Un colega boliviano dijo alguna vez que organizar una empresa periodística en Bolivia era como intentar construir un Concorde en un garaje. Yo creo que es algo más difícil. Y no estoy hablando solo de de dificultades materiales o económicas, suficientes para desanimar a cualquier Quijote, sino de otras que, aunque más sutiles –y a veces no tanto–, convierten el empeño en una carrera de obstáculos.
Cuando pienso en la redacción de un diario boliviano imagino un gran bazar, donde reporteros y redactores, entre golpes de tecla, se esfuerza en proteger la cristalería –así de frágiles son nuestras libertades– del tropel de intocables y poderosos que ven en cada periodista un enemigo y en cada medio la causa de todos sus males.
Pero, además, estamos viviendo tiempos de cambio, una época de crisis y revolución de los medios, en la que la prensa se ve obligada a buscar un perfil para abrirse paso y ganar un espacio de un mercado competitivo.
En este contexto, no es mérito menor el que ha logrado Página Siete en su primer año de vida.
No soy de los que piensan que la “prensa de papel” está perdiendo la batalla ante los medios digitales. No creo, por lo tanto, que el periódico esté en una fase terminal y que tenga sus días contados.
La televisión no mató a la radio, tampoco Internet dará cuenta de los medios impresos, aunque éstos, claro está, tendrán que adaptarse a los nuevos tiempos, como de hecho se han venido adaptando durante décadas de avance tecnológico.
En lo que sí creo es en el periodismo, en los contenidos que dan vida a todos los soportes, tradicionales y digitales, y en los periodistas que los elaboran, los profesionales que escudriñan la realidad y dan testimonio cotidiano de los hechos.
Los avances tecnológicos son un reto monumental para la prensa escrita, pero también son una oportunidad. Nos han enseñado que no hay nada más viejo que un diario, con mayor razón en los tiempos actuales, cuando el lector se enfrenta a un periódico con un bagaje informativo completo, proporcionado no solo por la radio y la televisión, como ocurría hasta hace pocos años, sino también por un amplio abanino de medios online y redes sociales.
Pero, como dijo el maestro Gabriel García Márquez, “la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor”. Y ese es el gran reto del “periodismo de papel” del siglo XXI: escribir el diario del día después con la frescura del día de hoy, un diario que permita al lector recuperar el placer de la lectura a la hora del café matutino y le aporte la credibilidad que no encontrará en la volatilidad online.
Cuando un periodista joven me pregunta cómo trabajaban “los periodistas de antes”, cuando no existía internet, cuando el e-mail y el twitter eran ciencia ficción, yo simplemente respondo: “Salíamos a buscar la noticia a la calle, que es donde suele estar. Es decir, hacíamos periodismo”.
Página Siete está recorriendo ese camino, recuperando la tradición del buen periodismo, el periodismo de fondo y de las buenas historias, las historias que interesan a la gente, contadas con talento. Un periodismo que, no importa el formato o el soporte que utilice como vehículo, sea tradicional o multimedia, buscará siempre informar y formar, pero también deleitar.Página Siete – 24 de abril de 2011.