“Figuraciones”

Álvaro Vásquez

Disfruté del trabajo periodístico de Juan Carlos Salazar desde hace varios años. Poco cuando se hallaba como corresponsal en el extranjero, y mucho más desde que retornó a trabajar a Bolivia.

Cuando supe que presentaría un libro de cuentos en la FIL La Paz de 2021, confieso que tuve una expectativa agridulce. Hubo casos en que el salto del periodismo a la narrativa tuvo un aterrizaje poco suave. Sin embargo, recordé “Semblanzas” y el deseo de leer “Figuraciones” ya era certeza.

Tuve que esperar el retorno para poder encontrar el libro, y unos días más para empezar su lectura, esa que ya en la primera página confirmó la certeza de la decisión tomada. El resto fue una lectura fácil (que no simple), agradable, seductora, que capta la atención del lector de manera natural. Con descripciones y párrafos casi poéticos, lo suficientemente amplios para cobijar, colorear y dar alma a los relatos, pero no tanto como para distraer la lectura.

En la parte formal, me llamó la atención cómo el autor maneja los diálogos utilizando los guiones largos junto al entrecomillado en medio de los párrafos. No me parece que sea muy común el uso de este recurso.

Pero lo mejor de la lectura es lo otro, es el entregarse al texto, dejarse llevar por él, seguir el argumento, encontrar las claves que le van dando un sentido distinto o adicional a lo explícito, a lo obvio. La formación periodística del autor asoma en la pulcra elección de los temas elegidos, en el anticipar la importancia que pueden llegar a tener luego hechos pequeños, casi anecdóticos; y su vocación literaria se reconoce en cómo los rescata y relata mucho tiempo después, ya conocida la historia que los cobijó, y los muestra con ropaje de relato literario.

Me queda la sensación de que el autor tenía en mente estos temas desde hace mucho, y que tuvo también mucho tiempo para escribirlos, para corregirlos, mimarlos, maquillarlos y darles cariñoso lustre, preparándolos así para la gran fiesta que sería su publicación, su “presentación en sociedad”.

Cuentos ambientados en países o regiones que una lectura atenta permite identificar, pero que no son ajenos a otras latitudes. Ya la literatura nos mostró cuán afines llegamos a ser los seres humanos. Historias que son denuncia, otras que invitan a la reflexión, y todas abriendo la puerta al solaz del lector.

Disfruté mucho un cuento que me dibujó vuelos de mariposas en el estómago, pues ando enfrentando mis propios dilemas con desencuentros/reencuentros antes casi imposibles y ahora casi probables, dejándome el deseo de tener un quitapesares guatemalteco como confidente, ahora que tengo asumida mi desconfianza ante la divinidad.

Uno de los mejores cuentos que leí (no solo en este libro), con un oxímoron como título, emprende la nada sencilla tarea de explicar, de contar lo que es una revolución a través de la poesía. Abriendo generosamente puertas a otros autores y otras lecturas, ya sea entendiendo “lectura” como acceso a otros libros o autores, o — más importante aún — como una nueva forma de entender antiguas historias que compartimos aquellos que gustamos de llamarnos latinoamericanos; planteando ante el dogma revolucionario simples y contundentes versos, y una pregunta valiente y honesta: ¿acaso la verdad no es revolucionaria? La censura, esa que campea en épocas de dictadura (disfrazada o no), no debería tener lugar en democracia ni en revoluciones verdaderas.

El último cuento muestra (como si aún hiciera falta) cómo detrás de una noticia se encuentra agazapada una historia, un relato, esperando a ser rescatado. Juan Carlos Salazar nos enseña —a través de estas figuraciones— cómo encontrar y contar esas historias, dejando en nuestras manos, como testimonio de ello, este gran libro.

Entre Letras – Blog de letras y escrituras

https://medium.com/entre-letras/figuraciones-aaf8fc993518

1 de marzo de 2022

El sutil cincelado de los cuentos de J.C. Salazar

Victoria Azurduy

Los inefables desbordes de la vida se suelen exorcizar asegurando que la realidad supera a la ficción. Con su verdad de Perogrullo –toda imaginación parte de la realidad– la frase es una buena muletilla para quienes como los periodistas deben hurgar en la caótica, vertiginosa multiplicidad del acontecer en busca de posibles claves esclarecedoras.

Precisamente, Juan Carlos Salazar del Barrio es un veterano maestro en ese curioso y noble oficio de la literatura  como lo es el periodismo, capaz de volver verosímil cualquier suceso por más extraordinario y absurdo que sea, aunque para ello se tenga que apostar la vida.

Esa privilegiada experiencia de  pulsear cotidianamente la noticia, sin horarios ni lugares fijos, tratando con seres singulares, siempre observando, preguntando, escuchando, tratando de dominar la sensibilidad a flor de piel, impulsa a indagar en la propia subjetividad el otro impacto de lo registrado, como contracara del oficio.

De ahí el sutil cincelado de sus cuentos reunidos en Figuraciones, título exacto puesto que, a la inversa de lo acostumbrado, en vez de acompañar a los personajes en sus mundos y peripecias, el lector los actúa, los representa y hasta puede que, en ocasiones, se sorprenda fingiendo ser uno de ellos.

Con diálogos coloquiales que dan sonoridad a los pensamientos, deseos y hasta silencios de seres marginales, rebeldes, idealistas, mediante descripciones precisas, con ritmos ajustados a las circunstancias, ninguno de los relatos de Figuraciones deja siquiera un intersticio donde se pueda evadir la empatía, de ese ser en el otro, aunque éste a su vez sea figurado.

Así, es el propio lector, en vez del guerrillero herido, quien invoca a Lenca, combatiente y militante la Patria Grande y de la poesía, que en sus transmisiones de radio aludía  a la columna rebelde salvadoreña “caminando más allá de la niebla”, que asociaba a la pólvora de su fusil con la flor de la retama, y que le contaba a su amigo que, muy a menudo, la muerte le susurraba en sueños “¡vive, vive!”.

Del mismo modo, es el lector quien sufre la acuciante ansiedad del hombre que al amparo de los astros, de los horóscopos y de un muñequito de lana chiapaneco, en el madrileño café de Malasaña porfía en esperar un reencuentro imposible con un amor inolvidable. Y es también el que se reconoce en ese Nazareno de barrio y aspirante a boxeador para salir de pobre, que va recorriendo cada una de las estaciones del Vía Crucis durante la tortura que le inflige la policía tras que fuera entregado por un compinche de la venta de drogas.

En ese tren de figuraciones, uno se involucra en los trajines para la celebración de la vigilia del Día de los Santos Difuntos en una hacienda del sur boliviano; se convierte en cualquiera de los parroquianos que en el bar de un pueblo tomado por los narcos, defiende a San Judas contra el advenedizo Malverde, santito de bigotes, corbata y pelo relamido, importado de México, protector de los traficantes; se hace cómplice del romance clandestino del Triste Pizarro y la Selene.  Y otra vez más, es uno quien retiene el aliento y las  lágrimas para seguir acompañando en el silencio más absoluto el derrotero de imágenes y sensaciones que se le van agolpando al Che Guevara en su agonía en San Ernesto de la Higuera.

Por Figuraciones, por la movilización interna y las vivencias que generan estos cuentos de Juan Carlos Salazar, se puede concluir que la ficción no supera la realidad. Lo que es más importante: la ficción, como todo arte, nos muestra otras realidades.

Página Siete – 16 de enero de 2022

“Figuraciones”, la cálida prosa del Gato Salazar

Amalia Decker

Ya lo dije, quedé maravillada con la prosa cálida y poética de Juan Carlos Salazar (para mí y para muchos que lo queremos, el Gato) Quienes sabíamos de su talento en las lides del periodismo, lamentamos el anuncio de su alejamiento de la profesión. Ya no sabremos de sus estupendas crónicas. Pero su caminar ahora lo hace por senderos muy cercanos.

En efecto, si convenimos que el periodismo es la narración inmediata de hechos extraídos de la realidad de todos los días para comunicar a los lectores, la literatura se construye de la misma materia prima. Por supuesto con una gran ventaja, la vida de las gentes se entremezcla con la de los sueños. Los personajes van creándose con la discreción del autor, aunque muchas veces y a pesar del mismo creador, se escapan para tomar vida propia. La literatura pues, suele ser más conmovedora y convocadora. No hay mayor realismo que el que se encuentra en los rincones donde se tejen los sueños.

No sé por qué sensaciones tuvo que pasar el autor para saltar a la otra orilla. Como periodista era laureado, pasó por todos los caminos de su profesión, como otros tantos. Pero para bien de nosotros, sus lectores, la tentación de tomar el territorio afín, el de la república de las letras, intuyo que ha sido empujado por el deseo íntimo de no permitir que parte de esos recuerdos, la intensa vida vivida y la de los personajes reales de la larga caminata periodística, queden en el olvido.

En este libro que Gato me ha hecho el honor de presentar, nos cuenta historias que convergen en la invención literaria con unos tonos muy bien logrados y que evocan tramos contundentes de su recién dejado oficio. Lo hace con todo un bagaje a cuestas y con las ganas de contar un pasado o quizá un futuro que imagina mejor que este que vivimos. Este acto de transformación del autor ha sido posible con la argamasa de años de trabajo, con imágenes muy bien bordadas de poesía y estructuras moldeadas en la máquina interior de sus lecturas.

Figuraciones nos invita a transitar por los entresijos de una travesía literaria que da vida a personajes entrañables como el de Casilda, una niña curiosa que veía a su abuela otear el infinito. O aquella otra mujer dedicada a zurcir los rotos de un pueblo que todavía no era pueblo.

Confieso que me dejé llevar como el agua. Me dejé sorprender con las historias que convergen en rincones diáfanos y oscuros. Seguí su andadura guiada por los hilos del tiempo pasado o el tiempo que se aproxima invisible. El tono es casi siempre evocativo. No sé si dan cuenta de él. No importa. Me queda claro que son fantasías retrospectivas, junto a una gran necesidad de imaginar lo vivido o lo que quiso vivir, como si a momentos quisiera convertir el pasado en presente.

Pensándolo bien, creo que la clave narrativa de Gato, radica en la construcción admirable de personajes potentes que perduran y que son universales. Sin embargo, se nota la riqueza del trotamundos que tuvo el privilegio de habitar los dramas, la angustia, el dolor de los buenos periodistas, de aquellos que tienen el alma penetrada por aquello que vio, oyó y contó. Y, entonces, también descubriremos en este viaje, lugares donde la vida se desposó con la muerte a través del presagio de las alevillas y de las orquídeas. Cierro los ojos y puedo imaginar a la Chiapas que cobijó las ilusiones de muchos jóvenes, donde otra vez más, los sueños se trocaron en pesadillas. O la última imagen del Che, mirándose en el espejo de su conciencia.

En todas estas historias he encontrado la aleación perfecta y peculiar de mentiras que tienen el don de soñar verdades o de permitir al lector vivir las historias dibujadas en su propia imaginación y que ejercerán el don de adentrarse en un pasado, donde se confunde lo mítico con lo real. Son historias de sauces acongojados. Son historias de obsesiones que se pegan en el alma como la hiedra y, de sueños que se disuelven como el agua que corre entre las manos.

Me pregunto si es una búsqueda de estilo que sale del periodismo para envolvernos en historias de ayer, de hoy y de mañana. Tampoco importa. Ahora solo le queda al lector, descubrir estos misterios.

(Texto leído por la autora en la presentación del libro Figuraciones, en la Feria Internacional del Libro de La Paz, en septiembre de 2021).

Página Siete – 17 de octubre de 2021

“Figuraciones”

Por Hernán Maldonado

Juan Carlos Salazar, talentoso colega y entrañable amigo desde los años 60, me acaba de honrar obsequiándome su primer libro de cuentos: Figuraciones.

Se trata de otra faceta en su dilatada producción literaria que empezó con el periodismo en la Agencia de Noticias Fides, de la que es cofundador, y que se extiende en el tiempo.

Anteriormente ya nos sorprendió con otros libros en coautoría, pero esta es la primera vez que incursiona en el cuento. Figuraciones, fue uno de los libros más vendidos en la reciente Feria del Libro de La Paz.

Me imagino que varios de los cuentos que expone fueron escritos hace tiempo y en diversos escenarios por la excelente descripción de paisajes. Por ejemplo, creo que Casilda es producto de su observación en las costumbres de algún rincón de su natal Tupiza.

La prosa de Juan Carlos corre como fresco manantial con ingeniosas frases como: “Sonrisa vestida de luto”. “¿Dónde se ha visto un santo con bigote?…” “Las ramas de los sauces que se van sin irse”, “el pata verde” (en lugar del pisacoca) etc.

En mucho tiempo acudí al diccionario para entender los significados de palabras que jamás escuché, como tijtincha, palquia, capias, escaqueaba, telele, paliacates…

En la historia de Jacinto, florece el lenguaje coloquial mexicano (Salazar vivió mucho años allí), pero que parece recrearse también en El Chapare. Es estremecedora la descripción de la tortura del infeliz al que sus verdugos le preguntan: ¿Acaso crees en Dios?

Salazar ha vivido intensamente, como corresponsal de la dpa, los años en los que cientos de jóvenes del continente se fueron a las montañas encandilados por la Revolución Cubana. Esos sentires, sin juicio de valor, alguno, se “reviven” con Lenca.

Juan Carlos cierra su libro con lo que muchos nos figuramos fueron los últimos momentos de la vida del Che Guevara. El excelso criminólogo boliviano, Huáscar Cajías, solía decir que nadie puede trasmigrar el alma humana. Salazar lo hace. Así debió ser. Así fue.

Tierra Lejana – 2 de Octubre de 2021