Aunque usted no lo crea, como diría Ripley, había jóvenes que adoraban el álgebra de Baldor, un libro de pesadilla que marcó la vida de varias generaciones de estudiantes. Y no era precisamente por el barbón de turbante de su portada, que muchos creíamos que era el autor, el Señor Baldor, sino por un joven maestro de matemáticas que se empeñaba en hacer de las fracciones algebraicas, las ecuaciones, los logaritmos, los binomios y trinomios una verdadera diversión.
Lo hacía con pedagogía, pero sobre todo con mucho humor. “El que sabe, sabe; el que no sabe, es… tronguista”, recriminaba a sus alumnos. Obviamente, era bolivarista, pero también, como todo matemático, filósofo. Y en su caso, cultor de la filosofía popular, la que viene envuelta en el celofán del bolero de moda. “A ver, Pepito, el hijo del pueblo, el hombre que supo amar… ¡Cero!”, sentenciaba al comunicar una mala nota, parafraseando a El plebeyo de Los Panchos. Al fin y al cabo, como dijo alguna vez Albert Einstein, “las matemáticas puras son, en su forma, la poesía de las ideas lógicas”. Y para El Profe la poesía tomaba forma en la música.
Jaime Alfonso Escalante Gutiérrez (1930-2010), El Profe, ya era famoso entre los estudiantes del San Calixto y el Bolívar cuando emigró a Estados Unidos, en 1964, antes de que Edward James Olmos lo interpretara en el cine. Sus exalumnos lo recuerdan con veneración. Es el culto a Escalante. Víctor Pity Bretel Bibus, perteneciente a la última generación del San Calixto que lo tuvo como maestro (1963), dice que “tenía un arte especial para hacerte gustar el álgebra de Baldor”.
Todo un milagro, teniendo en cuenta que el clásico del cubano Aurelio Ángel Baldor de la Vega, publicado por primera vez en 1941, destrozó la vida de varias generaciones de adolescentes latinoamericanos. Por entonces no sabíamos que el hombre del turbante era el matemático, astrónomo y geógrafo persa Al-Juarismi (780-850), Padre del Álgebra, a cuyo nombre debemos palabras tales como guarismo, algoritmo y también álgebra. Su mirada daba miedo, pero el contenido del libro con sus 5.790 ejercicios infundía terror. Baldor, para muchos, era sinónimo de tormento. Para muchos, pero no para los alumnos del maestro boliviano.
Escalante no llegó a conocer a Marcus Peter Francis du Sautoy, el joven profesor de matemáticas de la Universidad de Oxford que ganó popularidad por una serie de televisión sobre el significado de los números, pero hubiese coincidido con él cuando dijo que “las matemáticas tienen belleza y romance” y que “el mundo de las matemáticas no es un lugar aburrido”. Escalante no sólo se instalaba en ese “lugar extraordinario” de las fórmulas de las X y las Y, sino que transportaba a sus estudiantes hasta ese sitio supuestamente mágico y los convencía de que “las matemáticas –en palabras de Galileo Galilei– son el alfabeto con el que Dios ha escrito el Universo”.
Nacido en La Paz el 31 de diciembre de 1930, era el segundo de cinco hijos de dos maestros de escuela, Zenovio Escalante Rodríguez y María Sarah Gutiérrez Valle. Normalista, enseñó física y matemáticas durante 12 años, hasta su partida a Estados Unidos, en 1962, por un año, invitado por la NASA. “Regresó en 1963, pero para preparar su partida definitiva, en 1964, en busca de mejores oportunidades laborales y profesionales”, según recuerda Bretel Bibus, quien siguió de cerca su trayectoria.
Tras una breve estancia en la Universidad de Puerto Rico, donde inició su preparación en matemáticas, emigró a California. Debido a que no dominaba el inglés y que sus títulos no eran válidos para ejercer la docencia, se vio obligado a estudiar durante las noches en el Pasadena City College, donde obtuvo un grado técnico en Electrónica, y posteriormente en la Universidad Estatal de California, en Los Ángeles, donde se tituló en Matemáticas. Fue alumno del conocido matemático estadounidense Louis Leithold.
Con esas credenciales, en 1974 comenzó a impartir clases en la Escuela Preparatoria Garfield, ubicada en un suburbio pobre de Los Ángeles. Desalentado por la deficiente preparación de sus estudiantes, estuvo a punto de renunciar al trabajo. “Mi primer año como maestro fue absolutamente frustrante. Tenía la sensación de que no había hecho mi tarea cuando en el examen final vi que mis alumnos eran débiles a la hora de hacer fracciones y yo me decía a mí mismo: lo arruinaste, hombre”, relató en una ocasión.
No sólo era un problema de formación, sino que tuvo que lidiar con muchachos provenientes de familias golpeadas por la marginación, la drogadicción y la violencia. Pero Kimo, como lo conocían sus alumnos, el “amigo personal” de Pitágoras (“Pete, El Gorras”), como solía presumir ante ellos, hizo el milagro de lograr que sus alumnos aprobaran la prueba de nivel avanzado de cálculo para acceder a la universidad en Estados Unidos.
“Yo no fabrico talentos, yo los descubro, y los talentos vienen en toda la gama de colores; en cualquier escuela, en cualquier lugar tú puedes encontrar talento; descubrir eso es lo que me hace sentir grandioso”, declaró en una ocasión a un canal estadounidense de televisión.
Su vida inspiró al escritor Jay Mathews para escribir el libro The Best Teacher in America, publicado en 1988, que a su vez sirvió de base para la película Con ganas de triunfar, interpretada por Edward James Olmos en el papel de Escalante. El presidente Ronald Reagan le concedió la Medalla Presidencial a la Excelencia en Educación (1988) y cuatro universidades estadounidenses le otorgaron el título de Doctor Honoris Causa.
Escalante describió a la película que le hizo famoso como “un 90 por ciento verdad y un 10 por ciento de drama”, pero lo cierto es que muy pocos de sus alumnos vieron en Olmos al Profe que los “llokalleaba” en clases cuando no sabían la lección (“A ver llokallas, el que sabe, sabe; el que no sabe, ¡empleado público!”…) o al líder que buscaba infundir en sus alumnos la confianza en sí mismos: “¡Ustedes han entrado al Sanca (San Calixto), pero el Sanca no ha entrado en ustedes!”.
A pesar del éxito de su programa de cálculo, el maestro se enfrentó a duros cuestionamientos de la junta directiva del Garfield a raíz de diferencias administrativas y laborales, como el número de alumnos por aula que excedía, debido al interés escolar, al máximo de 35 por clase, lo que le ganó críticas de sus colegas.
Se dice que incluso recibía amenazas anónimas. En 1991, el número de estudiantes que presentaban exámenes avanzados en matemáticas llegó a 570. Ese mismo año, alegando “motivos políticos y personales”, renunció al colegio, pero encontró trabajo en el Sistema Escolar de Sacramento.
Escalante falleció el 30 de marzo de 2010, a los 79 años, víctima de un cáncer a la vejiga. Su amigo Edward James Olmos lo acompañó hasta el final de sus días. “No cuentes cuántas veces estás en el piso, mejor toma nota de cuántas veces de levantas”, dice Olmos que recomendaba a quienes acudían a visitarlo en su lecho de enfermo.
(Dibujo de Marcos Loayza)
Página Siete – 16 de diciembre de 2018