Leonardo Padura, cronista de la perversión de una utopía

Leonardo Padura es de los autores que escribía pensando que sus libros nunca serían publicados en Cuba. Es lo que creía de El hombre que amaba a los perros, su novela cumbre sobre la vida de Ramón Mercader, el asesino de León Trotsky. Pero la obra no se quedó en la gaveta de un escritorio, como ocurrió con los originales de muchos de sus colegas cubanos, sino que vio a luz en La Habana y se convirtió en uno de los mayores éxitos editoriales de la literatura cubana contemporánea.

La empezó a escribir en mayo de 2006, dos meses antes de que Fidel Castro le entregara el poder a su hermano Raúl, y la terminó tres años después, en junio de 2009, mientras la Cuba socialista vivía atónita la transición entre los Castro tras casi medio siglo de fidelismo. Agudo observador de la situación política cubana, nunca permitió que el proceso creativo literario le impidiera seguir de cerca y analizar los cambios que se desarrollaban en su entorno.

“Evidentemente, no es lo mismo Cuba con Raúl al mando que con Fidel al frente”, me dijo durante una entrevista en su casa del barrio de Mantilla, en las afueras de La Habana, en el sofocante y pegajoso verano de 2011, cuando nadie se atrevía a formular pronósticos sobre los cambios promovidos por el nuevo liderazgo cubano. Periodista al fin y al cabo, disparaba frases a manera de titulares: “Yo siento que el espacio para poder opinar, para poder disentir e incluso para poder escribir ha aumentado”, subrayó, mientras apuraba la cuarta o quinta tasa de Nescafé de la tarde.

Para entonces, el ganador del premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, era dueño de una fama ganada a pulso por su alter ego y héroe de una exitosa serie de novela negra, el detective Mario Conde, quien no sólo le había proporcionado los primeros galardones literarios, sino que le había abierto las puertas de las editoriales de una veintena de países y con ello el acceso a los recursos que requería para dedicarse a la producción literaria a tiempo completo.

“Cuando Fidel entregó provisionalmente el poder a Raúl, yo no me imaginé que este iba a ser el futuro de Cuba cinco años después, y ahora me cuesta mucho más trabajo predecir cuál va a ser el futuro dentro de cinco o diez años, porque realmente los cambios que se han comenzado a concretar, aunque no son esenciales, son importantes, son notables, y pueden generar otros cambios”, opinó tras enumerar las reformas promovidas por Raúl Castro.

Su consagración como escritor llegó con la novela El hombre que amaba a los perros, cuya temática la permitió reflexionar, “muerta y enterrada la Unión Soviética”, sobre el fracaso del socialismo y el estalinismo, al que definió como “la perversión de la gran utopía siglo XX”.

Escribir esta historia desde la Cuba socialista no fue fácil, aunque -como él mismo dijo durante la conversación- nadie, excepto un cubano, podía haberla escrito, porque tiene mucho que ver con la vivencia en una sociedad socialista. “Es una novela escrita desde una perspectiva cubana.

Todo lo que ocurre en este libro, que parte de una historia real y envuelve distintas experiencias revolucionarias, la soviética, la española y la propia mexicana, está visto desde un punto de vista cubano, desde una experiencia cubana y, sobre todo, desde un sentimiento cubano, en un momento en que esos procesos revolucionarios han llegado a un agotamiento o han desaparecido”, comentó.

Dijo que fue posible escribirla “porque la situación de Cuba realmente ha cambiado”; que la podía haber escrito igual, “cambie o no cambie la situación en Cuba”, pero que la diferencia está en que pudo haber terminado “en una gaveta o en un editorial española”, pero se publicó en Cuba, aunque con una tirada reducida, de apenas 4.000 ejemplares, que se agostaron en cuestión de horas.

El escritor creía que Cuba ya había cambiado gracias a las reformas económicas impulsadas por Raúl Castro. “Más que una actualización del socialismo”, como define el régimen a sus reformas, “es una remodelación del sistema económico”, que está determinando una serie de cambios en la sociedad cubana, dijo entonces. Sobre todo, consideraba importante el “cambio de visión” del Gobierno cubano, que -en su opinión- pasó de ver la economía desde una óptica política a ver la política desde la óptica económica.

“En otras épocas me obligaba a ser optimista porque creo que la gente se merece una vida mejor, pero en estos momentos creo que tengo un poco más de razones para ser optimista”, afirmó, seguro de que el movimiento de la economía terminaría por generar un movimiento político y social. “Cómo, cuándo, de qué manera, hasta qué punto, cuán profundos van a ser esos cambios, resulta difícil predecirlo, pero sí creo que hemos salido de la inmovilidad y estamos en movimiento. Y este movimiento puede ser realmente interesante de cara al futuro”, subrayó.

La historia parece darle la razón.

Página Siete – 13 de junio de 2015

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