La prensa de la época registró el momento. Periodistas y funcionarios, con el agua hasta la cintura, estrenaban la playa del futuro enclave de Bolivia en el océano Pacífico, la franja de territorio ofrecida por Chile al norte de Arica, entre la Línea de la Concordia, al norte, y la quebrada de Gallinazos y el borde norte de la quebrada del río Lluta, al sur. El embajador boliviano en Santiago, Guillermo Gutiérrez Vea Murguía, la describía como “una playa que avanza hacia el mar de forma gradual, sin que esto signifique un inconveniente insuperable para la construcción futura de un puerto”.
El diplomático había llevado a periodistas, funcionarios y personalidades para que vieran in situ las características del corredor ofrecido por Chile, en un viaje de varios días, en enero de 1976, que culminó con un recorrido en una embarcación por las aguas costeras de Arica y el chapuzón de los invitados en la playa del futuro litoral boliviano.
“Tráigame el mar, Don Guillermo”, le había dicho el dictador Hugo Banzer Suárez a Gutiérrez Vea Murguía al despedirlo en La Paz el 8 de abril de 1975, dos meses después del “abrazo de Charaña”, el encuentro que sostuvo con Augusto Pinochet que dio lugar a la mayor negociación para la solución del diferendo marítimo. “Los bolivianos pueden sentirse felices: Bolivia ya tiene su mar”, declaró el diplomático diez meses después, dando por asegurado el retorno de Bolivia al Pacífico.
La negociación fue duramente criticada y rechazada por la oposición en el exilio de ambos países, que la veían como el producto de una “comunidad de intereses entre dos dictadores” cuando no como una cortina de humo para tapar las violaciones a los derechos humanos en Bolivia y Chile.
“Es una gestión que prescinde del titular de la soberanía nacional: el pueblo de Bolivia”, escribió desde México el líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz, para quien el acuerdo beneficiaba más a Chile que a Bolivia, debido a las compensaciones territoriales prometidas. Los expresidentes Víctor Paz Estenssoro, Hernán Siles Zuazo, Luis Adolfo Siles Salinas, Alfredo Ovando Candia y Juan José Torres, reunidos en Caracas, repudiaron y condenaron la negociación en marzo de 1976.
Banzer y Pinochet se reunieron en Charaña, una pequeña población ubicada en la frontera con Chile, a más de 4.000 metros de altura, el 8 de febrero de 1975. El encuentro se escenificó en un vagón del ferrocarril Arica-La Paz, donde ambos dictadores sellaron el compromiso de “buscar fórmulas de solución a los asuntos vitales que ambos países confrontan, como el relativo a la mediterraneidad que afecta a Bolivia, dentro de recíprocas conveniencias y atendiendo a las aspiraciones de los pueblos boliviano y chileno”, como señaló el acta suscrita al término de la conversación.
En una crónica sobre el acontecimiento, el sacerdote y periodista José Gramunt escribió para la agencia EFE que habrían sido necesarias “toneladas de papel” y “varios años de negociación” para llegar a la meta que alcanzaron Banzer y Pinochet en “dos horas y media de amigable entrevista”. La euforia de la prensa boliviana era total, porque se creía que el “abrazo de Charaña”, como dijo Gramunt, no sólo había cambiado “el rumbo de la vieja rivalidad” entre Chile y Bolivia, sino que había sellado “la mayor victoria de ningún presidente boliviano sobre un asunto que siempre se ha tenido como una espina en la conciencia cívica boliviana”, cual es la reivindicación marítima.
Diez meses después, el 19 de diciembre, Chile propuso formalmente a Bolivia la cesión de una franja de costa marítima soberana ubicada entre el casco norte de Arica hasta la Línea de la Concordia, unida al territorio boliviano por una franja territorial igualmente soberana. Chile introdujo posteriormente nuevas condiciones, entre ellas el canje de territorios. A consulta de Santiago, Perú aceptó el 19 de noviembre de 1976 la propuesta chilena, pero a condición de que la zona cedida a Bolivia tuviera un régimen de soberanía compartida entre los tres países. Chile rechazó dicha propuesta y la promesa terminó en nada.
Además del “Acta de Charaña”, uno de los documentos presentados por Bolivia en La Haya como prueba de las promesas y compromisos formales incumplidos por Chile, quedaron las imágenes del encuentro. “El abrazo que Banzer y Pinochet se dieron en plena frontera pudo tener un valor quizás protocolar, pero los otros abrazos más entusiastas que se reciprocaron los periodistas bolivianos y chilenos que coincidieron en Charaña quizás pudieron sellar el ánimo de dos pueblos”, escribió ese día Gramunt.
Ocurrió hace 40 años. Imágenes del pasado, recuerdos del porvenir.
Página Siete – 8 de mayo de 2015