¿Qué libros nacionales fueron los best sellers de la feria?

Jorge Soruco / La Paz

Los libros de cuento de Salazar, Patiño y Baudoin en Plural; la nueva novela de Barrientos en El Cuervo; los clásicos de Viscarra y Cárdenas en 3.600;  el cómic histórico de Ruilova  en Pseudogente y las obras juveniles de La Hoguera están entre las más vendidas en la Feria Internacional del Libro de La Paz. Las editoriales nacionales aun realizan sus evaluaciones de la FIL, que acabó el domingo.

Algunas de las empresas, como Plural, aclararon que no pueden identificar en este momento sus best sellers.  Esto se debe a que las cifras tienen pocas diferencias y que recién realizarán una evaluación en profundidad.

En el caso de Plural, se adelanta que el podio es para los libros de cuentos: Figuraciones, el primer trabajo de ficción  del periodista Juan Carlos Salazar; La vida era solo una hipótesis, el segundo tomo de relatos de Jorge Patiño y Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, de la escritora Magela Baudoin. A esos ejemplares se suma el ensayo La revolución permanente en Bolivia, de Fernando Molina.

En el stand de La Hoguera fueron las obras de literatura infanto juvenil las que más llamaron la atención de los compradores. Esto va más allá que las novelas individuales, ya que los responsables de la editorial destacaron, por ejemplo, la saga completa de Uma,  serie que cuenta las aventuras del niño del mismo nombre.

“Ya sea en serie completa o tomos individuales los libros de Uma de Mariana Ruiz Romero están entre los más solicitados. También está El cuaderno de Valentina, dirigido a un público de menor edad”, informó Daniela Nogales, una de las responsables de la editorial.

En la lista también se encuentran Hola extraña, de  Florencia Squillaci; Feliz error, de Morely Sánchez, y Pablo Pablovsky, de Felipe Parejas. Todos los títulos pertenecen al sello Puraletra de La Hoguera, que agrupa los libros dirigidos a jóvenes.

En 3.600 los preferidos fueron los libros que son considerados por la editorial como long sellers, es decir aquellos que siguen vendiendo bien pese a que ya tienen varios años.  El principal entre ellos es la obra completa de Víctor Hugo Viscarra.

Otras de las preferidas fueron  Periférica Blvd., de Adolfo Cárdenas Franco, y El misterio del estido, de Willy Camacho. Una sorpresa fue Germinales, el primer trabajo de Carlao Delgado.

El Cuervo tienen dos competidores por el primer puesto: la novela Miles de ojos de Maximiliano Barrientos y la reedición del volumen  de cuentos de Giovanna Rivero Tierra fresca de su tumba. El segundo se presentó en el primer semestre del año y se agotó.

La editorial cochabambina Pseudogente  tiene en su lista de más vendidos   un cómic y una novela infanto juvenil. La historieta es Memorias, de Álvaro Ruilova e Iván Villka, que reúne historias que fueron ganadoras del Premio  Eduardo Abaroa.

Sol de Infancia de Cecilia Delgado es un libro ilustrado para niños y jóvenes. Forma parte de la saga Keila y Keisy cuyas anteriores entregas también fueron editadas por Pseudogente.

El presidente de la Cámara Departamental del Libro, Ernesto Martínez Acchini,  consideró que para el viernes ya se tendrá una evaluación completa de la 25 Feria Internacional del Libro de La Paz. Asimismo, adelantó que  está preparando una encuesta para saber más acerca de la conducta de los lectores del país.

Página Siete – 28 de septiembre de 2021

Juan Carlos Salazar transita a la ficción a través de “Figuraciones”

Juan Carlos Salazar, el destacado periodista boliviano, decidió transitar de la crónica periodística al cuento a través de Figuraciones, su nueva creación literaria. Fue en la ficción que encontró el espacio perfecto para vaciar sus vivencias, percepciones, sensaciones, miedos y alegrías de un mundo infinito al que describió como un parto difícil.

Para Salazar, periodista con una larga y brillante trayectoria, quien transitó de los medios más emblemáticos del país en tiempos de dictadura, hasta las agencias internacionales más reconocidas, el incursionar al género de la ficción de la mano de siete personajes fue un desafío personal y profesional.

“El periodismo y la literatura son hijos de la misma madre, sin lugar a dudas. El que se anime hacer un poco de ficción por lo menos en mi caso es para poder transmitir, dar paso a las vivencias, a percepciones, sensaciones que no encontraron cabina en la crónica periodística”, explica desde el otro lado de la pantalla a través del Zoom.

En una conversación muy fluida con Brújula Digital señala que la crónica tiene reglas muy estrictas, un esquema poco flexible, que da poco para la imaginación, para la realización y las figuraciones. Precisamente fueron esas sensaciones, esas realizaciones que llevaba consigo el autor a lo largo de su vida personal y profesional, que necesita encontrar alguna salida.  “Y creo que la mejor salida es la ficción porque la imaginación permite dar vida a estas cosas que vemos a lo largo de nuestra vida profesional”, señala.

¿Todos los personajes son ficción o hubo alguno real? se le pregunta y rápidamente responde: “Toda ficción tiene un anclaje en la realidad, ya sea en los personajes, ya sea en las situaciones, ya sea en los escenarios, etcétera, pero una de las condiciones de la literatura es que todo personaje resulte creíble”.

Y pone a colación los personajes que construyó el colombiano Gabriel García Márquez para poblar el pueblo de Macondo, “son personajes fantásticos, que no se tiene duda alguna de que existieron porque son personajes creíbles”.

En el caso Figuraciones, Salazar señala que varios personajes son también la composición de varios personajes, con excepción del “Che” Guevara en el cuento El espejo.

“Desde que cubrí la guerrilla del Ché hace 50 años, siempre me pregunté durante todo ese tiempo ¿cómo fueron los últimos minutos de vida del Ché Guevara cuando sabía que iba a ser ejecutado, cuando vio al sargento que lo iba a ejecutar?. Son segundos seguramente y yo pensaba ¿qué película se le pasó por la mente?, que me imaginaba que es lo que le pasa a todo condenado a muerte”, asegura.

Trató entonces el autor de imaginar esos instantes finales del “comandante” argentino, que son parte de la imaginación. “Alguna vez me dijo Gustavo Rodríguez Ostria, que la ficción se da libertades que la historia no lo permite”.

En Casilda, el autor se basa en la mitología de su tierra, Tupiza, rescata sus propios miedos infantiles, como el duendecillo que asusta a la gente o incluso embaraza a la campesina dejándole un “hijo opa”, o El triste Pizarro que fue un personaje al que vio el autor una sola vez en su vida, y que a partir de esa imagen de tristeza en su rostro construyó no solo al personaje, sino el cuento.

Salazar al momento de elegir a sus personajes, los rescata de su propia vivencia, los recoge de su experiencia, como el caso de Lenca, una mujer de la guerrilla centroamericana. Aquí vive la muerte se inspiró en una campesina de El Salvador.

¿Sufriste con tus personajes al momento de escribir estas ficciones basadas en personajes y narrativas? a lo que responde: “ha sido un parto particularmente difícil porque la tendencia de cualquier periodista es irse a la crónica, pero los únicos que han logrado esa maravillosa síntesis son Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez, que han logrado contar un cuento como si fuera crónica y una crónica como si fuera un cuento”.

Juan Carlos Salazar se pasó toda la cuarentena escribiendo, reescribiendo, buscando la palabra justa, la frase justa que mantenga la atención narrativa, aquella que atrape al lector. Y confiesa que una vez que publica su libro no se vuelve a leer.

Así, el autor tupiceño nos trae siete cuentos bien logrados que atrapan al lector desde el principio; Casilda, El triste Pizarro, ¿Acaso crees en Dios?, El santo prestado, Quitapesares, Aquí vive la muerte y El espejo.

BD JMC

Brújula Digital – 25 de septiembre de 2021

Salazar: «El periodismo y la literatura son orillas de un mismo río»

Liliana Carrillo V. /  La Paz

Un hombre triste, muy triste; una niña curiosa, no mucho; un paisano reconvertido en charro mexicano; un Jesús que no creía en Dios, y un mesías muy humano que se mira en el espejo. Esos son algunos de los personajes que pasean por los cuentos de Juan Carlos Salazar, maestro de periodistas, que incursiona por primera vez en la literatura con el libro de relatos Figuraciones.

La obra editada por Plural, cuyo dibujo de la tapa tiene la firma del artista Luis Zilveti, será presentada este sábado 25 de septiembre, a las 19:00, en la Feria Internacional del Libro de La Paz. La periodista Amalia Decker comentará el trabajo.

Es su primer libro de cuentos y uno se pregunta por qué. Si el Gato —el famoso apodo de Salazar— es experto en contar historias: en vivo y en directo cuanto charla o desde la maestría de su pluma, que ha corrido certera por crónicas de batallas modernas, derrocamientos de tiranos e investiduras de Papas durante décadas como corresponsal.

En esos años nacieron algunos de los cuentos y con los años fueron más. Durante la pandemia, el autor los revisó una vez más y  se dio cuenta que, como Borges, se había cansado de  corregir. Era el momento de publicarlos y ello significaba el salto del periodista al mundo de la ficción.

El volumen incluye siete cuentos: Casilda (que se publica hoy en Letra Siete), El Triste Pizarro¿Acaso crees en Dios?, El santo prestado, Quitapesares, Aquí vive la muerte y El espejo. Transitan por ellos personajes que reflejan el  “heroísmo de los derrotados, la audacia de los inocentes, la porfía de los sobrevivientes”. Y transita también el humor y  la poesía bien dosificados de acuerdo a la naturaleza de cada relato.

Sobre el cuento, la literatura, el periodismo, la crónica –y las fronteras que los separan o los puentes que los unen– conversamos con Juan Carlos Salazar, Premio Nacional de Periodismo, exdirector de Página Siete y actual  director de la carrera de Comunicación de la UCB:

Tras su exitosa carrera en el periodismo, ¿cuál fue el impulso para sacar su primer libro de cuentos?

Transmitir vivencias, sensaciones y percepciones que no tienen cabida en una crónica o en un reportaje. Las estructuras periodísticas, incluso las más flexibles, como la de la crónica, tienen reglas rígidas que no permiten fantasías ni “figuraciones”. Yo he dedicado mi vida profesional a describir el mundo real desde el periodismo. Ahora quiero hacerlo desde la literatura, seguro de que la ficción cobra vida y recupera certezas cuando la imaginación desvela lo que la realidad oculta.

Para muchos periodistas la ficción es casi una mala palabra. ¿Cómo aborda un emérito periodista el mundo de la ficción en el que los hechos, los personajes no deben ser reales sino –más complejo aún- verosímiles?

García Márquez decía que la novela y el cuento admiten la fantasía sin límites, pero que el reportaje tiene que ser verdad hasta la última coma, aunque nadie lo sepa ni lo crea. Siguiendo el mismo razonamiento, podríamos decir que la ficción debe ser verosímil para ser creída. El Gabo pobló Macondo de seres imaginarios, pero ¿alguien podría dudar de la existencia de Remedios, La  Bella, que ascendió a los cielos en cuerpo y alma, o de Aureliano, el hijo de Aureliano Babilonia y Úrsula Amaranta que nació con cola de cerdo? ¿Acaso no quedamos convencidos de que Mauricio Babilonia caminaba seguido por una nube de mariposas amarillas?

El título del libro –Figuraciones– alude precisamente a “cosas que se figuran o imaginan (RAE)”, pero ¿cuánto de realidad inspira los relatos’? Pienso, por ejemplo, en “El espejo”, que bien podría funcionar como crónica de los últimos momentos del Che Guevara.

Todo relato está basado en percepciones de la realidad, sensaciones fugaces, que cobran cuerpo y sentido gracias a la imaginación, pero también en vivencias inacabadas. Siempre me pregunté cómo vivió el Che esos dos o tres minutos últimos de los condenados a muerte, qué le pasó por la cabeza cuando se dio cuenta de que había llegado su hora final. Al comentar este cuento, el historiador Gustavo Rodríguez Ostria, autor de una biografía inédita del Che, dijo que la ficción permite una libertad que el historiador no dispone. Es lo que hice. Llenar con imaginación un espacio que la historia dejó abierto.

Los cuentos de Figuraciones transitan por temáticas diversas que van desde miedos infantiles hasta amores de guerrilleros. El resultado, permítame decirlo, crea personajes entrañables como el Triste Pizarro, el Jesús que no creía en Dios o el mexicano-boliviano. ¿Cómo elige sus personajes y sus historias?

Estaban ahí, donde los encontré, pidiéndome que contara sus historias.

Los escenarios donde se desarrollan  los cuentos son también diversos, desde el campo valluno (presumo su Tupiza natal) hasta Centroamérica en guerra. ¿Cómo traza su cartografía literaria?

El azar y los propios personajes. En todo caso, como digo en uno de los cuentos, los escenarios se apropian de las personas, las recrean y las hacen suyas, hasta convertirlas en ánimas o fantasmas, según los humores y amores que recogen en su transitar por cada entorno.

A su pluma reconocida en crónicas, se suman dos elementos fundamentales en Figuraciones: uno es el humor, qué brilla por ejemplo en El santo prestado, y la poesía. que emociona en Quitapesares. ¿Cómo maneja esos recursos?

No están en las palabras. Están en los personajes y hay que ser fiel a ellos. Si el autor tiene algún mérito, es haberlos detectado en las apariencias que van dando paso a las figuraciones. Al fin y al cabo, las apariencias no son otra cosa que realidades que se visten de poesía para burlar los sentimientos. Ocurre lo mismo con el humor. Nace del personaje y vive con el personaje.

¿Qué hace que los siete cuentos que incluyen Figuraciones sean una unidad?

El heroísmo de los derrotados, la audacia de los inocentes, la porfía de los sobrevivientes.

A la irrupción de jóvenes escritores  se suma una tanda de experimentados en otras áreas que debutan en literatura –pienso en Patiño y Zaratti desde la columna, usted desde el periodismo– ¿Cómo ve la actual literatura boliviana? ¿Habrá un nuevo impulso a partir de la mirada de estás generaciones diversas?

La creación literaria es un acto individual, muy personal. No creo mucho en las modas ni en las etiquetas, tal vez en las coincidencias. Es difícil saber cuán perdurable o influyente será la producción literaria de los escritores contemporáneos. En cuanto a los colegas que incursionaron en la literatura, y conozco a varios, no dudaría en afirmar que tienen mis mismas motivaciones.

 ¿Cuáles son sus referentes literarios imprescindibles?

Juan Rulfo, Horacio Quiroga, Augusto Monterroso y, desde luego,  Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, a quienes leo y releo desde mi juventud. Como periodista, no puedo dejar de mencionar al Gabo y a Ernest Hemingway, quienes lograron lo imposible: contar una crónica como un cuento y un cuento como una crónica.

En esta “civilización del espectáculo” (Vargas Llosa dixit), ¿por qué vale la pena apostar por la literatura?

Es una apuesta personal. Tal vez uno escribe para uno mismo, por la necesidad que tienes de volcar sentimientos que llevas dentro y que de otra manera no encontrarían salida, a diferencia del periodismo, que es un oficio nacido para contar las cosas de los demás.

Periodismo o literatura? ¿Crónica o cuento? ¿Por qué?

Como decía un querido colega español Manu Leguineche, periodismo y literatura son orillas del mismo río. Tengo a muchos amigos periodistas que han cruzado el río, sin poder resistirse a la tentación literaria. Yo mismo abandoné la orilla que frecuenté durante toda mi vida profesional.

¿En qué obra nueva trabaja ahora? ¿Una novela acaso? Bloom decía que la novela es la corriente que conjunciona todos los géneros.

Quiero terminar un libro de crónicas, que empecé durante la cuarentena, sobre mi experiencia en la cobertura de conflictos armados. Será el último de crónica periodística, instalado como estoy en la otra orilla del río. Tengo algunos otros planes, pero no muy definidos. Quise publicar estos primeros cuentos, escritos también durante la cuarentena, porque, como dijo Borges, me cansé de corregirlos.

Página Siete – 12 de septiembre de 2021

Tres periodistas recuerdan la lucha de letras contra fusiles

Jorge Soruco  / La Paz

Al principio era una manera de ganarse unos pesos, pero cuando la agencia Fides mandó a Juan Carlos Salazar a cubrir la guerrilla de Che Guevara, el periodismo se convirtió en su vida, pese a que tuvo que aprender la profesión y ejercerla en medio de las dictaduras militares. Estas experiencias, junto con las de Harold Olmos Mercado y Fernando Salazar-Paredes son recogidas en el libro El periodismo en tiempos de dictadura que se presenta mañana en la noche.

  “El objetivo es la recuperación de la memoria histórica de una época extraordinaria. Los coautores hemos tratado de recrear en sendas crónicas las experiencias vividas. En este sentido, el libro es también el retrato de una generación de periodistas que ejercieron el oficio de manera apasionada y comprometida durante las dictaduras militares de los años 60, 70 y 80 del siglo XX”, adelantó Salazar, quien fue el coordinador de la publicación, que fue  auspiciada por la Fundación para el Periodismo y editado por Plural.

Cada uno de los participantes se enfocó en un proyecto periodístico en particular. Olmos escribió sobre el semanario Apretura, que tuvo una existencia efímera entre el asesinato de Luis Espinal y el golpe de Luis García Meza en 1980.

Salazar-Paredes escribió sobre el semanario Prensa del Sindicato de Trabajadores de la Prensa durante el gobierno de Alfredo Ovando Candia (1969-1970). Y Juan Carlos Salazar describe sus experiencias en la agencia Fides en la que comenzó a trabajar poco después de iniciada la dictadura de René Barrientos.

“Son tres casos paradigmáticos que se desarrollaron en épocas distintas de la misma etapa histórica. Pero los tres tienen  un rasgo en común: la confrontación al poder. Ya sea desde el periodismo militante de  Prensa, del periodismo de excelencia de Apertura y el comprometido de Fides”, agregó el coordinador.

Las tres partes del libro están escritas en primera persona. Son crónicas de describen tanto el trabajo llevado a cabo -incluyendo fotografías de tapas de periódicos- como las circunstancias y riesgos  en el que se desenvolvían los profesionales.

El tomo es parte de un proyecto de la fundación para mantener viva la memoria de profesionales y medios de comunicación. Salazar ya publicó anteriormente otro dedicado al periódico Presencia.

“Ahora se utiliza muy libremente la palabra ‘dictadura’. Nosotros vivimos una verdadera, en una época en  que los periódicos tenían una importante influencia en la población. Es la historia de la lucha por el derecho a informar a la gente de parte de los reporteros y el afán de silenciarnos que tenían los militares”, especificó.

El coordinador Salazar destacó, además,  que el  lanzamiento coincide con el 50 aniversario del golpe de Estado perpetrado por Hugo Banzer Suárez, el 21 de agosto de 1971.

Página Siete – 20 de julio de 2021