1964 pintaba mal desde los primeros días de enero, cuando Víctor Paz Estenssoro cavilaba sobre su reelección. Contra la opinión de sus propios compañeros de partido, el “Mono” optó aquellos días por buscar un tercer mandato, previa reforma de la Constitución “emenerrista” de 1961, en una decisión que fracturó al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y abrió la puerta al golpe militar del 4 de noviembre. Pithecanthropus reelectus, lo rebautizó el humorista Paulovich, en una variación de su famoso apodo.
“El golpe vino desde dentro”, declaró años después Sergio Almaraz en su exilio de Lima. Y así fue. Montado en el descontento del partido y en la oposición de diversos sectores sociales, incluida la clase obrera, encabezada por Juan Lechín Oquendo, el vicepresidente y connotado militante de la “célula militar” del MNR, general René Barrientos Ortuño, clausuró el doble sexenio de la Revolución Nacional (1952-1964) e inauguró el triple sexenio del militarismo (1864-1982). Lo hizo a sangre y fuego.
Paz Estenssoro no lo veía entonces como un punto de inflexión en la historia boliviana. Cuando hablaba de la dictadura barrientista –relata Almaraz– parecía que se refería “a un grave contratiempo que, de todos modos, pasará”. De hecho, para él pasó. Siete años después, en agosto de 1971, se convirtió en protagonista del ciclo militarista al apoyar el golpe de Hugo Banzer, a quien dio sustento político en cogobierno con la Falange Socialista Boliviana (FBS).
Líder indiscutido de la nacionalización de las minas, la reforma agraria y el voto universal, durante su segundo mandato (1956-1960) puso en marcha el Plan Decenal de Desarrollo e impulsó el polo de desarrollo de Santa Cruz, en una gestión que gozó de una tasa de crecimiento promedio del 6%, pero en el plano político se agravaron las tensiones internas del MNR, que ya había sufrido el desgajamiento de su ala derecha con Walter Guevara Arze y el distanciamiento de la COB a raíz del plan de estabilización económica impulsado por Hernán Siles Zuazo (1956-1960).
Pensando en que su liderazgo era imprescindible para culminar las obras iniciadas por la Revolución del 52, Paz Estenssoro impulsó la modificación del artículo constitucional que prohibía la reelección, logrando ser nominado para las elecciones de 1964 con Barrientos Ortuño como compañero de fórmula. Su intento prorroguista tuvo el mismo final que la aventura reeleccionista de Hernando Siles, padre de Hernán y Luis Adolfo: el golpe militar.
Cuando se aprestaba a retornar del exilio para participar en unas elecciones que finalmente no se efectuaron, uno de sus colaboradores le preguntó cuál era el programa del partido. “El programa es el poder”, le respondió, según una de las tantas frases que le atribuye la mitología movimientista. El hombre que se refería al poder como un “maravilloso instrumento” sabía de la importancia de tenerlo, pero la historia demostró que es fácil perderlo cuando se intenta retenerlo contra viento y marea. Una lección que este año cumplirá medio siglo.
Página Siete – 3 de enero de 2014