Harold Olmos
Me siento muy feliz de participar esta noche en la presentación de esta obra en Santa Cruz. Tengo por lo menos dos razones para estarlo:
La primera es que se trata del trabajo de tres colegas muy cercanos que han formado parte de una experiencia compartida en mis primeros años de profesión; después nos hemos mantenido relativamente conectados desde las geografías desde donde operamos. Perú, Argentina. Venezuela, Uruguay, Inglaterra, México, Colombia y Centroamérica
El trabajo de estos periodistas ha sido diseñado y ejecutado con las únicas herramientas con las que contábamos hace treinta o cuarenta años. Son también las mismas que manejaron los colegas de generaciones anteriores: Una lapicera, una libreta de apuntes, raras veces una grabadora y, sobre todo, una buena memoria para describir el entorno y el contexto para proyectarlo al país y más allá. Todo buen redactor y todo buen editor sabe que estas herramientas son el ABC de toda crónica y de todo reportaje.
Otra razón para sentirme particularmente grato es compartir esta presentación con un colega de los años mozos, bien mozos, de Presencia: Fernando Salazar Paredes, quien descolló en coberturas noticiosas desde todos los ámbitos y que también es un ejemplo de la persistencia, del buen escribir y de la paciencia y el empeño por conseguir noticias que marcaron la diferencia en reportajes, crónicas y narraciones diarias.
Los tres autores y quienes los presentamos esta noche tenemos un vínculo común: Forjamos armas profesionales en el diario Presencia en una época en la que sobresalir en las coberturas informativas era un imperativo, y en Radio Fides. Ambos han sido un semillero de profesionales del cual germinó el trío que ha escrito la obra que esta noche presentamos.
En Presencia consolidó su carrera Humberto Vacaflor. La cuna de José Luis Alcázar y de Juan Carlos Salazar fue Radio Fides. Las dos instituciones tenían un mismo norte: difundir informaciones bajo una perspectiva cristiana cuya esencia suprema eran la veracidad y la objetividad. La diferencia estribaba en que Radio Fides era dirigida por un gran sacerdote jesuita imbuido del carisma de una misión que todavía lo acompaña, en sus años de retiro en Cochabamba. Presencia estuvo conducida durante más de 40 años por el personaje que es parte sobresaliente de la historia del periodismo boliviano y de sus peripecias: Huáscar Cajías, cuya huella ética, moral y profesional sigue siendo guía e inspiración en esta carrera.
De ahí arrancaron los tres autores que tuvieron la iniciativa de entregarnos sus memorias sobre cómo y en qué circunstancias cubrieron una de las más grandes gestas informativas de Bolivia.
La obra de Alcázar, Vacaflor y Salazar viene en un momento oportuno para recordar que la historia de las sociedades, sus líderes y sus gobernantes tiene su primer gran borrador en las crónicas escritas en los medios. Los ojos que juzgarán los acontecimientos y las formas en que ocurrieron y fueron narrados para convertirlos en historia vendrán muchos años más tarde. De ahí la trascendencia del empeño y rigor que deban imponer a sus tareas los que hoy escriben en nuestros medios.
En un prólogo para esta obra, hago notar que el pensamiento de los tres fue esculpido por la cobertura informativa de los eventos de 1967. Enviados por sus medios informativos, ingresaron a las áreas de las guerrillas para contar lo que ocurría en las quebradas selváticas del sudeste boliviano. Los despachos que de ellos leí narraban la historia con las fuentes oficiales y las escasas contribuciones accesibles desde el lado de la insurgencia. Acabaron asimilando las motivaciones de la guerrilla y abrazando nociones sustantivas de las ideas que de ella surgieron. Para jóvenes que no habían traspasado el umbral de la tercera década, el mundo boliviano que se les abrió a partir de ese movimiento fue una ruptura con el conocimiento convencional y, cada uno por sus propias rutas, se convenció de la urgencia de transformar una sociedad atrasada por mil razones que la mayoría de la gente, en las alturas y las llanuras, entonces y ahora, no alcanzaría a comprender.
Fue casi como un resultado natural de ese cambio que los tres acabaron exiliados al sucumbir el régimen inestable y sin rumbo cierto de los militares llamados de izquierda y en playas extranjeras forjaron sus destinos. Humberto Vacaflor y Juan Carlos Salazar fueron catapultados a Argentina y José Luis Alcázar a Chile tras vencer el desafío de llegar ilesos a alguna embajada amiga cuando las sedes diplomáticas eran vigiladas por la policía política. El ambiente en que se desenvolvieron no fue fácil. Fue como volver a empezar, pero en tierras extranjeras.
El libro de este trío habrá de reabrir un debate sobre las formas de comunicación que se dan en Bolivia y sobre las maneras de llenar vacíos en nuestra historia. Su lectura es un imperativo para periodistas y estudiantes de la carrera que genéricamente ahora se llama ¨de comunicación¨.
No me extiendo más y los invito a leer ¨La guerrilla que contamos¨. Gracias al trío y gracias a ustedes.
(Palabras pronunciadas en la presentación del libro La guerrilla que contamos en Santa Cruz de la Sierra, en Octubre de 2017).