Para un régimen tan afecto a los símbolos, como el masista, no deja de ser simbólico -valga la redundancia- que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) haya concluido el recuento que daba la victoria a Evo Morales en horas de la madrugada. Apelando al dicho popular, se podría decir que el parto del escrutinio se produjo “entre gallos y medianoche”, pero en este caso sería más apropiado hablar de “premeditación, alevosía y nocturnidad”, que son las agravantes que establece la teoría penal para ciertos actos delictivos.
Se dice también, para citar otro adagio popular, que lo que mal empieza, mal acaba. Sin remontarnos al 21F, la verdadera madre del cordero, está claro que el origen inmediato de la crisis que sacude actualmente a Bolivia está en la suspensión arbitraria del TREP (Transmisión de Resultados Electorales Preliminares) por parte de los vocales del TSE.
Hasta entonces, con el 83,79% de actas verificadas, la diferencia entre Morales y Carlos Mesa era 7,12%, cifra que auguraba una segunda vuelta. Al reanudarse el cómputo 13 horas después, había aumentado al 10,14%, mínimo suficiente para declarar a Evo ganador en primera vuelta. Mientras tanto, en forma paralela a la orden, se había producido un misterioso corte de internet.
Marcel Guzmán de Rojas, gerente de Neotec, la empresa que administró el TREP, ha explicado las circunstancias en que la presidenta del TSE, María Eugenia Choque, le ordenó la suspensión del recuento y lo convocó a una reunión urgente, en la que alegó como causales de la orden “el uso de un servidor no monitoreado”, “el aumento inesperado de tráfico para verificación de actas (desde ese mismo servidor)” y “el cambio repentino de la tendencia entre el MAS y CC”.
Guzmán de Rojas aclaró las objeciones planteadas por Choque y sostuvo que “ninguno de los argumentos presentados justificaban la suspensión del TREP”, incluyendo el de la tendencia de los resultados relativos, que era “lineal y sin saltos”. No se conocen todos los detalles de la reunión. Se sabe que fue breve y áspera.
Tampoco se sabe quién ordenó a Choque suspender el TREP. Cuesta creer que hubiese tomado una decisión de semejante magnitud sin el conocimiento y el visto bueno del Gobierno, habida cuenta de la sumisión del TSE al Ejecutivo. Altos funcionarios gubernamentales admiten en privado que la suspensión del TREP fue un “grave error”, puesto que fue esa decisión la que abrió la caja de los truenos. ¿Temía el Gobierno que el supuesto “cambio repentino de la tendencia entre el MAS y CC” terminara por confirmar la segunda vuelta?
Tal vez convenga recordar lo acontecido la noche del 21F. En la ocasión, los vocales intentaron interrumpir el TREP –igualmente realizado por Neotec- cuando la tendencia apuntaba al triunfo del No, pero la entonces presidenta del TSE, Katia Uriona, logró impedirlo. Ordenó la difusión del recuento en momentos en que Álvaro García Linera hablaba de un “empate” e instaba a la opinión pública a que esperara “los resultados del exterior”. ¿La decisión de Uriona impidió un fraude?
A partir de la suspensión del TREP, el Gobierno ha ido de error en error y de torpeza en torpeza en el manejo de la crisis, incluido el cerco del aeropuerto de El Alto para impedir el ingreso de Luis Fernando Camacho. ¿Señales de nerviosismo? Tal vez, pero también de descontrol. Se dice que quien tiene el control tiene el poder o, a la inversa, quien tiene el poder tiene el control.
El ministro Carlos Romero dijo que la Policía fue “rebasada” por la turba masista. Cuesta creerlo. Si fuera cierto, es grave; si no, también. Como en el caso del TREP, uno se pregunta quién ordenó el cerco, porque si hay algo claro es que no fue una acción espontánea. Los palos de ciego del Gobierno, como en el caso Camacho, parecerían mostrar la existencia de una pugna interna entre quienes ven a Vietnam como salida de la crisis y quienes prefieren esperar la auditoría de la OEA.
Fuentes diplomáticas creen que los auditores ratificarán el informe de los observadores, en sentido de que el proceso estuvo rodeado de irregularidades -“condiciones muy complejas”-, incluido el “cambio drástico y difícil de justificar en la tendencia de los resultados preliminares”, y recomendarán una segunda vuelta como vía para pacificar el país. ¿Aceptaría el Gobierno esa salida? La oposición no lo hará, sobre todo si la convoca el mismo TSE.
En todo caso, no hay auditoría capaz de devolverle al TSE la credibilidad perdida ni de otorgarle a Evo una legitimidad no ganada en las urnas. Pero, además, después del 20 de octubre, Evo no es el mismo, ni Bolivia es la misma. Que lo diga la juventud que encabeza la protesta democrática.
Mientras tanto, ojo con ciertos llamados al “restablecimiento del orden”, porque -como dijo Diderot- para algunos, “poner las cosas en orden siempre significa poner las cosas bajo su control”.
Página Siete – 7 de noviembre de 2019