“A la guerra en taxi” en la Feria del Libro de Cochabamba

Santiago Espinoza A.

A la guerra en taxi: Crónicas desarmadas reúne crónicas, reportajes, perfiles y algunos textos más libres de las ataduras genéricas del periodismo, en los que Juan Carlos Salazar desgrana sus coberturas sobre los albores del periodo dictatorial en Bolivia (y sus resistencias), los horrores de la Operación Cóndor en Argentina y otros países, el genocidio ejecutado por EEUU y sus gobiernos títeres en Centroamérica, las penurias del “periodo especial” en Cuba y la guerrilla zapatista en México.

Más que una antología de textos de su autor, A la guerra en taxi está confeccionado como un mapa periodístico de algunos de los principales conflictos armados que desangraron a los países latinoamericanos durante la segunda mitad del siglo pasado.

En sus textos se respira, de buenas a primeras, el aliento del periodista de raza: ese que sabe dónde encontrar historias y personajes, ese que sabe aquilatar sus narraciones con la información indispensable, ese que sabe cifrar en palabras sus certezas y dudas.

Ramona – Opinión – Cochabamba, 15 de octubre de 2023.-

https://www.opinion.com.bo/articulo/ramona/feria-libro-editoriales-bolivianas-primerisimo-primer-plano/20231007205440923374.html

El precio barato de un taxi

El autor conversa con Juan Carlos Salazar sobre su nuevo libro, “A la guerra en taxi”. “Al poder no le gusta el ejercicio periodístico porque lo cuestiona”, dice el periodista y escritor.

Por  Erick Ortega

Hay tres verdades, cuando menos, que estallan en el libro de Juan Carlos Salazar. En primer lugar, el periodismo no puede estar nunca el lado del poder; sí hay buenos y malos (estos mucho más) en el ejercicio del poder; y por último el periodista debe ir a la guerra, no importa cómo, ya sea en taxi o a pie cargando una pesada mochila por terrenos indómitos. Empecemos por el final, contando la importancia de llegar allá donde hay que llegar, a la noticia.

Un conductor detiene al Gato (quien no es fanático de los mininos, aunque tiene esculturas de ellos en su casa) y le hace una pregunta doble: “¿Periodista? ¿Quiere ir a la guerra?”. Esta experiencia le da título al último libro de Salazar, A la guerra en taxi, que se presentó esta semana.

No, la pregunta doble no era una excepción. Los taxistas solían permanecer a la caza de periodistas durante la guerra en El Salvador, allá por los años 80. El Salvador, llamado también “El pulgarcito de América”, es un país tan chico que le permitía a un periodista llegar allá tomando los servicios de un taxi.

Para esa época el Gato ya era un experto en esas correrías; estuvo reportando en la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, en 1967 y sus reportes hoy en día son históricos.

Conversar con él o leerlo es conocer más del oficio. Cuenta, por ejemplo, que el fotógrafo Robert Capa, quien retrató la Guerra Civil española decía que si una foto no es lo suficientemente buena, es porque el fotógrafo no estuvo lo bastante cerca de su objetivo… y lo mismo pasa con los periodistas. Hay que estar ahí, en medio de la guerra. Después de todo el periodista recrea la historia.

Eso sí, para recrear la historia Salazar tuvo que colocarse una mochila pesada, donde cargaba su máquina de escribir (aquella que hoy en día está en su casa de la zona Sur) y también debía tragarse artículos porque el telegrafista de Vallegrande no tenía la experiencia para transcribir las historias largas, aquellas que incluso se quedaron cortas, ante la importancia de lo vivido.

Y sí, hay malos y buenos en la vida. Existen también los peores, aquellos que durante años se pusieron la sotana de santos y agarraron las armas del pueblo y con los años se volvieron en sus verdugos. Siempre los peores son los profetas que se convirtieron en sátrapas en el ejercicio del poder. Salazar les dedica un buen espacio en su libro y tiene muchas historias que contar.

En las calles y discotecas, muchos hemos cantado a Molotov y repetimos: “Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a coger”… y el Gato lo sabe. “El poder corrompe y el poder total corrompe totalmente y eso es lo que hemos visto. A uno le cuesta imaginar, hablo por ejemplo lo que significó Nicaragua en los años 80, a principio el sandinismo despertó la ilusión en todo el continente. Ves ahora a Ortega y Murillo y son irreconocibles, son peores que Somoza”. Sí, Daniel Ortega y Rosario Murillo fueron la cara revolucionaria que se le plantó de frente al dictador Anastasio Somoza y hoy son su reflejo.

Hay más. El general Efraín Ríos Mont en Guatemala era un pastor de una iglesia evangélica y él decía que los hombres deberían ir con una Biblia y una ametralladora para combatir al comunismo. Él puso a los indígenas ante la disyuntiva: ¿frijoles o fusiles? Nunca les dio la alternativa porque los mató a todos. A fin de cuentas, su política de tierra arrasada se resumía en bombardear comunidades indígenas hasta liquidarlos a todos. Y sí, todo aquello fue registrado y contado por Salazar.

En Bolivia el general Hugo Banzer Suárez también tenía una imagen clara al respecto y en la Masacre del Valle, en enero de 1974, el dictador autorizó a los campesinos matar a los “extremistas”. Esta parte de la historia de Bolivia es parte de la obra del Gato.

Sí, hay personajes buenos y malos. Incluso, a veces, los periodistas también aparecen en el lado de los malos. Es cuando éstos forman parte del engranaje de un gobierno determinado, sea de izquierda o derecha.

“Siempre el poder me ha cuestionado y yo llevo casi 60 años”, dice orgulloso Salazar. Acota: “El periodista y el periodismo trabaja en cuatro ámbitos: el ámbito democrático, el autoritario, el dictatorial y el ámbito de conflicto (armado) yo he trabajado en los cuatro ámbitos y en los cuatro ámbitos me he sentido acosado por el poder. Al poder no le gusta el ejercicio periodístico porque cuestiona, porque lo cuestionan”.

Sí, el ejercicio del oficio es cuestionar. Hay que indagar y hurgar debajo de la alfombra. Y este trabajo es un privilegio de pocos. “Yo volvería a ser periodista. Yo tuve el privilegio de vivir de lo que me gusta hacer y me pagaban por eso”, refiere con orgullo quien fue director de Página Siete.

Él sostiene que el periodismo es un oficio y como todo oficio pues se aprende en un taller y el taller del periodista es la redacción y la calle. “Ahí donde aprende el periodista”, sentencia. Pero también hoy en día, acota es necesaria la academia, la lectura constante y una especialización mayor.

Salazar supo ir de aquí allá, y muchas veces lo hizo en taxi. Tomó un taxi en el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez (ciudad mexicana) y se fue a la guerra de Chiapas, a mediados de la década del 90; viajó por este medio desde el Palacio de Gobierno hasta la Universidad Mayor de San Andrés, cuando se avecinaba el golpe de René Barrientos, en noviembre del 64; y supo recorrer la capital haitiana para ser testigo de la práctica de vudú.

“Mira, yo nunca me he considerado un periodista de guerra, pero me pregunto y lo digo también en el libro: En la época que me ha tocado vivir, una época tan conflictiva, ¿qué periodista no lo era?, porque todos estábamos cubriendo siempre una guerra.

Así, de taxi en taxi los ojos claros del Gato Salazar fueron conociendo lugares y descubriendo noticias. Quizás este servicio privado callejero era más caro que el vehículo público, pero a éstos les faltaba velocidad y llegar lo más cerca de la noticia, algo clave para un periodista. Además, y lo más importante, la experiencia de ir a una guerra en taxi no tiene precio.

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Página Siete – Domingo, 30 de abril de 2023

El Gato Salazar es un periodista que acudió a la guerra en taxi

Hizo la cobertura de la guerrilla del Che Guevara en Ñancahuazú y después estuvo en distintas partes del mundo, especialmente en Centroamérica. Ya tiene lista la edición de su más reciente libro periodístico.

Por Erick Ortega

Cierto colega argentino a quien conoció en México tenía una curiosidad y un día le preguntó sin pelos en la lengua: “Oye, Gato, ¿por qué te dicen Juan Carlos?”. El aludido, quien en su niñez ya había perdido su identidad bautismal, sonrió y confirmó otra vez que el sobrenombre lo acompañaría por siempre.

Es imposible nombrar al Gato Salazar sin citar su oficio: o sea, él es conocido como: Gato Salazar, el periodista. Está a punto de lanzar un nuevo libro sobre sus andanzas con la libreta en mano y yendo tras la historia; en esta ocasión A la guerra en taxi.

Chau geólogo, hola periodista

Su casa de Obrajes tiene algo de pirámide egipcia porque donde uno posa la vista ahí mismo está un gato. En la pared se luce una pintura que Luis Zilvetti le regaló, más allá hay mininos en cerámica, otros felinos están tallados en madera y algunos con sus miradas escudriñadoras observan la sala desde diferentes rincones.

La mirada clara de Salazar es sosegada y tiene algo de mar quieto. La tranquilidad que emana contrasta con las aventuras que vivió. Fue testigo y cronista de la incursión guerrillera del Che, en Bolivia, en aquel lejano 1967; fue perseguido por las dictaduras en el país, llegó a México para retratar la guerrilla de Chiapas de enero del 94, anduvo por los países centroamericanos tan heridos por los militares en los 80. Y sí, es un auténtico gato de siete vidas que anduvo por la región.

Eso sí, antes de convertirse en periodista tuvo una decepción académica que le marcó la vida. Él iba a ser geólogo.

“Yo soy de Tupiza, mi padre era un industrial minero y tenía minas. Él tenía una empresa y cuando yo estaba estudiando en Sucre, en el colegio Sagrado Corazón, antes de salir bachiller se suponía que tenía que seguir los pasos de mi padre, por una cuestión familiar. Salí bachiller en Sucre y vine a La Paz. En esa época había exámenes vestibulares, había que dar un examen de ingreso y me aplacé”, explica el hombre que admite no ser fanático de los gatos reales, aquellos que se enredan en los pies y piden mimos con ronroneos.

Por entonces, casi a comienzos de la década de los años 60, se topó en el colegio San Calixto de La Paz con su amigo jesuita Lorenzo Catalá, quien fue el primer corresponsal de Fides en Sucre. A él, Salazar le contó que había reprobado en la universidad y que esperaba volver a presentarse al año siguiente. El religioso le preguntó qué iba a hacer mientras tanto y el Gato respondió que buscaría trabajo.

El jesuita le contó que el padre José Gramunt de Moragas estaba en busca de un gacetillero, aquel que trabaja comunicados de prensa y redacta noticias.

Gramunt –quien fundó la Agencia de Noticias Fides, lideró las Escuelas Radiofónicas de Bolivia Erbol, dirigió Radio Fides y fue corresponsal de una serie de agencias en el país– es un personaje digno de admiración en el campo de la comunicación. Cuando conoció al Gato le lanzó, en dos palabras, una pregunta clave para los periodistas: “¿Sabes escribir?” Salazar esbozó una respuesta condicionante en una sola palabra: “Depende”.

El sacerdote le pidió que redactara una noticia. “Nunca lo había hecho hasta entonces. Me dijo ‘a ver, toma nota’ y me dictó unos datos de un hecho cualquiera, creo que de un accidente, y me dijo que escribiera una noticia en base a eso. Entonces tardé como una hora en escribir, le entregué lo que hice y él leyó y leyó. Tachó cosas con un lápiz rojo y me dijo ‘bueno, contratado’; yo pensé que no le había gustado lo que hice”, cuenta a Página Siete.

Corría el año 64 cuando probó las mieles del periodismo, pero no se olvidó del destino familiar y al año siguiente volvió a Geología; pero ya sabía que su destino estaba escrito en entrevistas, crónicas y reportajes… tan lejos de las piedras y los minerales que eran la herencia familiar.

Por entonces no había Comunicación Social en la malla curricular académica y él decidió estudiar Derecho y Ciencias Políticas, que tenía cierto guiño con el periodismo. Aprendió de derecho romano, las leyes y decretos durante tres años hasta que brilló una luz en su horizonte profesional.

“Se abrió la carrera en la Universidad Católica Boliviana, la cual en principio fue sólo para periodistas en ejercicio, para darnos la oportunidad de conseguir un título académico en periodismo. Dejé Derecho y empecé Comunicación Social, terminé la carrera con la idea después de volver a terminar Derecho, pero ya salí exiliado el 71 porque era dirigente de las Federaciones de Trabajadores de la Prensa de Bolivia”, cuenta, mientras desde los muebles y paredes de su sala los gatos parecen tener la mirada clavada en el tupiceño.

Dictaduras y dictablandas

Mientras Salazar decidía su futuro académico, el país entraba a la olla hirviendo de las dictaduras. “Yo empecé el 64 si no me equivoco, probablemente en abril o mayo, y poco tiempo después vino el derrocamiento de Paz Estenssoro, el 4 de noviembre. Eso fue el fin del doble sexenio del MNR y el inicio del triple sexenio militar, con la serie de golpes militares y al medio la guerrilla del Che Guevara”, explica.

Eran tres los periodistas liderados por el padre Gramunt. “José Luis Alcázar, con quien después escribí un libro sobre la guerrilla; Óscar Rivera Rodas, un poeta escritor que trabajó después en Presencia y yo”, enumera Salazar.

Las noticias que ellos hacían viajaban en flota a Oruro, para ser impresas en La Patria; y volaban por avión al diario Prensa Libre, de Cochabamba. Eran periodistas todo terreno. “A las dos de la tarde terminábamos de escribir nuestro boletín diario y llevábamos el material. Era, como yo digo, periodistas tres en uno porque en la mañana éramos reporteros, a mediodía nos convertíamos en redactores y después mensajeros”, refiere el Gato, quien a la hora de elegir animales él prefiere los perros.

La guerrilla de Ñancahuazú marcó a Salazar y a su generación. Ahora, quien es director de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Católica Boliviana, cuenta que el periodismo es un oficio que se alimenta sobre todo en la calle y en la sala de redacción. “Se aprende leyendo buen periodismo y escribiendo. Éste es un oficio que vas desarrollando con el tiempo y claro, obviamente la academia es importante”, indica el hombre que cubrió campeonatos mundiales de fútbol, pero quien no tiene una casaca futbolera.

Cuenta que en el periodismo cada vez se requiere una mayor especialización y que las generalidades ya casi están obsoletas.

Pero antes no era así. En los tiempos de la guerrilla del Che Guevara, por ejemplo, Salazar escribía de forma telegrafiada (sin artículos y yendo al corazón noticioso) porque no había cómo enviar noticias de un lugar a otro.

Recuerda su primer encontronazo con el telegrafista que recibió su mensaje. “Era un telegrafista acostumbrado a mandar mensajes muy cortos, como ‘feliz cumpleaños’, ‘feliz Navidad’,‘mañana viajo’, etcétera. Cuando estaba entrando a Ñancahuazú entregué al telegrafista mi primer despacho redactado en mi máquina de escribir. Era una página nada más y el telegrafista se enojó conmigo porque no estaba acostumbrado a enviar textos así”.

En 1994, cuando viajó a cubrir el levantamiento zapatista de Chiapas, las condiciones habían cambiado. Vio cómo algunos periodistas se mandaban la parte con las computadoras portátiles y los teléfonos celulares que pesaban tanto como las mochilas de los guerrilleros. Ésta y más aventuras similares están en su reciente libro A la guerra en taxi.

Se deslumbró con la guerrilla sandinista y se desilusionó con el actual presidente Daniel Ortega, líder sandinista. Reflexiona: “El poder corrompe y el poder total corrompe totalmente”. Y los periodistas están para eso, para desnudar al poder y enfrentarlo.

“Los tiempos han cambiado, los periodistas no son los mismos y las guerras no son lo que eran”, cuenta el Gato. Él es hoy en día un vecino tranquilo de Obrajes; pero sus ojos claros fueron testigos de las inequidades cometidas en dictaduras y en dictablandas. Sus manos escribieron, contaron y recontaron la historia.

https://www.paginasiete.bo/gente/el-gato-salazar-es-un-periodista-que-acudio-a-la-guerra-en-taxi-HY6991584

Página Siete – Jueves, 30 de marzo de 2023

Los libros más vendidos de 2021 son de ficción, memorias y ensayo

Editores de los sellos bolivianos Nuevo Milenio, 3600, El Cuervo y Kipus hacen un balance de la gestión 2021, año que vislumbró cierta recuperación —evidenciada en la vuelta presencial de la Feria del Libro— , después de un año en que las publicaciones prácticamente no existieron por la pandemia.

En la lista figuran mayormente libros de ficción, como los número 1 de Nuevo Milenio y Plural, con “Allá afuera hay monstruos” y “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”; memorias, siendo el título más vendido de 3600, “De Roma a La Paz”; y otros infantiles, tal es el caso de Kipus con “Nina” de Ana Balleta.

Nuevo Milenio

1. “Allá afuera hay monstruos” de Edmundo Paz Soldán. 

2. “Cómo duele el corazón” de Yuri Ortuño.

3. “Imposible regresar al lugar del que te fuiste” de Gustavo Munckel.

4. “Las voladoras” de Mónica Ojeda.

5. “El perseguidor de la luz” de Yuri Soria- Galvarro

Plural

1. “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos” de Magela Baudoin.

2. “Figuraciones” de Juan Carlos Salazar.

3. “La vida era sola una hipótesis” de Jorge Patiño.

4. “La revolución permanente en Bolivia” de Fernando Molina.

5. “La acumulación originaria de capital en Bolivia. 1825-1885” de Gustavo Rodríguez.

Editorial 3600

1. “De Roma a La Paz. Relatos de mi vida, de mi mente y de mi fe” de Francesco Zaratti (bajo el sello El Hado propicio).

2. “El abrazo de las luciérnagas” de Tito Saldaña (bajo el sello El Hado propicio).

3. “Manubiduyepe” de Juan Pablo Piñeiro.

4. “De esta noche no te marchas” de Rosario Barahona.

5. “Los fantasmas del sábado” de Adhemar Manjon.

Kipus

1. “Nina” de Ana Balleta.

2. “Donde comen 4, ¡comemos todos!” de María Cordero.

3. “Parálisis” de Vanessa Giacoman.

4. “Yo, basura en pandemia” de Xavier Jordán.

El Cuervo

1. “Tierra fresca de su tumba” de Giovanna Rivero

2. “Miles de ojos” de Maximiliano Barrientos. 

3. “El idioma de la lluvia” de Roland Schimmelpfenning.

4. “Animalescos” de Gonçalo M. Tavares.

5. “Los años invisibles” de Rodrigo Hásbun.

Opinión (Cochabamba) – 29 de diciembre de 2021