Juan Carlos Salazar, el destacado periodista boliviano, decidió transitar de la crónica periodística al cuento a través de Figuraciones, su nueva creación literaria. Fue en la ficción que encontró el espacio perfecto para vaciar sus vivencias, percepciones, sensaciones, miedos y alegrías de un mundo infinito al que describió como un parto difícil.
Para Salazar, periodista con una larga y brillante trayectoria, quien transitó de los medios más emblemáticos del país en tiempos de dictadura, hasta las agencias internacionales más reconocidas, el incursionar al género de la ficción de la mano de siete personajes fue un desafío personal y profesional.
“El periodismo y la literatura son hijos de la misma madre, sin lugar a dudas. El que se anime hacer un poco de ficción por lo menos en mi caso es para poder transmitir, dar paso a las vivencias, a percepciones, sensaciones que no encontraron cabina en la crónica periodística”, explica desde el otro lado de la pantalla a través del Zoom.
En una conversación muy fluida con Brújula Digital señala que la crónica tiene reglas muy estrictas, un esquema poco flexible, que da poco para la imaginación, para la realización y las figuraciones. Precisamente fueron esas sensaciones, esas realizaciones que llevaba consigo el autor a lo largo de su vida personal y profesional, que necesita encontrar alguna salida. “Y creo que la mejor salida es la ficción porque la imaginación permite dar vida a estas cosas que vemos a lo largo de nuestra vida profesional”, señala.
¿Todos los personajes son ficción o hubo alguno real? se le pregunta y rápidamente responde: “Toda ficción tiene un anclaje en la realidad, ya sea en los personajes, ya sea en las situaciones, ya sea en los escenarios, etcétera, pero una de las condiciones de la literatura es que todo personaje resulte creíble”.
Y pone a colación los personajes que construyó el colombiano Gabriel García Márquez para poblar el pueblo de Macondo, “son personajes fantásticos, que no se tiene duda alguna de que existieron porque son personajes creíbles”.
En el caso Figuraciones, Salazar señala que varios personajes son también la composición de varios personajes, con excepción del “Che” Guevara en el cuento El espejo.
“Desde que cubrí la guerrilla del Ché hace 50 años, siempre me pregunté durante todo ese tiempo ¿cómo fueron los últimos minutos de vida del Ché Guevara cuando sabía que iba a ser ejecutado, cuando vio al sargento que lo iba a ejecutar?. Son segundos seguramente y yo pensaba ¿qué película se le pasó por la mente?, que me imaginaba que es lo que le pasa a todo condenado a muerte”, asegura.
Trató entonces el autor de imaginar esos instantes finales del “comandante” argentino, que son parte de la imaginación. “Alguna vez me dijo Gustavo Rodríguez Ostria, que la ficción se da libertades que la historia no lo permite”.
En Casilda, el autor se basa en la mitología de su tierra, Tupiza, rescata sus propios miedos infantiles, como el duendecillo que asusta a la gente o incluso embaraza a la campesina dejándole un “hijo opa”, o El triste Pizarro que fue un personaje al que vio el autor una sola vez en su vida, y que a partir de esa imagen de tristeza en su rostro construyó no solo al personaje, sino el cuento.
Salazar al momento de elegir a sus personajes, los rescata de su propia vivencia, los recoge de su experiencia, como el caso de Lenca, una mujer de la guerrilla centroamericana. Aquí vive la muerte se inspiró en una campesina de El Salvador.
¿Sufriste con tus personajes al momento de escribir estas ficciones basadas en personajes y narrativas? a lo que responde: “ha sido un parto particularmente difícil porque la tendencia de cualquier periodista es irse a la crónica, pero los únicos que han logrado esa maravillosa síntesis son Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez, que han logrado contar un cuento como si fuera crónica y una crónica como si fuera un cuento”.
Juan Carlos Salazar se pasó toda la cuarentena escribiendo, reescribiendo, buscando la palabra justa, la frase justa que mantenga la atención narrativa, aquella que atrape al lector. Y confiesa que una vez que publica su libro no se vuelve a leer.
Así, el autor tupiceño nos trae siete cuentos bien logrados que atrapan al lector desde el principio; Casilda, El triste Pizarro, ¿Acaso crees en Dios?, El santo prestado, Quitapesares, Aquí vive la muerte y El espejo.
BD JMC
Brújula Digital – 25 de septiembre de 2021