Un libro revela datos inéditos de los últimos días del “Che”

La Paz – dpa

Tres veteranos periodistas bolivianos revelan en un libro que se presenta mañana en La Paz los detalles de la cobertura de la guerrilla que protagonizó el argentino Ernesto “Che” Guevara hace 50 años en una aislada zona rural de Bolivia.

Escrito por Juan Carlos Salazar, Humberto Vacaflor y José Luis Alcázar, La guerrilla que contamos. Historia íntima de una cobertura emblemática narra detalles, hasta ahora desconocidos, de esa histórica asignación periodística.

“Estamos publicando fotos inéditas nuestras; documentos también inéditos, pero todo vinculado, precisamente, con la cobertura periodística”, explicó Salazar durante una entrevista con dpa.

El “Gato” Salazar, al igual que Vacaflor y Alcázar, fueron enviados como “corresponsales de guerra” y por eso tuvieron que vestir uniforme militar boliviano. Su centro de operaciones fue Camiri, un poblado del departamento de Santa Cruz ubicado a más de 1.000 kilómetros de La Paz.

“Los tres somos setentones y que yo recuerde el resto de los colegas que fueron enviados a esa misión ya han muerto”, apuntó Salazar, ex jefe del Servicio Internacional en Español de dpa, quien reportó desde la zona del conflicto para la local Agencia de Noticias Fides (ANF), que pertenece a los jesuitas.

Alcázar relata que quería conversar con el Che sobre las razones que lo llevaron a intentar propagar la revolución que triunfó en Cuba en 1959, pero que cuando llegó ya estaba muerto.

“Coger su mano caliente que aparecía por debajo de la cobija que lo cubría me estremeció y, tras constatar que ahí estaba el Che muerto, me acosó la frustración y la decepción, como reportero, de no haber podido concretar mi plan de entrevistarlo”, dijo Alcázar a dpa.

Inspirado en las utopías socialistas de su época y en plena Guerra Fría, el Che llegó a Bolivia en 1966. Durante 11 meses combatió en el sudeste del país, donde fue capturado el 8 de octubre de 1967 y ejecutado al día siguiente. La noticia la envió Alcázar por telegrama.

El reportero fue enviado a la zona de la guerrilla por el diario “Presencia” y en el libro relata los combates que presenció entre los guerrilleros y las fuerzas militares bolivianas que estaban asesoradas por Estados Unidos.

La tercera parte de la obra fue escrita por Vacaflor, a quien le tocó contar la historia de cómo la foto de los tres primeros detenidos vinculados con la guerrilla llegó a ser publicada también en “Presencia”: se trataba del francés Regis Debray, al argentino Ciro Bustos y el inglés George Andrew Roth.

El rollo de la cámara, que sobrevivió milagrosamente a la incautación por parte del Ejército, estuvo perdido durante días tras ser enviado por correo, mientras las autoridades negaban que hubiesen hecho prisioneros. Hasta que llegó a la redacción del diario y ya no pudieron ocultarlo.

Vacaflor vivió años más tarde en Londres, donde la casualidad hizo que pudiera ver los diarios del Che poco antes de ser subastados. “Yo me fui y el fantasma del ‘Che’ Guevara me seguía persiguiendo”, afirmó.

El libro también cuenta las dificultades tecnológicas que enfrentaron los periodistas de la época para poder transmitir. “No fue como ahora que puedes enviar las fotos por WhatsApp, había que revelar o mandar los negativos por correo”, apuntó Vacaflor.

Salazar comentó que en muchas ocasiones tuvieron que “invitar unas cervezas al telegrafista”, que quedaba agotado con los largos reportes de prensa que tenía que reproducir en código Morse.

Alcázar optó finalmente por reflexionar sobre la necesidad de mantener el espíritu crítico del periodismo más allá de los avances tecnológicos.

El libro coincide con los 50 años de la ejecución del Che en La Higuera y la portada es un dibujo del argentino Ricardo Carpani. En el prólogo, Gonzalo Mendieta Romero subraya que “esta es la historia de los testigos, cuando ya estamos todos algo hartos de hablar de los protagonistas de la guerrilla del Che Guevara, pletórica de egos, tragedias, excomuniones, dislates y desencuentros”.

Clarín (Buenos Aires) – 26 de julio de 2017

El periodismo boliviano en los tiempos de la guerrilla del Che

Anahí Cazas   / La Paz 

Cuando Juan Carlos Salazar hacía sus primeras armas en el periodismo, fue enviado  a  cubrir la guerrilla del argentino Ernesto Che Guevara en el oriente boliviano.  Fue en 1967, el muchacho, de 21 años, soltero  y oriundo de Tupiza era periodista de la Agencia de Noticias Fides, la primera agencia de prensa boliviana.

Sus colegas veinteañeros y solteros Humberto Vacaflor y José  Luis Alcázar también fueron enviados como corresponsales del  periódico Presencia.

Y de esa manera, los  jóvenes  reporteros  pasaron  a la primera fila de las noticias mundiales.  Hoy, 50 años más tarde, los  tres periodistas deciden  contar  cómo  fue su trabajo en  la cobertura de  la guerrilla del  Che Guevara en un libro. De alguna manera,  este proyecto representa  la  muestra de una  consolidada gran amistad y  un regalo para las nuevas generaciones de periodistas.

La obra, bautizada como La guerrilla que contamos. Historia íntima  de una cobertura emblemática, se presentará el jueves 27 de julio, a las 19:00,  en la Asociación de Periodistas de La Paz. La publicación incluye crónicas y  una colección de fotografías y documentos  inéditos. 

“El  libro ha sido una  oportunidad de recordar, como dice el subtitulo, ‘una cobertura emblemática’”, asegura Alcázar, quien cuenta que  los tres periodistas comparten en la obra varias anécdotas personales que  sucedieron en la cobertura de este  acontecimiento que se convirtió también en noticia internacional. “Además de actualizar alguna información sobre lo que motivó a Ernesto Guevara a preparar un movimiento armado en Bolivia para hacer la revolución en su patria, Argentina”, agrega.

Para Vacaflor, la  publicación de este libro representa   el cumplimiento de una promesa  a las nuevas generaciones de periodistas. “Les contaba algunas anécdotas. Ahora escribí unas crónicas de mis experiencias en  la obra”,  indica.  Además, para el periodista, la obra tiene un significado muy especial. “Los tres somos muy amigos, somos padrinos y nos conocemos, y he vivido con ellos en el exilio”, dice.

Salazar explica que es un libro muy autobiográfico. “Contamos nuestra experiencia de la cobertura de la guerrilla. Pensamos que fue un hecho importante que marcó nuestra generación  y la cobertura  marcó a una generación de periodistas”, indica. “Un viejo colega y corresponsal del diario La Vanguardia de Barcelona me decía: ‘Yo hubiese  pagado por cubrir la guerrilla del Che’. Además, muchos de mis alumnos me pedían que cuente sobre este trabajo y entonces era una asignatura pendiente”, sostiene. “La idea  del libro es mostrar cómo se hizo esa cobertura en una época  en la cual no había internet  y computadores ni teléfonos celulares. Teníamos que cubrir mediante el  telégrafo morse”, añade.

Descubrir  una pasión

Para Salazar, la cobertura de la guerrilla del Che ha marcado su vida. “En esa época ya había decidido hacer y vivir del periodismo, pero en esa época no había una carrera de  Comunicación Social o Periodismo. Yo estaba estudiando Derecho y Ciencias Políticas que era lo más cercano  que había para hacer periodismo”, explica.

“Cuando estalló la guerrilla me mandaron a cubrir por una semana, pero me quedé un año”, cuenta Salazar, quien era periodista en la  Agencia de Noticias Fides.

Ni bien  estalló el primer enfrentamiento entre  la guerrilla y el Ejército boliviano (marzo de 1967), Salazar sugirió al  padre José Gramunt, director de la Agencia Fides  y corresponsal de DPA y  EFE, preguntar si estaban de acuerdo  en cubrir la guerrilla y financiar el viaje de una persona. 

Entonces,  DPA y EFE pagaron el viaje de Salazar  a Camiri por una semana. Pero entre ir y venir, el periodista se quedó   hasta finales de  noviembre. “Es curioso, porque el costo de la cobertura durante los 10 meses fue de 500 dólares”,  recuerda.

Salazar tenía 21  años y se fue  a cubrir la guerrilla con una muda de ropa, una libreta y un bolígrafo. “No había grabadoras pequeñas. Entonces, esos eran mis instrumentos de trabajo y mi medio de transmisión, el telégrafo morse”, explica. “Como todo periodista joven, yo quería estar en el lugar de los hechos”, agrega.

Expulsado de la cobertura

“Hace 50 años no había  pues WhatsApp, internet ni había televisión, las noticias las teníamos que mandar a través de un telegrafista y en    código morse. Me sorprende ver cómo todo ha cambiado”, asegura  Humberto  Vacaflor, quien en 1967 fue  enviado por el periódico Presencia   como corresponsal a cubrir la guerrilla del Che.  Era soltero, tal vez esa fue la razón por  la que fue elegido para  cubrir este hecho.

Vacaflor cuenta que Presencia informó  la noticia de la detención de Régis Debray, pero las autoridades negaron  el hecho. “El Ejército boliviano negaba que lo había detenido, que era un invento la noticia que envié desde Camiri. Decían: ‘No es cierto, por qué no publican las fotos’. Yo tenía las fotos, pero estaban en un rollo que tenía en el bolsillo”, cuenta. 

El periodista fue expulsado de Camiri y se fue a Santa Cruz, donde  logró revelar las fotos. “Enviamos las fotos con un pasajero  en el Lloyd Aéreo Boliviano. Y resulta que se pierden los negativos y  mientras tanto  torturaban  a Régis Debray (…)”, dice y asegura que en estos 50 años el periodismo bolivianos ha pasado de “la edad de piedra al WhatsApp.  “¿Se imaginan? Las fotos de la captura de Régis Debray, las hubiera mandado rápidamente a La Paz. Se hubiera evitado una tortura”, reflexiona.

Vacaflor  recuerda también  que en esos años los periodistas enfrentaban una censura previa. “Todos los textos que se escribían en Camiri tenían que ser aprobados por un  coronel del Ejército”, comenta.

La primicia mundial

Para Alcázar, una de las principales dificultades en la cobertura de la guerrilla del Che fue acostumbrarse a caminar con las tropas tras los guerrilleros. “Fue complicado batallar con los militares,  que como personajes del poder no soportaban fácilmente la presencia de periodistas”, comenta.

El duro trabajo de la cobertura periodística  valió la pena.  Alcázar dio  la primicia mundial de la captura del Che. “La  misma noche de ese 8 de  octubre Radio Fides  comunicaba la primicia de la caída del Che y el  mundo se enteraba por un ‘cable’ de la agencia  IPS. En las primeras horas del día siguiente, el 9 de  octubre,  Presencia  informaba la  trascendental noticia. En el libro relatamos cómo me enteré  y las anécdotas de la noticia”, cuenta.

El corresponsal de Presencia   tocó  la mano de Guevara   al atardecer el 9 de octubre, cuando todavía el cuerpo del guerrillero estaba  caliente. “Fui el primer  reportero que junto con un agente de la Cita, rompiendo el cerco de militares, nos acercamos al helicóptero que había transportado el cadáver del Che  de la higuera a Vallegrande. Yo cogí la mano del che que aparecía de la cobija que cubría su cadáver… estaba caliente y eso me estremeció”, recuerda. 

Según el prólogo del libro, Alcázar fue el más diligente de los tres autores al ocuparse de lo ocurrido en 1967, pues en 1969 puso en circulación, en Bolivia y México, su libro Ñacahuasu, la guerrilla del Che en Bolivia.

Para Alcázar, la cobertura de la guerrilla del Che fue  como su “bautizo de fuego” en el mundo del periodismo. “Consolidó   mi pertenencia a  este oficio, el más hermoso, como lo definió Gabriel García Márquez, pero también el más  peligroso, porque la posición crítica que nos obliga nuestra profesión  siempre incomodará a los poderes y muchos de éstos, como el narcotráfico, atentan  no sólo contra la cobertura, sino contra la  vida de los periodistas”, concluye. 

Los autores, los  grandes maestros (Por Harold Olmos)

(…) El pensamiento de los tres fue esculpido por la cobertura informativa de los eventos que se registraron en Bolivia en 1967. Enviados por sus medios informativos, ingresaron a las áreas de la guerrilla para contar lo que ocurría en las quebradas selváticas del sudeste boliviano.  Los despachos que de ellos leí narraban la historia con las fuentes oficiales  y las escasas contribuciones accesibles desde el lado de la  insurgencia.  Acabaron asimilando las motivaciones de la guerrilla y abrazando nociones sustantivas de las ideas que de ella surgieron. Para jóvenes que no habían traspasado el umbral de la tercera década, el mundo boliviano que se les abrió a partir de ese movimiento fue una ruptura con el conocimiento convencional que habían alcanzado y, cada uno por sus propias rutas,  se convenció de la urgencia de transformar una sociedad atrasada por mil razones que la mayoría de la gente, en las alturas y las llanuras, entonces y ahora, no alcanzaría a comprender.

Fue casi como un resultado natural de ese cambio que los tres acabaron exiliados al sucumbir el régimen inestable y sin rumbo cierto de los militares llamados de izquierda y en playas extranjeras forjaron sus destinos. Humberto Vacaflor y Juan Carlos Salazar fueron catapultados a Argentina y José Luis Alcázar a Chile tras vencer el desafío de llegar ilesos a alguna embajada amiga  cuando las sedes diplomáticas eran vigiladas  por la policía política. El ambiente en que se desenvolvieron no fue fácil. Fue como volver a empezar, pero en tierras extranjeras.

La calidad, sin embargo, permanece con el rigor de seguir las normas de la profesión de periodista. Ninguno de los tres habría conseguido avanzar sobre ese camino empinado sin contar con el bagaje profesional que ha sido su mejor pasaporte. Saber auscultar los acontecimientos y descubrir en ellos el ángulo noticioso que interesa al público fue un  bastón básico para avanzar en las rutas sobre las que el destino los colocó. Pero no solamente era cuestión de “auscultar”. Los tres se destacaron en sus carreras porque habían desarrollado una forma de redacción profesional clara y directa. Ese conocimiento lo perfeccionaron bajo el rigor y la disciplina que impone la necesidad de sobresalir. Aplicaron las normas elementales para una buena redacción, a menudo ignoradas en nuestras latitudes. Cómo encontrar el mejor verbo  para describir una acción, cuándo utilizar un adjetivo, si necesario fuere, cómo organizar una oración que reproduzca con fidelidad lo que se quiere contar  y, en especial, cómo ingresar a un tema con una introducción original, sencilla y provocadora que induzca al lector a continuar después de las primeras 30 o 40 palabras de una historia o de un análisis. Y a partir de ahí, cómo hilvanar la secuencia de párrafos hasta culminar con un cuadro completo la historia que se proponían.

El extraño desinterés por estos elementos indispensables para las buenas historias, podría explicar la ausencia de publicaciones que hablen del tema, que cuenten cómo se obtuvo determinada noticia y cómo se la trabajó; en fin, que cuenten el mundo interior de los medios informativos. Para las escuelas de comunicación y los propios medios, ésta es una tarea  de consideración urgente. El gran público y los propios periodistas la apreciarían.

Alcázar fue forzado a abandonar Bolivia después de haber cementado una base firme de su labor periodística. Escribió la primera obra narrativa sobre la guerrilla de 1967. Salazar encontró acogida inmediata en Buenos Aires en la Agencia Alemana de Prensa en la que trabajaba en Bolivia, la DPA, una cooperativa de diarios de ese país que comenzaba a operar con un servicio en lengua española. Vacaflor llegó a Buenos Aires solo dotado de su habilidad informativa y sus vínculos con colegas que apreciaban su olfato periodístico y la calidad de su redacción. Como la mayoría de los empeños exitosos, el suyo fue arduo. Trabajó como portero de un colegio y después ganó callos en las manos y fuerza en las espaldas al alistarse como peón en un supermercado de la cadena Medrano. De ahí dio un salto hacia un terreno más adecuado e ingresó a ONA (Organización Noticiosa Argentina), donde la agencia oficial italiana de noticias ANSA lo reclutó. Tampoco eran saludables para los periodistas los vientos argentinos de esa época y Vacaflor, en un nuevo exilio, remató en Londres para trabajar en la carta informativa Latin American News Letter y, por último, en la venerable BBC .

Tras un periplo profesional forzado que lo llevó de La Paz a Lima, Buenos Aires, México y Londres, Vacaflor emprendió el retorno a Bolivia cuando los vientos autoritarios habían cesado, 15 años después de haber partido. Con un estilo personal crítico, en Bolivia dirigió programas en la radio, la televisión y escribió columnas hasta desembarcar en la carta Semanal Siglo XXI, de la que es editor fundador.

Con pocas palabras y un lenguaje a menudo mordaz, Vacaflor acostumbra tratar situaciones políticas y económicas que  irritan a los círculos oficiales y despiertan un apetito informativo voraz entre sus lectores. Sus columnas tratan con preferencia cuestiones de minería y petróleo con un manejo de datos que hace inevitable no tomarlo en cuenta en el abordaje de esos temas.

Sus datos suelen ser tan contundentes que uno hasta llega a preguntarse si habrá un mañana.  Fiel a un estilo ante el que trepida cualquier neutralidad, cuando recibía el Premio Nacional de Periodismo de la Asociación de Periodistas de La Paz, en 2013, dijo, ante sus colegas en la ceremonia de premiación, que sentía un cierto desánimo, pues había sido feliz los cuatro años que el premio estuvo congelado sin que se lo entregaran, por razones hasta ahora confusas (…).

Página Siete – 23 de julio de 2017

Juan Carlos Salazar, Premio Nacional de Periodismo 2016

Juan Carlos Véliz M. / La Paz

El Premio Nacional de Periodismo, Juan Carlos Salazar del Barrio, afirmó hoy que “interpelar y desconfiar” del poder son cuestiones inherentes al periodismo. El también director de Página Siete recibió la distinción hoy en un acto realizado en Asociación de Periodistas de La Paz.

“Interpelar y desconfiar del poder son cuestiones inherentes a la función social y a la misión del periodismo. Cuestionar y poner en duda la verdad única para contrastarla con la otra cara de la realidad, exigir la rendición de cuentas y hacer frente a la arbitrariedad y a la impunidad, forman parte de esa misma misión”, dijo Salazar.

Comenzó su discurso señalando que en su 52 años de carrera periodística le tocó cubrir “el ascenso del militarismo en el Cono Sur, la ‘guerra sucia’ argentina, la guerra civil centroamericana, el ‘periodo especial’ en Cuba tras el derrumbe de la Unión Soviética -que era otra forma de hacer la guerra-, el alzamiento indígena zapatista de Chiapas y, ya como director del Servicio Internacional en Español de DPA, me cupo coordinar la cobertura del ataque a las Torres Gemelas y los primeros atentados yihadistas en Europa”.

“Después de 52 años de ejercicio profesional, llegué a una conclusión: el poder no nos quiere, no quiere a la prensa ni a los periodistas, si ellos tratan de cumplir con la función que les asigna la sociedad. Y cuando hablo del poder no me refiero únicamente al poder político, sino también al económico y a los poderes fácticos”, dijo.

“No conozco ningún político opositor que no defienda la libertad de expresión ni a ningún gobernante que no la atropelle en mayor o menor grado. Desde el llano, todos los políticos exigen respeto y adhieren a la libertad de prensa, pero apenas llegan al poder reniegan del escrutinio y el control que exigían para los gobiernos a los que combatían. Por supuesto, hay excepciones que confirman la regla, pero son eso: excepciones”, afirmó.

“Gato” Salazar, como se le conoce, ejerció el periodismo durante 52 años  (40 en  el extranjero), se jubiló el 31 de diciembre de  2010 en España. De regreso a Bolivia, aceptó colaborar con el padre José Gramunt, director de la Agencia de Noticias Fides (ANF), de la que es cofundador, y después  con Página Siete.

El Premio Nacional de Periodismo anunció que dejará la dirección de este matutino y el periodismo activo en enero del próximo año.

Salazar postula un periodismo que interpele al poder

El Premio Nacional de Periodismo 2016 y director de Página Siete, Juan Carlos Salazar del Barrio, reivindicó anoche un periodismo que interpele y cuestione al poder pese a los riesgos que esto conlleva.

“Interpelar y desconfiar del poder son cuestiones inherentes a la función social y a la misión del periodismo. Cuestionar y poner en duda la verdad única para contrastarla con la otra cara de la realidad, exigir la rendición de cuentas y hacer frente a la arbitrariedad y a la impunidad  forman parte de esa misma misión”, expuso Salazar tras recibir el  destacado galardón en un acto realizado en la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP).

“Después de 52 años de ejercicio profesional llegué a una conclusión: el poder no nos quiere, no quiere a la prensa ni a los periodistas, si ellos tratan de cumplir con la función que les asigna la sociedad. Y cuando hablo del poder no me refiero únicamente al poder político, sino también al económico y a los poderes fácticos”, dijo el periodista que en enero dejará el periodismo activo y la dirección de este medio.

“No conozco ningún político opositor que no defienda la libertad de expresión ni a ningún gobernante que no la atropelle en mayor o menor grado. Desde el llano, todos los políticos exigen respeto y adhieren a la libertad de prensa, pero apenas llegan al poder reniegan del escrutinio y el control que exigían para los gobiernos a los que combatían. Por supuesto, hay excepciones que confirman la regla, pero son eso: excepciones”, dijo.

Salazar ejerció el periodismo durante 52 años en el exterior del país y en Bolivia.

Página Siete – 10 de diciembre de 2016 

El director de Página Siete es el Premio Nacional de Periodismo

El director de Página Siete, Juan Carlos Salazar del Barrio, es el ganador del Premio Nacional de Periodismo 2016 que confiere la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP).

“Este es el principal  y más antiguo reconocimiento a una trayectoria de vida y de trabajo en los medios de comunicación”, señala el comunicado de  la organización de periodistas.

El Premio Nacional es un galardón muy prestigioso que fue recibido por periodistas como Alberto Zuazo, Huáscar Cajías, Ana María Romero de Campero, Mario Castro, José Gramunt, entre otros destacados.

Salazar está al frente de Página Siete desde 2013 y recientemente anunció su retiro del periodismo activo y la dirección de este matutino después de un ataque sistemático del Gobierno.

Trayectoria de Salazar 

Nacido en Tupiza en 1945, se inició en la Agencia de Noticias Fides (ANF), de la que es cofundador con el padre José Gramunt, en 1964; formó parte del equipo fundador del diario Hoy, de La Paz, en 1968, y colaboró con diversos medios en la década de los años 60, como el diario Presencia y el recién fundado Canal 7 de televisión. Formó parte de la primera promoción de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana (UCB), en 1970. 

En 1967 le tocó cubrir la guerrilla del Che Guevara, enviado por Fides y la agencia DPA, una cobertura periodística emblemática que marcó el inició de su carrera de más de 40 años en la agencia alemana. Ha sido corresponsal en Bolivia, Argentina, México, América Central y el Caribe  entre 1967 y 1998, y corresponsal concurrente en La Habana, Cuba, durante la década de los 80. También se ha desempeñado como editor internacional del diario Excélsior, de México, entre 1976 y 1977.

Tiene una amplia experiencia en la cobertura de conflictos. Además de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, le tocó cubrir los procesos de militarización del Cono Sur de América Latina y la “guerra sucia” argentina (1971/76), la guerra civil centroamericana (1980/92) y el levantamiento indígena zapatista de Chiapas (1994), entre otros.

Como corresponsal, ha informado desde América Latina y Europa sobre todo tipo de acontecimientos, desde campeonatos mundiales de fútbol y Juegos Olímpicos, hasta cumbres presidenciales, conferencias internacionales, giras papales, desastres naturales y eventos culturales, y ha entrevistado a decenas de personajes de la política, el deporte y cultura.

Director de DPA

A fines de 1998 fue designado director del Servicio Internacional en Español de DPA, con sede en Madrid, cargo que desempeñó durante 12 años hasta su jubilación, el 31 de diciembre de 2010.

Fue el primer jefe no alemán de un servicio internacional de esa agencia.

Participó como conferencista y ponente en seminarios, cursos y talleres de periodismo en universidades de México y España. Dirigió una mesa del congreso sobre Información, Poder y Ética en el Siglo XXI en el Fórum Universal de las Culturas 2004, auspiciado por la Unesco, en Barcelona.

Es coautor del Manual de Estilo de DPA (Hamburgo, Alemania, 2006) y coordinador del libro De buena fuente (Madrid, España, 2010). Desde 2012 es docente de Periodismo y Redacción de Noticias de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica de Bolivia (UCB). En noviembre de 2010 fue nominado entre los 100 Personajes Latinos de España, distinción patrocinada por varias instituciones, entre ellas la Casa de América, la Comunidad de Madrid y la Secretaría General Iberoamericana, por su contribución al desarrollo social, cultural y económico de España y América Latina.

A su retorno a Bolivia, a mediados de 2011, fue designado Asesor Ejecutivo de la Agencia Fides (ANF), cargo que desempeñó hasta el retiro del padre Gramunt, en mayo de 2013. En junio se incorporó al quincenario Nueva Crónica, como editor general. El 15 de septiembre de 2013 asumió la dirección del diario Página Siete. Además, fue exiliado en la dictadura banzerista y fue un estrecho colaborador de Marcelo Quiroga.

Carta de Carlos Mesa a la APLP

“Tengo el honor de postular al periodista Juan Carlos Salazar como candidato al Premio Nacional de Periodismo de este año.

Considero a Juan Carlos como uno de los periodistas más importantes de Bolivia de los últimos 50 años, con una carrera de innegable excelencia, iniciada en 1967 con la cobertura de la guerrilla que Ernesto Che Guevara organizó en Bolivia. Ese trabajo lo realizó para la Agencia de Noticias Fides (ANF) y la agencia alemana DPA.

Salazar estuvo vinculado luego a la agencia alemana durante más de cuatro décadas, tiempo en el que trabajó como corresponsal en varios países y después como jefe del Servicio en Español, con base en Madrid, uno de los más altos cargos obtenidos por algún periodista boliviano en el exterior. A su regreso al país, trabajó primero en ANF y luego, desde 2013, fue director de Página Siete, cargo en el que demostró firmeza, profesionalismo y valentía. Adjunto a la presente el Curriculum Vitae que estoy seguro será detalladamente analizado por el jurado del Premio Nacional”.

Página Siete – 19 de noviembre de 2016