Jaime Saenz la describe como una zona de “gente que lucha y gente que sufre”, siempre en la vanguardia de todos los combates, “en el primer puesto de choque”, y la llama “hija predilecta” de La Paz. A Villa Victoria también le cantó otro poeta, Jorge Suárez, quien solía evocar en las noches de bohemia a un héroe de las jornadas del 9 de abril de 1952, “Juan el sombrerero”, en un poema musical, acompañado por una guitarra, al son de tres ritmos sucesivos: cueca, huayño y bailecito,
Villa Victoria fue uno de los principales escenarios de la revolución del 52, pero para entonces ya era conocida como “Villa bbalazos” o, en palabras de Saenz, como el barrio de los alzamientos populares y las refriegas callejeras. La fama le venía de la huelga general de mayo de 1950, en los coletazos de la llamada “guerra civil” de 1949, bajo el “gobierno rosquero” de Mamerto Urriolagoitia, que terminó en masacre, una de las tantas que viviría la zona fabril a lo largo de su historia.
“La defensa obrera se hizo sobre todo en el puente de Villa Victoria”, donde “medio centenar de fabriles defendió heroicamente sus posiciones hasta la retirada final”, según recuerda Carlos Mesa. “El ejército actuó duramente”.
La represión, a cargo de los regimientos Abaroa e Ingavi, dejó un saldo de 13 muertos y un centenar de heridos. Dirigentes del Comité Coordinador de Sindicatos, germen de la futura Central Obrera Boliviana, dijeron que “el heroísmo de los trabajadores fue tronchado solamente con la artillería y la aviación” en una “masacre horrorosa, cruenta, que conmovió al mundo”.
Y fueron los obreros y artesanos de Villa Victoria y Pura Pura quienes tomaron por asalto el arsenal de la plaza Antofagasta el 9 de abril, acción que permitió armar a los insurrectos paceños, y fueron ellos quienes lograron la primera victoria sobre las tropas que intentaron sofocar el levantamiento popular. Las milicias fabriles pelearon calle por calle y se hicieron fuertes en el puente de la Villa y en el bosquecillo aledaño, donde cortaron el paso de los refuerzos militares que bajaban de El Alto hacia La Paz.
Pero Villa Victoria, fundada por ordenanza municipal el 15 de agosto de 1929, no debe su nombre a las gestas revolucionarias, sino a Victoria Zuazo de Quintanilla, propietaria de la hacienda Kusicancha, quien donó los lotes para los obreros de la naciente zona industrial, donde se levantaron las fábricas Said, Soligno, Forno, Fanase y La Papelera, entre otras, en la primera mitad del siglo pasado.
Sí, les debe a los villavictorianos su identidad proletaria y su tradición insurreccional. “En Villa Victoria comienzan las revoluciones y en Villa Victoria terminan las revoluciones”, recordó uno de sus vecinos en un testimonio recogido en el libro Mi barrio cuenta y yo cuento con mi barrio, publicado por el Concejo Municipal para el Bicentenario. “Antes se escuchaban los balazos a toda hora, sobre todo en las noches, de ametralladoras. Por eso se llamó Villa Balazos y con ese nombre quedó internacionalmente conocido este barrio”, agregó con orgullo.
Más que un barrio, Villa Victoria es una barricada. “Temida eres por rebelde y/ humilde cuando estás en paz”, como escribió el poeta anónimo.
Más que un barrio, Villa Victoria es una barricada.
Página Siete – 15 de julio de 2015