de los políticos. Si el principal objetivo de la oposición es desalojar a Evo Morales del poder, como lo plantean todos y cada uno de sus candidatos, el primer paso que debieron haber dado era evitar la dispersión, porque la realidad de la debilidad opositora indicaba que el único camino para conseguir ese propósito era la unidad en torno al aspirante con mayores posibilidades frente al oficialismo.
Por razones que no es del caso analizar, la unidad no fue posible y la oposición, dividida en varias fórmulas, aunque sólo dos con opciones reales de acaparar el voto opositor, llega a la cita electoral disminuida en su apuesta principal, no sólo porque se enfrenta a un rival que cabalga en el caballo del corregidor -con todos los recursos del Estado a su disposición y con el árbitro a su favor-, sino porque además se ve favorecido por las encuestas, lo que le da una ventaja en el relato propagandístico.
Ya en 2014, sin el desgaste que se le supone al oficialismo, la realidad imponía la unidad para evitar los dos tercios, un objetivo que estaba al alcance de la oposición. Muchas voces se alzaron entonces para reclamar la designación de un candidato presidencial “simbólico” y el reforzamiento de las candidaturas al Congreso, pero primó la dispersión. Evo ganó la Presidencia y los dos tercios (61,36%). Doria Medina, Tuto Quiroga, Juan del Granado y Fernando Vargas se repartieron los votos opositores (38,67%), con un mayor porcentaje para Samuel (24,23%) y Tuto (9,04%).
Está claro que para descabalgar a Evo del poder la oposición necesitaría, al menos, forzar una segunda vuelta, habida cuenta de la dificultad de lograr la victoria en la primera. Sin embargo, la última encuesta muestra que Evo estaría cercano a conseguir su objetivo de obtener el 40% de los votos y superar a su inmediato seguidor, Carlos Mesa, por una diferencia de 10 puntos porcentuales, cifras que le darían un nuevo mandato sin necesidad de un balotaje.
Más allá de que las encuestas son “fotos fijas” de un determinado momento del estado de ánimo de la población, la muestra indica que la oposición no se ha movido del 38% obtenido hace cinco años (37% para Evo, 26% para Mesa, 9% para Óscar Ortiz y 3% para Víctor Hugo Cárdenas). Si la oposición no ha crecido, ¿dónde están los casi 25 puntos que ha perdido el MAS en relación a las elecciones de 2014? O también, ¿dónde quedó el 51% del 21F? ¿En los indecisos? Sin embargo, los indecisos serían insuficientes para revertir la desventaja. Por eso Mesa apunta sobre todo al voto útil.
Hay algunos movimientos que parecen insinuar ciertos cambios en el frente opositor. La temprana retirada de Doria Medina fue una clara muestra de que no quería ser el causante de la dispersión de la que él fue víctima en 2014. Lo mismo podría decirse de Tuto. Samuel ya ha anunciado su intención de apoyar a la mejor opción. Es probable que Tuto haga lo mismo. Más allá de la razón formal que esgrimió Jaime Paz para renunciar a su postulación, lo cierto es que, como dicen sus allegados, llegó a la conclusión de que no tenía sentido remar contracorriente.
Pero tal vez la prueba más clara de los sacudones internos que está viviendo la oposición es la renuncia de Edwin Rodríguez a la dupla de Bolivia dijo No. Más allá de las acusaciones de traición y corrupción que le lanzaron sus compañeros de partido, lo cierto es que Rodríguez acertó al afirmar que la dispersión favorece objetivamente a Evo y que la única manera de evitar la victoria masista es concentrar el apoyo en el candidato con mayores posibilidades de triunfo.
Ortiz se ha resistido hasta ahora dar un paso al costado y no parece que vaya a hacerlo en el futuro, confiado como está en su propio crecimiento y en el estancamiento de Mesa en las preferencias electorales, pero lo cierto es que ninguna encuesta le da más del 10% y parece difícil que pueda remontar ese porcentaje en los tres meses de campaña. Las campañas suelen confirmar las tendencias, no modificarlas.
El italiano Giulio Andreotti dijo que “el poder desgasta, sobre todo cuando no se lo tiene”, pero ese no parece ser un argumento capaz de inducir a la oposición a poner fin a su travesía del desierto de 13 años. La pregunta es si la realidad corregirá el error de la dispersión por la vía del voto útil y la unidad de facto en la base electoral. Para lograrlo, Mesa tendrá que convencer a los votantes de Ortiz y Cárdenas, porque, como afirmó otro estadista europeo, el alemán Konrad Adenauer, “en política lo importante no es tener la razón, sino que se la den a uno”.
Página Siete – 1 de agosto de 2019